Bien hizo la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al condenar a los policías que impidieron que un grupo de ciclistas cerrara, en una hora crítica, la circulación del segundo piso, pero... ¿ese es el fin de la historia?
A diferencia de la mayoría de las marchas, cierre de vialidades y plantones que se suceden en las calles de la ciudad, quienes participaron en la protesta –no sé si es correcto llamarle de esa manera– pugnan por que el gobierno regrese a las llamadas “fotomultas”, un negocio que ha sido bien estudiado por la propia jefa de Gobierno y que representa, según ella nos explicó hace ya un buen rato, 690 millones de pesos.
Dicen los ciclistas que su protesta nace del aumento en los incidentes provocados por el tránsito, aunque a decir verdad el gobierno tiene otros datos, y nos parece que la lógica también porque en los meses de encierro por causa de la pandemia y el cierre de escuelas, que hacen muy pesado el tránsito vehicular, el traslado en unidades particulares y públicas de todo tipo bajó considerablemente, y con ello los accidentes derivados del movimiento de carros.
Así que los mal pensados descubrieron que uno de los más rijosos en la protesta era nada menos que Virgilio Pasotti, muy conocido, nos dicen, en el ámbito de los automóviles de carreras, pero además gente ligada a Laura Ballesteros, la panista que se unió al gobierno de la administración pasada y que mandaron a la Secretaría de Movilidad a un puesto inexistente, para empezar, con el fin de desbancar a Héctor Serrano, quien fungía de secretario.
La ex funcionaria está casada con Bernardo Baranda, director para Latinoamérica del Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo, que casualmente impulsaba, o recomendaba, las fotomultas, y desde luego está muy ligado al ciclismo en la ciudad, aunque esto no pretenda decir que la pareja esté involucrada en el negocio.
Eso no es todo, a Pasotti se le vincula también con Roberto Remes, quien estaba al frente de la Autoridad del Espacio Público y que, según nos explican, también estaba ligado a las fotomultas.
Entonces, parece que en el incidente del que salieron suspendidos en su trabajo los policías que enfrentaron a unos manifestantes que no pedían agua para sus colonias, ni la presentación con vida de sus familiares desaparecidos, ni muchas de las injusticias que suceden en la ciudad, sino el regreso de un negocio, podría estar resuelto sólo a la mitad, porque si algo debe corregirse –aquí lo hemos dicho hasta la saciedad– es la actividad de los ciclistas que no respetan ni reglamentos ni espacios, han tomado la vía pública, calles, banquetas, camellones y se sienten intocables.
Así que con la misma severidad con que se actuó en contra de los uniformados –y con toda razón– se debe investigar cuáles son los fines de Pasotti y compañía para tener el panorama completo de la situación.
De pasadita
El próximo capítulo de la lucha electoral en esta ciudad promete convertirse en otra pesadilla, ahora más horrorosa que todas las anteriores.
Decimos que será peor porque en el ánimo de mucha gente se tenía la esperanza fundada –ya se había tocado fondo– de que la mayoría de políticos de Morena cambiaría el curso de las cosas.
No fue así, los vicios que se pretendían desterrar se han arraigado y las malas prácticas triunfan sobre las ideas. Pareciera como si no hubiera remedio; no obstante, hay, seguramente, ideas ya plasmadas que van al centro nervioso del problema de la no-política entre los políticos, pero que han sido desactivadas porque es más cómodo seguir en ese camino que iniciar en el Congreso el camino hacia la 4T que no ha llegado a la capital.