París. La contaminación causada por las energías fósiles fue responsable de más de 8 millones de muertes prematuras en el mundo en 2018, es decir, 20 por ciento de los adultos fallecidos, según un estudio de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), el University College de Londres y la Universidad de Birmingham (Reino Unido), entre otras instituciones, publicado en la revista científica Environmental Research.
El trabajo concluye que cada año mueren en todo el mundo más de 8 millones de personas por la contaminación atmosférica derivada de la quema de combustibles fósiles como el carbón y el gasóleo. Este dato supone un “gran aumento” respecto a las estimaciones anteriores, sostiene el estudio.
Los índices más altos de decesos se dan en China e India, mientras otro millón se produjeron entre Bangladés, Indonesia, Japón y Estados Unidos, pero todos los países sufren los efectos de la contaminación atmosférica por la quema de combustibles fósiles.
El estudio más reciente, Carga Global de Enfermedad, calculaba el número mundial de muertes derivadas de la contaminación del aire (incluido el polvo y el humo de los incendios forestales y las quemas agrícolas) en 4.2 millones. La nueva investigación duplica esta cifra y calcula que 8.7 millones de personas murieron en 2018 sólo a consecuencia de los combustibles fósiles. Este incremento se debe a que no sólo han tenido en cuenta las observaciones realizadas con satélite y en superficie para estimar la media global de concentraciones de partículas PM2.5.
La investigadora sénior del departamento de Interacciones Químico-Climáticas en la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas John A. Paulson de Harvard y la coautora del estudio, Loretta J. Mickeley, explican que con los datos de los satélites “sólo se ven algunas piezas del rompecabezas”.
Para abordar este reto, los investigadores de Harvard realizaron unos modelos globales tridimensionales para representar los químicos en la atmósfera y el impacto de cada una de las partículas en la superficie en la salud. Así, dividieron el globo en cuadrículas de 50 por 60 kilómetros y estudiaron en cada una de ellas los niveles de contaminación.
La primera autora del estudio, Karn Vohra, alumna de grado de la Universidad de Birmingham, señaló que más que basarse en las medidas de la difusión de contaminantes por regiones, querían hacer un mapa de la contaminación donde viven las personas, para conocer con mayor exactitud qué respiran.
Con esta investigación pormenorizada van más allá del hecho conocido de que las partículas en suspensión son un peligro para la salud pública, puesto que hasta ahora ha habido pocos estudios epidemiológicos para cuantificar los impactos en la salud de niveles elevados de exposición como los encontrados en China o India.
Los investigadores advierten que el riesgo para la salud de respirar partículas PM2.5 en China o India está subestimado. El coctel tóxico de partículas finas generadas por la combustión de petróleo, gas y sobre todo carbón es responsable de al menos 25 por ciento de la mortalidad en media docena de países, todos ellos en Asia.
“Se habla a menudo del peligro de la combustión de energías fósiles en el contexto de emisiones de CO2 y del cambio climático. Pero no se tienen en cuenta los impactos sanitarios potenciales”, indicó uno de los coautores del estudio, Joel Schwartz, de la Escuela Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard.
Estudios indican que la contaminación atmosférica reduce más de dos años la esperanza de vida y provoca cada año 19 veces más muertos que el paludismo, nueve veces más que el sida y tres veces más que el alcohol.