Barcelona. Cuatro años después de las elecciones más convulsas en la historia reciente de Cataluña, después del proceso fallido de independencia unilateral y del fracaso del llamado “pròces”, la comunidad autónoma afrontará este domingo un nuevo proceso electoral con otro miedo latente: el temor a un contagio masivo del Covid-19, dado al altísimo porcentaje de propagación del virus en la región. Las últimas encuestas auguran un triple empate entre el Partido Socialista de Euskadi (PSE) y los independentistas Junts per Catalunya (JxCat) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), aunque todavía hay muchas incertidumbres por el previsible alto grado de abstención.
Aunque todavía está viva la crispación política y la fractura social en Cataluña por el proceso de secesión inconcluso del 2017, las elecciones autonómicas del 14 de febrero se están viviendo con menos intensidad, si acaso con una ciudadanía más preocupada por la alta propagación de la enfermedad en la región, el colapso de los hospitales públicos y privados y el temor generalizado a que las concentraciones masivas de personas en los comicios provoque una nueva ola de contagios. De hecho, a día de hoy, es decir a sólo tres días de los comicios, todavía hay muchas dudas si finalmente se lograrán o no constituir las mesas electorales, una vez que muchos ciudadanos convocados para fungir como responsables de las mesas han expresado por la vía legal su negativa a acudir, arguyendo precisamente su temor al contagio.
El primer síntoma de que más allá de la fractura política entre independentistas y unionistas o constitucionalistas no es la principal preocupación de una ciudadanía agotada, tanto por la pandemia como por el larguísimo proceso de lucha contra la independencia -ya son 12 años-, es precisamente la ausencia de gente en los mítines electorales. Los siete partidos que acuden a las urnas celebran sus actos proselitistas casi en la intimidad, en espacios la mayoría de las veces cerrados, con algunos incondicionales y las televisiones para emitir su mensaje y trasladarlo a la ciudadanía que todavía tenga interés en escuchar su mensaje.
Las encuestas, además, auguran un triple empate entre tres partidos, pero sobre todo una situación de gobernabilidad muy complicada, en la que el bloque independentista tiene más posibilidades que sumar una mayoría suficiente para formar gobierno, pero que se podría complicar por la división y el enfrentamiento que se ha agudizado entre las tres formaciones secesionistas. Tanto entre ERC y JxCAt como entre estos dos y la coalición anticapitalista CUP. Mientras que enfrente la fractura también es profunda; por un lado el PSC sólo aspira a gobernar, en caso de ser el partido más votado, con una alianza tripartita de izquierda, es decir con ERC y el cada día más menguante Podemos o en Comú Podem. Los tres partidos de la derecha unionista, Ciudadanos, Partido Popular (PP) y Vox están muy lejos de formar una mayoría, más aún, ni siquiera se prevé que sus diputados sean decisivos para inclinar la balanza hacia un lado u otro.
De hecho, el principal motivo de incertidumbre es la participación, que se prevé baja. Incluso históricamente baja; si en el 2017 se alcanzó un 80 por ciento de participación, en estos comicios los expertos auguran un como máximo 60 por ciento. Y esa baja afluencia a las urnas podría beneficiar al bloque independentista, que está más movilizado.
Una de los decisiones que más ha marcado el final de la campaña es el documento que firmaron los tres partidos nacionalistas, que dejaron por escrito que “sea cual sea la correlación de fuerzas surgida de las urnas, en ningún caso se pactará la formación de Gobierno con el PSC”. Es decir, que, al mismo tiempo, se comprometían a intentar sumar entre los tres un nuevo gobierno, con lo que se alumbraría un gobierno similar como al actual.