Su reaparición en la conferencia mañanera de prensa le sirvió para abordar algunos de los tópicos más sobresalientes del momento pandémico y económico. Pero, en esencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador necesitaba hacer emerger de nuevo el talante de abierto combate político a sus opositores que durante la pasantía política de Olga Sánchez Cordero en esas mañaneras había sido un tanto diluida: el Hombre de Palacio Nacional (HoPaNa) sacudió abiertamente a personajes por nombres y apellidos o por denominaciones empresariales mediáticas directas.
Desde luego, en el principal promontorio de las catilinarias andresinas está Enrique Krauze, considerado el principal ideólogo del conservadurismo mexicano, tachado de conspiraciones mediáticas y políticas desde una casa de operaciones encubiertas en la calle Berlín 245 de la alcaldía Coyoacán, en la Ciudad de México.
Justamente ayer se daba a conocer una propuesta de siete puntos que unos 100 firmantes, entre los que destacan Krauze, Héctor Aguilar Camín y José Woldenberg, hacen al presidente López Obrador en busca de que cambie su política respecto al Covid-19. Entre otros planteamientos, “pedimos la cancelación temporal de los megaproyectos de Dos Bocas, el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía y el proyecto de Chapultepec”.
Respecto a dos diarios nacionales, Reforma y El Universal, a los que Sánchez Cordero había dado la palabra especialmente durante una mañanera, por considerarlos “importantes”, en contraposición a la participación inmediatamente anterior de un medio “youtubero”, el Presidente no ahorró metralla retórica, acusándolos de estar “al servicio de intereses creados”, especialmente Reforma, que “siempre apoyó” a Carlos Salinas de Gortari, dijo.
La lista de señalados por el reinstalado dedo flamígero alcanzó, sin precisar denominación específica, a otros medios de comunicación que “vendían medicinas, bueno, recibían contratos hasta para perforar pozos petroleros, se quedaron con los contratos de privatización de los reclusorios”. También una referencia, sin dar su nombre, a Joaquín López Dóriga, por haber difundido en marzo de 2020 la primera noticia, falsa, de un fallecimiento en el país por el coronavirus lamentablemente famoso.
Otro reiterado tiro de precisión: “Imagínense la revista Letras Libres y la revista Nexos cuánto recibían si editaban periódicamente 10 mil ejemplares, todos se los compraba el gobierno. Pero no sólo eso, vendían libros, tenían el control de toda la intelectualidad. Para poder recibir una beca, un apoyo, se tenía que estar bien con los dos jefes de jefes: Aguilar Camín o Enrique Krauze. Y de ahí dependían todos, como la intelectualidad en el porfiriato, aunque era de mejor nivel aquella”.
Como puede verse (sobre todo si se atienden las referencias de contexto, disponibles en la versión estenográfica de la citada mañanera, en la página de Presidencia de la República https://bit.ly/3q4P19g), López Obrador está dispuesto a ahondar en una disputa pública de corte político e ideológico que va plenamente ligada con el proceso electoral en curso. Empresarios financistas de campañas mediáticas, medios de comunicación metidos a negocios corruptos o cuando menos muy abusivos, intelectuales al servicio de proyectos regresivos y desestabilizadores, en un tejido conspiratorio que estaría buscando la restitución de privilegios del “antiguo régimen”.
Ayer, más allá de las novedades respecto a su estado de salud y a otros temas de gobierno, López Obrador confirmó que está plenamente instalada su montura de combate político sin sombra de duda, con la espada desenvainada y un aire resuelto, entusiasta, que genera peores enojos en sus adversarios que, aseguró, “no están de acuerdo con la transformación porque quieren seguir robando. Son muy corruptos, los conservadores son muy corruptos; además de que su doctrina es la hipocresía, tienen como distintivo el que son muy ambiciosos, su dios verdadero es el dinero”. López Obrador está de vuelta. ¡Hasta mañana!
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