Como empresario llegado a un primer plano nacional gracias a las marcadas concesiones del gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, Ricardo Salinas Pliego se había movido con extremo cuidado en cuanto a la exposición pública de su persona y, en especial, con una permanente corte de abogados dispuesta a demandar, larga y costosamente, a quien se atreviera a difundir información o críticas hacia él y sus negocios habitualmente polémicos y tachados de puntos oscuros o abusivos.
Recuérdese que, en julio de 1993, Salinas Pliego, cuyo negocio más relevante era la cadena de tiendas Elektra, se hizo mediante una “subasta” de lo que era el Instituto Mexicano de Televisión (Imevisión), organismo del gobierno federal que operaba los canales nacionales 7, 13 y 22 y varios regionales (a fin de cuentas, el 22 quedó fuera de la compra-venta). Para la adquisición de lo que ahora es Televisión Azteca, Salinas Pliego aceptó un préstamo personal de Raúl Salinas de Gortari (RSG), explícito hermano negociante del entonces Presidente de la República.
Luego de que Raúl demandó en 2003 el pago de aquel préstamo, por la vía del despacho de Juan Collado, actualmente en prisión, el ahora promotor e integrante del consejo empresarial asesor del presidente López Obrador aceptó públicamente, el 4 de julio de 1996: “Sí, utilicé 29 millones de dólares de Raúl Salinas para el pago del paquete de medios, pero me los prestó... en 1993 todos admirábamos al presidente Carlos Salinas de Gortari y era una distinción social ser amigo de su hermano” (https://bit.ly/3q9LzdA).
Sumado abiertamente a la promoción del obradorismo en su tercer intento de llegar a la Presidencia de la República, Salinas Pliego obtuvo del mando supremo de la llamada 4T una notable cosecha de beneficios en términos empresariales y políticos. En tal tesitura, ha mostrado una obsesión por restregar al público en general y a las propias autoridades, de Palacio Nacional hasta el Servicio de Administración Tributario (SAT), por mencionar dos estaciones del constante periplo rijoso y retador del boceto de emperador Azteca, su condición insubordinable, rebelde y altanera ante campañas sanitarias, restricciones laborales y pago de impuestos.
Además de esa reiterada ostentación como ente intocable, el empresario ha iniciado desde semanas atrás una campaña en redes sociodigitales en la que ofrece regalar dinero (adjudicable si abren cuentas de Banco Azteca), muestra el elevado tren de vida que sostiene (vuelos privados, vacaciones, bellos paisajes de fincas de descanso), pretende dictar fórmulas de éxito y combate en tono de campeonato autoadjudicado a quienes tuitean duramente en su contra, considerándolo un ejemplo de injusticia social, tráfico de intereses, abuso y clasismo.
En uno de esos episodios de Internet, cuando mostraba rábanos orgánicos de su producción, le preguntaron si con ellos pagaría los tal vez más de 40 mil millones de pesos que la directora del SAT, Raquel Buenrostro, dijo en Los Periodistas, a Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, que se estima debe Salinas Pliego, quien respondió que no pagaría ni un solo rábano, refiriéndose al tema hortícola original y estableciendo como argumento válido que él, en lo personal, no debe nada al SAT y, si sus empresas tienen tales deudas, éstas transitan en litigio como personas morales y, en su momento judicial, cumplirán la sentencia, positiva o negativa, que se dicte.
Entrampado en cuestión de dólares captados por sus empresas en el exterior, lo cual motivó una aberrante pretensión de reformas a la operación del Banco de México, y ahora que Fitch Ratings ha reducido a grado especulativo la calificación de la deuda de largo plazo de TV Azteca (https://bit.ly/3d3PPYi), podrá irse conociendo si las motivaciones escénicas del magnate, el amanecer con el deseo de “regalar” dinero, el tuiteo de supremacía y la obsesión por parecer un eterno triunfador tienen una base sólida o tendrá que ser apuntalada de alguna manera por su aliada 4T. ¡Hasta el próximo lunes!
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