El país continúa en el camino de la diversificación. Esto acontece en distintos aspectos de la vida social, los datos del censo de 2020 confirman la tendencia apuntada. En el caso de las cifras sobre identidad religiosa, queda confirmado que los mexicanos ensanchan el abanico de opciones con que han decidido dar cauce a sus inquietudes/necesidades espirituales.
Entre 2000 y 2010 el catolicismo mexicano declinó cuatro puntos porcentuales; pasó de 88 a 83. Fue la baja porcentual más pronunciada desde 1930. En 2020 disminuyó el porcentaje de quienes se identificaron como católicos: 77.7 por ciento. En dos décadas el catolicismo decreció poco más de 10 por ciento, ritmo de disminución que no había experimentado antes. La media nacional tiene extremos muy dispares, ya que, por ejemplo, en 2010 en Guanajuato prácticamente 94 por ciento de los censados respondió ser católico; en Chiapas lo hizo 58 por ciento. La diferencia es abismal: 36 puntos porcentuales, que nos hablan de dos realidades sociorreligiosas muy dispares, las cuales continuaron en el censo más reciente.
Dado que la religión dominante en México ha sido la católica romana, las cifras del censo en cuanto a preferencia religiosa podrían ser interpretadas como que aumenta la “descatolización” entre nosotros. Habría que matizar la expresión con investigaciones que muestran la independencia valorativa de la ciudadanía identificada como católica y, sin embargo, no sigue las directrices éticas/morales de la institución religiosa a la que dice pertenecer. Incluso cuando el porcentaje de católicos rebasaba 90, desde las mismas filas del Episcopado Mexicano señalaban que el catolicismo era más nominal que normativo en la vida cotidiana de los creyentes. ¿Se puede hablar de descatolización cuando en la práctica la mayoría tiene vínculos muy débiles con las enseñanzas de la Iglesia católica?
El decrecimiento del catolicismo tiene varias causas y para comprenderlo es necesario tener en cuenta diversas variables. Una es, en alguna medida, el de la pederastia clerical, cuyo conocimiento en México se destapó en 1997 al documentarse los abusos perpetrados por el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. A principios de 2019 trascendió que al menos 152 sacerdotes fueron suspendidos en México por su comprobada pederastia (https://www.forbes.com.mx/mexico-suma-152-sacerdotes-catolicos-suspendidos-por-pederastia/). ¿Qué tantas personas se distanciaron de la Iglesia católica por el reprobable manejo que hizo la institución de casos como el de Maciel y de otros clérigos abusadores?
Otros números acerca de las asociaciones religiosas y datos aportados por el censo de 2010, que merecen semejante análisis para 2020, evidenciaron la desventaja de la religión mayoritaria en determinados indicadores de qué tanto es cercana a su feligresía. Hace una década, en números redondos había en México 21 mil sacerdotes católicos y 40 mil pastores y pastoras protestantes/evangélicos. Es decir, a cada sacerdote le correspondían 4 mil 425 feligreses; mientras cada pastor tuvo a su cargo 210 personas. Si sumamos los protestantes/evangélicos con los adventistas del séptimo día, mormones y testigos de Jehová (que el censo consideró denominaciones bíblicas diferentes de las evangélicas), entonces cada ministro religioso cuidaba 273 personas. El cuidado doctrinal y pastoral de los ministros católicos es deficitario, lo es en gran parte por el proceso que debe seguirse para ser ordenado al ministerio. En buena medida el déficit de vocaciones sacerdotales tiene explicación por el celibato exigido a los candidatos, déficit que se complica cuando se le suma el envejecimiento de los sacerdotes existentes, como atinadamente ha señalado Bernardo Barranco (https://bit.ly/3q7DKVU).
El futuro del catolicismo mexicano es ir disminuyendo y la intensidad dependerá de varios factores tanto de dentro como fuera de la institución. No hay vuelta atrás en la diversificación religiosa nacional. La movilidad, el cambio de identidades en el terreno espiritual apunta al robustecimiento de opciones distintas a la representada por la Iglesia católica. En el campo religioso el país tiene como horizonte el afianzamiento de la pluralidad. La jerarquía católica haría bien si, en lugar de señalar culpables y añorar pretendidas épocas doradas, realiza un examen de conciencia sobre las propias responsabilidades que han llevado a que cada vez el porcentaje de creyentes católicos sea menor.
Las identidades religiosas divergentes de la tradicional siguen ganando terreno en el panorama confesional mexicano. El censo de 2020 reafirma claramente la tendencia. Análisis más detallados por regiones, grupos de edad, condiciones socioeconómicas y otras variables nos indicarían matices importantes y tendencias sobre la diversificación religiosa y sus distintos ritmos.