Palabras más o menos, los seis gobierno neoliberales lo dijeron, hicieron y presumieron: se acabaron los subsidios del Estado, porque “provocan mayor concentración del ingreso y la riqueza, distorsionan el consumo y presionan a las finanzas del gobierno federal; los que se mantengan se aplicarán sólo a los más necesitados y con un claro criterio social”. Y esa fue la perorata a lo largo de 36 años, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto.
Por ejemplo, para demostrar que iban en serio y con el objetivo de “beneficiar a los mexicanos”, el 31 de diciembre de 1998 el entonces inquilino de Los Pinos, Ernesto Zedillo, de un plumazo canceló el subsidio a la tortilla, porque, según él, “con la apertura del mercado y la competencia entre los productores se logrará abatir el precio de este alimento básico en la dieta popular, lo que favorecerá ampliamente a los consumidores”.
Pues bien, de entonces a la fecha el precio de la tortilla se ha incrementado en alrededor de 2 mil por ciento (12 veces más que la inflación en el periodo, de acuerdo con el Inegi), al pasar de 75 centavos a 15 pesos por kilogramo, al tiempo que el consumo por habitante se redujo de 51 a 6 kilogramos. (Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM) como resultado del aumento de precio de ese alimento básico y la política gubernamental de contención salarial.
Los neoliberales no dejaron piedra sobre piedra, pero sólo eliminaron los destinados a los sectores “más necesitados” (es decir, lo contrario a lo que cacarearon), porque al capital privado nacional y foráneo lo colmaron de subsidios, los mismos que, según decían, solo “provocan mayor concentración del ingreso y la riqueza”.
Lo anterior sale a colación, porque ayer uno de los directivos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Miguel Reyes, subrayó que “los legisladores deben estar preocupados de cómo se utilizan los recursos de la comisión y cuánto de ellos son para favorecer al pueblo de México, garantizar la soberanía energética y confiabilidad de la red, y cuánto a anclar inversiones privadas, no sólo con subsidios, sino con compras ligadas de electricidad en un entorno de supuesta libre competencia” ( La Jornada, Enrique Méndez).
Y como muestra, un botón: la trasnacional española Iberdrola –la consentida de Calderón– se embolsa alrededor de 65 mil millones de pesos por “subsidios que debe pagar la CFE y que constituyen dumping comercial. Por tarifas de porteo, 2 mil 600 millones; por intermediación de contratos legados, 10 mil 75 millones; de ingresos no percibidos por suministro básico, 43 mil 500 millones, y por utilidad de operación no percibida por suministro básico, 10 mil 875 millones”. Y este cuento de hadas maléficas se redondea con lo siguiente: “sólo por esos cuatro conceptos los demás productores independientes (privados) de energía (PIE) reciben 192 mil 825 millones”.
Sólo por subsidios a los PIE, detalló Reyes, las obligaciones de la CFE “ascienden a 299 mil 606 millones de pesos, y de ellos más de 56 mil millones de pesos son para Iberdrola por la operación del parque La Venta, en Oaxaca”, de tal suerte que funcionarios de la empresa hicieron un llamado a los legisladores para “poner fin al saqueo de un pequeño grupo de particulares, de gánsters que se han hecho intensamente ricos”, amén de recordar que con la “reforma” energética de Peña Nieto “se mantienen los subsidios a la iniciativa privada, en detrimento del Estado”. De mantenerse el esquema que privilegia el despacho de electricidad de empresas privadas, “el daño a la nación se calcula en 412 mil millones de pesos por subsidios”.
En el mismo escenario, el director corporativo de Finanzas de la CFE, Edmundo Sánchez Aguilar, advirtió: “Iberdrola comete fraudes de tipo fiscal y a la ley; no paga el uso de la red y ‘compite’ por los contratos mediante empresas fantasmas y, por supuesto, gana; si se aprueba la reforma propuesta por el presidente López Obrador se acabarán los subsidios a un grupúsculo de hampones y las tarifas podrían bajar hasta 20-30 por ciento, en beneficio del pueblo mexicano”.
Las rebanadas del pastel
He allí cómo los neoliberales “acabaron con los subsidios” que sólo provocaban “una mayor concentración del ingreso y la riqueza”. Una oda al cinismo.