No habrá “normalidad”. Ni nueva ni antigua. Y sabemos poco de lo que habrá.
Ante todo, resistimos lo que se nos impone en vez de tratar de regresar a lo que había. Morir es lo único enteramente previsible en nuestra vida. El arte de morir es parte central del arte de vivir. Es inaceptable privarnos de la capacidad de morir con dignidad, como se hace hoy con quienes mueren en hospital. Es igualmente inaceptable prohibir funerales. Es inaceptable y no lo estamos aceptando. Un creciente número de personas con el virus se niega a ir al hospital… y en general les va bien. Y se realizan rituales y celebraciones para acompañar a los seres queridos hasta la tumba. A veces hay que hacerlo en desafío abierto a la autoridad, como en tantas otras cosas.
Pero no basta la resistencia; tenemos que reinventarnos. Los caminos de ayer no llevan ya a parte alguna. No tiene sentido seguir buscando empleos que ya no existen ni existirán. Ni tocar las puertas que antes satisfacían demandas. Ni confiar en promesas para un futuro siempre pospuesto. En la actualidad, para sobrevivir, lo primero es darnos cuenta cabal de la novedad radical de la circunstancia actual.
Para otear el horizonte, por ejemplo, es útil tomar en cuenta lo que acaban de anunciar los señores de Davos en su Foro Económico Mundial, donde cada año dictan el rumbo de las políticas globales. Quienes representan y ostentan los principales poderes económicos y políticos del mundo decidieron ahora quitarse las caretas y anunciar, con increíble cinismo, lo que pretenden hacer. Adelantarán bruscamente El gran reacomodo que hace tiempo anticiparon y planeaban para 2030. El Covid adelantó el proceso. Es para hoy.
Un lema que lanzaron hace tres años se actualizó y cobró pleno sentido: “No tendrás nada y serás feliz”. Reacomodar todas las piezas, como están haciendo y tratarán de hacer cada vez más, significa que quieren llevar el despojo hasta sus últimas consecuencias. Por décadas nos quitaron derechos, libertades, empleos, salarios, pensiones, tierras, territorios, bosques, agua, plantas, semillas, todo lo que pudieron arrancarnos, a menudo con inmensa violencia. Quieren seguirlo haciendo hasta que nada tengamos.
Anunciaron también cómo podrán hacerlo: con dispositivos que permiten que la gente acepte dócilmente ese destino y hasta lo agradezca, que pueda sentirse “feliz” por lo que le dejan, por estar pegado a la pantalla, por convertir en oficina su casa, por recibir unos pesos o por someterse a la sociedad de control, en la cual se vigilará cada gesto, actitud y comportamiento de la gente. Lo dijo con claridad Klaus Schwab, el fundador del Foro de Davos y el principal vocero del gran reacomodo: “Un aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez. Los ciudadanos han demostrado con creces que están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la atención sanitaria”. Schwab considera que, tal como aceptaron dócilmente el confinamiento y otras medidas, los ciudadanos “ya están preparados a afrontar”… lo que se les obligará a hacer.
Los señores de Davos no se muerden la lengua al reconocer que “el capitalismo… ha muerto…” Consideran que “su obsesión por maximizar las ganancias de los accionistas dio lugar a una desigualdad horrible”. Su invitado de honor fue esta vez Xi Jinping, el presidente de China, que pronunció un discurso triunfalista y describió las instrucciones que estará dictando. Pero el foro no adoptó el “socialismo moderno” que dice estar implantando. El gran reacomodo rescatará la palabra capitalismo de la tumba de horrores en que se encuentra, al cancelar libertades y realizar ejercicios autoritarios sin cuento o megaproyectos como el Tren Maya o el Corredor Transoceánico. El nuevo régimen será “inclusivo” e “igualitario”, como la 4T. Intervendrán en su operación todas las “partes interesadas”, para que no encuentre oposición ese nuevo mundo feliz que se estaría creando, por ejemplo, en el sureste de México.
Vale la pena hacer un análisis cuidadoso de la agenda del Great Reset. Sus promotores no lo traducen como yo lo hago: para ellos sería el gran reinicio o hasta el gran receteo (sic), fórmulas menos fuertes que las de inglés. Resulta espeluznante ver la propuesta completa, pero también muy ilustrativo. Permite entender mejor lo que está pasando… y acota lo que hace falta hacer.
Recordemos de nuevo la frase zapatista: “Nos quitaron tanto que hasta el miedo nos quitaron”. Sin miedo alguno, comenzamos a abrigar esperanzas y transformamos la resistencia en liberación. Para construir el mundo nuevo y fundar sobre nuevas relaciones sociales posibilidades reales de compartencia y convivialidad, nos hemos ido enlazando, juntándonos con otras y otros que libran también esta lucha decisiva. Empezamos así a aprender de las y los demás, a ofrecernos solidaridad y a practicar juntos una acción política que se basa ante todo en escuchar. Que es, por cierto, lo que van a hacer en Europa, con las y los zapatistas, el Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno.