Mañana, 14 de febrero, generalizado Día del Amor y la Amistad, también celebraremos con júbilo el CDLXXIX aniversario de la fundación definitiva de Guadalajara en el valle de Atemajac: corazón mismo de Jalisco. Pero este año, para gente como yo, se agrega un componente de mucho interés. Habrá también una elección de los nuevos miembros del parlamento de Cataluña, que augura, según las encuestas, el especial elemento de que el independentismo de ese país puede alcanzar una mayoría sensible.
De acuerdo con el espíritu que Genaro Estrada le insufló a la mexicanidad, creo fervientemente en el derecho de autodeterminación de los pueblos que así lo deseen, mismo que está por igual diáfanamente establecido en la Organización de Naciones Unidas y, en consecuencia, debería ser obligatorio para los estados nacionales que forman parte de ella.
Aunque entró tarde y por la puerta de atrás a dicho cónclave, España está obligado a reconocerlo también, pero… a pesar de que una gran parte de los españoles detestan a los catalanes, se aferran a ellos y no quieren dejarlos ir porque poseer a Cataluña les representa un buen negocio.
La más precisa y honesta postura la formuló, con alguna copita de más y cara de susto, el presidente de una de las llamadas “comunidades autónomas” del corazón peninsular, cuando se le preguntó al respecto: “¡Si Cataluña se separa vamos a tener que trabajar!”
Los catalanes creyeron erróneamente que había buena fe y espíritu de equidad cuando se promulgó en 1978 la Constitución actual que tanto cacarean, pero lo cierto es que, por una razón o por otra, las tuercas se han ido apretando y la relación de dependencia prácticamente colonial impuesta por las armas franquistas se ha recuperado en muy gran medida.
A pesar de la enorme inmigración de españoles trabajadores que promovió el franquismo (que alteró la demografía catalana de manera sensible), con el tiempo la catalanidad se fue recuperando y, al parecer, hoy día una mayoría se manifiesta partidaria de la independencia.
Lo cierto es que ésta ya se había manifestado anteriormente aunque no con tal contundencia. Los votos partidarios a la separación se acercaban a 50 por ciento, pero no se medía al revés: que los votos a favor de mantener la anexión no pasaban de 30 por ciento.
Es el caso de que el independentismo catalán cada vez se toma más en cuenta en la Unión Europea (UE)que, tal como está, no puede darse muchos lujos. Si bien se dice que algunos Estados que la forman no ven con buenos ojos la independencia de Cataluña respecto de España (que por cierto dicen que sería la sexta economía de la UE, con más habitantes que varios países que actualmente la integran), tampoco pueden tomarse a la ligera la idea de perder el puerto más importante del mar Mediterráneo, sobre todo después de que Gran Bretaña los mandó ya por un tubo.
Con toda mala fe, el Estado español impuso una fecha electoral en un punto álgido de la pandemia y es posible que haya menos votantes de los posibles en esta ocasión, pero la tendencia al crecimiento se antoja irreversible. Si no es hoy, será mañana…
Más le valdría a España buscar una solución que diera lugar a una separación menos drástica, para no acabar como le sucedió con las colonias americanas. Insistió en conservarlo todo y se quedó sin nada. Mas parece que su endémica altivez y prepotencia no se los permite.