El candidato ecuatoriano Andrés Arauz, abanderado de la Unión por la Esperanza (Unes) y respaldado por el ex presidente Rafael Correa, quedó en primer lugar en la elección presidencial realizada ayer en su país al sumar 33 por ciento de los votos, en tanto que el segundo sitio se lo disputaban el aspirante derechista Guillermo Lasso, postulado por una coalición de grupos oligárquicos, y Yaku Pérez, abogado de la organización Pachakuti, activista de pueblos indígenas y causas ambientales.
Aunque hasta el cierre de esta edición los resultados ofrecidos por encuestas a boca de urna y por el conteo rápido del Consejo Nacional Electoral diferían sobre las votaciones para el segundo y tercer lugar, es claro que el representante del correísmo estará en la segunda vuelta, prevista para el próximo 11 de abril.
Pero, independientemente de cómo se configure al final el balotaje, es claro que el electorado ecuatoriano ha cerrado el paso a la restauración conservadora y neoliberal y que se ha decantado mayoritariamente por dos corrientes de izquierda, la de la Revolución Ciudadana y la de los movimientos indígenas y ambientalistas.
Los resultados electorales de ayer son, pues, una victoria para el movimiento que tiene en Correa a su principal referente, y una severa derrota para su sucesor, Lenín Moreno, quien traicionó a su partido, al mandato que recibió de los electores en 2017 y al propio Correa, quien lo colocó en la vicepresidencia e impulsó a la presidencia, pero se ha empeñado, a lo largo de su administración, en restaurar la dependencia política y diplomática con respecto a Washington y los organismos financieros internacionales, en colocar al país en una senda regresiva y neoliberal, y en destruir la obra social y económica lograda en la década de 2007-2017.
Ciertamente, en materia de elecciones nada puede darse por sentado, y así como aún no se sabe oficialmente quién va a competir contra Arauz en la segunda vuelta de abril próximo, tampoco puede darse por seguro el triunfo de éste ni el regreso del proyecto de la Revolución Ciudadana en la nación andina, pero resulta reconfortante constatar que el electorado ecuatoriano aspira mayoritariamente a dejar atrás el desastroso gobierno de Moreno, cuya política económica antipopular se tradujo en un grave endeudamiento del país y provocó en 2019 una virtual insurrección que fue ferozmente reprimida por las fuerzas policiales.
En el terreno continental, resulta esperanzadora la posibilidad de un retorno de Ecuador al programa soberanista y social de la Revolución Ciudadana. Argentina ha superado el breve retroceso que significó el gobierno derechista de Mauricio Macri (2015-2019) y Bolivia logró superar el cruento golpe de Estado de noviembre de 2019 y ratificar en las urnas el respaldo social al Movimiento al Socialismo (MAS). Si esa posibilidad se concreta, será posible dar nueva vitalidad a organismos como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y marginar la perversa y antidemocrática influencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la región. Por el bien de los ecuatorianos y de toda América Latina, cabe esperar que así sea.