El caso de GameStop sigue atrayendo la atención y generando un amplio espectro de puntos de vista. Expone una relevante tendencia de la economía que se repite de diversas formas. Ésta no es una mera anécdota. El problema se centra en la constante y creciente deformación de las funciones del dinero y del crédito. O, más bien, se trata de una de sus principales manifestaciones. Esto, que no es nuevo, sesga las reglas imperfectas del juego, cargado preferentemente hacia una de las partes.
El asunto se plasma de modo claro en la expresión D-D^; dinero que se convierte directamente en dinero incrementado; es decir, pasar de una cantidad de dinero a otra esperablemente mayor, mediante una serie de transacciones, pero sin que involucre la actividad productiva y la creación de riqueza (empleo, ingreso, inversión, consumo, bienestar) y, además, en el tiempo más corto posible. Otro testimonio de la inmediatez en la que se desenvuelve, cada vez más, la experiencia vital.
Ésta es la expresión del problema central de la naturaleza del dinero como una mercancía, es más, la mercancía por antonomasia. En efecto, por ahí empieza el estudio del capitalismo hecho por Marx y, también, el análisis de lo que se convirtió en la macroeconomía formulada por Keynes tras la crisis de 1929-33 y secuestrada prácticamente tras su publicación por los teóricos neoclásicos.
Se trata de cuando el dinero adquiere un significado por sí mismo. Una buena parte del valor de la actividad financiera se centra en las transacciones de los fondos de cobertura (hedge funds). Una de sus principales operaciones por monto y nivel de rentabilidad es la apuesta de que el valor de la acción de una empresa caerá. Se trata de una operación altamente especulativa, las ventas en corto, algunas de las cuales se hacen incluso sin que medie el traspaso real o electrónico de los títulos, sino que se hacen, como dicen en el argot: “desnudas”.
La “rebelión de los pequeños inversionistas” que se comunicaron mediante la plataforma de Reddit- r/wallstreetbets y operaron con base en la de Robinhood contra los fondos de cobertura, se ha tomado como un intento de “democratizar” la participación en los mercados financieros y contra el poder de las grandes firmas. Una forma de hacer justicia, David contra Goliat según han dicho algunos.
Pero lo cierto es que lo ocurrido y la existencia de mayores medios para hacer transacciones financieras en Internet abrieron un espacio para que el juego de D-D^ se extendiera a los “pequeños”, muchos de ellos; por cierto, su número se estima en cinco millones de participantes. Querían lo mismo que los fondos a los que atacaron, querían ganar incluso más rápido y usaron de modo muy audaz los mecanismos a su disposición. Nadie se lamentará por los fondos de cobertura altamente especulativos y que tienden incluso a alentar el resultado por el que apuestan, es decir, desvalorizar a una empresa y sacar beneficio. Tampoco habría que exaltar a los otros especuladores.
En efecto, se abrió el espacio del juego hasta que las reglas de funcionamiento de los mercados, avaladas por las autoridades financieras, cerraron la llave y las operaciones se cancelaron. Funcionó, la plomería de los mercados que, al parecer, ni Robinhood ni sus usuarios tuvieron suficientemente en cuenta, craso error.
Aunque Robinhood no cobra comisiones a sus usuarios por la compraventa de títulos, sí tiene que mantener los fondos exigidos por las cámaras de compensaciones que aseguran que el dinero fluya a las cuentas que debe, lo mismo que los títulos intercambiados. Las cámaras sí cobran y ganan del margen de las transacciones de compra-venta.
Robinhood no tenía los fondos para seguir asegurando las crecientes operaciones de sus usuarios, el precio de la acción de GameStop se desplomó y el asunto acabó en una forma convencional de pirámide financiera, o sea que los que entraron al final comprando caro fueron los paganos de esta aventura. En el camino se llevaron por delante a grandes fondos de cobertura, tan sólo uno de ellos, Melvin Capital, perdió 2.8 mil millones de dólares, agujero que tapó mediante la aportación de otros fondos que lo respaldaron. En total las pérdidas en el sector se estiman en el orden de 6 mil millones. Toda la artillería se usó por ambas partes; unos ganaron y otros perdieron. GameStop eventualmente quebrará. La sociedad no mejoró ni un ápice.
Esto no descalifica, de ninguna manera, el hecho de que se desenmascaró, otra vez, el poder detrás de las grandes instituciones financieras, poder que no debe sorprender a nadie, sólo eso falta, y, también, las reglas y la permisividad en el que todo el tinglado se sostiene.
Este caso ocurre al mismo tiempo en que los mercados de valores como Wall Street están altamente sobrevaluados, los papeles se intercambian una y otra vez y, como ocurrió con GameStop y los miles de millones de dólares que todo eso involucró, ni un solo dólar se destina a la inversión productiva. Y los reguladores hacen el trabajo que los legisladores avalan. El sistema está carcomido. Muy pocos consiguen que D-D^, pero el impacto negativo es enorme.