Gizem Baburhan recuerda con emoción su primera estadía en una microcasa instalada en medio de unos viñedos del oeste de Turquía: “Esta vida minimalista nos ofreció una tranquilidad incomparable”.
Móviles y baratas, las microcasas, o tiny houses en inglés, despiertan un creciente entusiasmo, especialmente en la industria del turismo que busca ofrecer alojamientos individuales los deseosos de evitar los hoteles en plena pandemia.
“Espero que podamos convertirnos en propietarios de una microcasa y viajar con ella por el mundo entero”, subraya Baburhan. En un país en el que los habitantes privilegian las viviendas espaciosas y modernas, las casitas, que parecen prefabricadas colocadas sobre remolques, no tenían nada con qué seducir.
Sin embargo, los fabricantes vieron cómo los pedidos aumentaron desde el año pasado y tienen problemas para hacer frente a semejante demanda. “En 2020 nuestros pedidos se multiplicaron por 20 con respecto al año anterior”, afirma Galip Olmez, dueño de Yako Groups, que se lanzó al mercado en 2017.
Pelin Dustegor, arquitecta que trabaja para Casa Lokomotif, explica que la mayor parte de los clientes son del sector turístico y quieren proponer una oferta tipo camping.
”En 2019 recibimos un poco menos de 250 pedidos. En 2020, fueron 4 mil 500 por mes”, indica Dustegor. “Hay un entusiasmo extraordinario”. Turquía es conocida a nivel mundial por sus playas de arena fina y sus gigantescos hoteles con paquetes de todo incluido que pueden recibir a miles de turistas.
Pero la crisis sanitaria ha obligado a las empresas turísticas a revisar sus planes y muchas apuestan ahora a que los turistas preferirán evitar en los próximos años los lugares llenos de gente. Por ello, las microcasas se imponen como un recurso que permite proponer un alojamiento individual y seguro.
Estas casitas, instaladas sobre ruedas, tienen además la ventaja de poder ser estacionadas en terrenos sin la necesidad de un permiso para construir, ya que en Turquía son consideradas vehículos.
Las microcasas son también cada vez más populares en la franja de gente de 30 a 40 años que quiere invertir y alquilar durante el verano.
Caglar Coskun forma parte de ese grupo. Compró una microcasa que alquila a turistas tras haberla instalado en un viñedo en la costa del Egeo. “La gente ya no querrá quedarse en hoteles de 500 personas, sino en pequeños grupos en la naturaleza. Nadie querrá hacer fila delante de un bufé libre”.
Afp