Pocas instituciones educativas han tenido una historia tan azarosa como la Escuela Normal Superior de México (ENSM). Sus orígenes se remontan a fines del siglo XIX, cuando dentro del gobierno porfirista Justo Sierra proyectaba la nueva Universidad Nacional que habría de sustituir a la Real y Pontificia, que se fundó a mediados del siglo XVI.
En el plan de Sierra se creaba una Escuela Normal para Profesores, inspirada en las francesas. Curiosamente la juntaba con la Escuela de Altos Estudios (Filosofía y Letras). Ambas tenían objetivos diferentes, pero funcionaron durante muchos años con el mismo director y en las mismas instalaciones.
En 1929, el presidente Emilio Portes Gil las separó y estableció la Escuela Normal Superior. En 1936, por acuerdo del general Lázaro Cárdenas, pasó a depender de la Secretaría de Educación Pública y se dedicó a formar maestros de secundaria. Por varias décadas se organizaron cursos intensivos de verano e invierno a los que asistían profesores de los estados a quienes se les otorgaban plazas en secundarias del país cuando se graduaban.
Así pasaron los años y para 1968 se habían creado 16 normales superiores en el país que llevaban el mismo plan de estudios. En el bienio 1972-74 comenzó una ambiciosa reforma académica y administrativa en la que se realizaron seminarios y miles de encuestas. La culminación fue la IX Asamblea Nacional en Chetumal, Quintana Roo. El resultado era la aportación de los maestros a la reforma y en el ciclo 1975-76 se comenzó a aplicar en las secundarias de todo el país y de todo tipo: técnicas, pesqueras agropecuarias, telesecundarias, industriales y muchas más.
Paralelamente, una organización estudiantil disidente se opuso a la aplicación de la reforma y organizó mítines y marchas a las que se unieron obreros y grupos inconformes. Después del conflicto comenzó la descentralización y ya no se tomó en cuenta a la ENSM. La limitaron al Distrito Federal y se llevaron las funciones a Sonora y Querétaro. Un tiempo se cerró y la cambiaron de sede a Azcapotzalco; a pesar de todo, la institución permanece como la gran forjadora de maestros y ahora está nuevamente en proceso de renovación.
Esperamos que ésta incluya la restauración de las extraordinarias instalaciones que construyó en 1946 Mario Pani, uno de los mejores arquitectos mexicanos, en un enorme predio en la calzada México-Tacuba.
Se formó en París y regresó a México con las ideas de la arquitectura moderna que habían surgido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. De inmediato despertaron su interés las manifestaciones artísticas que aquí nacieron tras la Revolución.
Pani diseñó un amplio foro al aire libre, en forma de abanico, rodeado por unas construcciones con pasillos y columnas que alojan los salones de clase. Como telón de fondo, José Clemente Orozco pintó en el escenario un mural de proporciones monumentales: ¡380 metros cuadrados!, titulado Alegoría nacional.
La fachada principal tenía una torre de 10 pisos y a los lados unas construcciones bajas, decoradas con altorrelieves del escultor Luis Ortiz Monasterio, en un estilo muy representativo de la visión nacionalista que hubo durante esa época.
La torre tuvo que ser demolida porque estuvo a punto de desplomarse por los temblores de 1985. Afortunadamente los altorrelieves se conservaron. El resto de las instalaciones están salpicadas entre zonas jardinadas, todas, buenas muestras de arquitectura moderna.
El diseño incluía los sistemas educativos más innovadores con seis escuelas de todos los niveles dentro del campus para que ahí mismo pudieran hacer sus prácticas los futuros maestros. Varias de estas edificaciones han desaparecido o se han transformado.
Sin embargo, la antigua ENSM es una obra soberbia que habla de un tiempo en que se dio gran importancia a la formación de los maestros. Ahora se busca retomar esos principios, ojalá sea en serio y a los profesores se les vuelvan a proporcionar espacios dignos para su adecuada preparación.
Muy cerca de la Normal, en el 275 de la Calzada México-Tacuba, está Chano y Chon, que desde hace 53 años ofrece de los mejores tacos de la ciudad: chuleta, bistec, costilla y pastor. Dos lujitos: la sopa azteca y los tuétanos al carbón.