Me at the zoo, un video de 19 segundos subido a YouTube en 2005, fue el inicio de la plataforma que a la postre se convertiría en un amplio negocio de mercadotecnia: el mercado de los influencers. El año pasado, mientras la crisis por coronavirus tiró el consumo a nivel mundial, pagar a celebridades para que promocionen un producto movió 9 mil 700 millones de dólares, reporta Statista.
De acuerdo con el portal, la mercadotecnia con influencers triplicó su valor en los últimos tres años. Eso sólo en la intermediación, adicional está el pago que los youtubers, instagramers o tiktokers –como se les denomina dependiendo de la plataforma que usen– reciben directamente por su contenido monetizado; a ello también se suman las donaciones que éstos piden a sus espectadores.
El volumen de dinero que se mueve a través de estas plataformas, en teoría, está sujeto a la regulación tributaria como cualquier trabajo. Sin embargo, en México, la tasa cero que se establece para “aprovechamiento en el extranjero” deja una puerta abierta a la simulación en el pago de obligaciones, explicó Ignacio Rivero Celorio, coordinador fiscal del Colegio de Contadores Públicos de México (CCPM).
Daniel Mena, director ejecutivo y cofundador de Effect, agencia que se dedica a la mercadotecnia con influencers, explica que con las empresas se trabaja desde la recomendación de los perfiles que pueden usar en campañas, los contenidos a realizar; y a los creadores de contenido e influencers se les da representación legal, se gestionan relaciones comerciales y se les da asesoría financiera, fiscal, contable.
En YouTube, Instagram, Facebook, Twitch, Twitter y TikTok hay de todo; quienes muestran un estilo de vida o quienes tienen algún talento. Se encuentra contenido de cocina, de cómo verse bien en Zoom, de consejos financieros; también hay canales de brujería moderna, de cine, política, agricultura e incluso la pandemia de Covid-19 visibilizó a youtubers médicos.
En una oferta tan vasta, Mena explica que un canal no necesita un alcance tan grande para ser negocio. Al final, lo que se vende es la credibilidad, el fenómeno de boca en boca, “una recomendación de alguien que conoces, de alguien cercano”, detalla. Así que una cuenta de 10 mil seguidores que sea autorizada en el campo de lo que se quiera vender es rentable.
Antes pensado como un espacio exclusivo para jóvenes, ahora entre los youtubers se encuentra una jugadora de videojuegos de 90 años en Japón, un grupo de alemanes de más de 65 que también se graban jugando, incluso la plataforma destaca el caso de Tito Charly, un señor en México que perdió su empleo como empacador en un supermercado y ahora cocina frente a la cámara.
Por lo pronto, la consultora Markets and Markets estima que en 2025 se muevan 24 mil 100 millones de dólares en el mundo por la mercadotecnia con influencers.