“Queremos calabazas, no más hormigón”. Las reivindicaciones de los vecinos de Aubervilliers, un suburbio al norte de París, se mezclan con el cacareo de un gallo en un huerto urbano amenazado por la construcción de un centro acuático para los Juegos Olímpicos de 2024.
El ayuntamiento de Aubervilliers planea edificar esas instalaciones en lo que ahora es un estacionamiento, que servirá como piscina de entrenamiento para los nadadores de la justa. Pero el proyecto devora 4 mil metros cuadrados de terrenos de las huertas porque incluye un área de ocio y un solárium “mineral y vegetal”.
“Un solárium mineral, hablando claro, es una terraza para broncearse”, masculla Viviane Griveau-Genest, que prefiere “estar con las manos en la tierra” recogiendo sus hortalizas.
Con el fondo de las altas torres de alojamientos sociales y el ruido del estacionamiento vecino, los opositores al proyecto se niegan a abandonar los 26 mil metros cuadrados de “jardines obreros” que existen desde hace casi 100 años.
“Ya teníamos el coronavirus y parece que ahora tenemos una nueva pandemia: la del hormigón. Lo impregna todo”, refunfuña Gerard Muller, vicepresidente de la asociación Jardines Obreros de las Virtudes, la cual administra el terreno dedicado al cultivo desde 1935.
Divididos en 85 parcelas, dentro de tres meses los jardines perderán 18, entre ellas la de Viviane. Pero como esta treintañera, muchos de los hortelanos y ecologistas del lugar se niegan a abandonar el predio.
Corroídos por el desarrollo urbano de este suburbio obrero de 90 mil habitantes en la periferia de la Ciudad Luz, las huertas de Aubervilliers van a perder una hectárea en total: los 4 mil metros cuadrados del centro acuático y 6 mil más tras los Juegos Olímpicos para construir una estación del Grand Paris Express, la futura red pública de transporte de la capital.
Camille Vienne-Thery, responsable del proyecto en Grand Paris Aménagement, la sociedad a la que pertenece el terreno, afirma que los jardineros serán realojados “en un campo de futbol actualmente abandonado, donde podrán replantar sus cultivos”.
“Pero la tierra no la voy a recuperar. Las lombrices no me las puedo llevar en los bolsos, no tengo un camión de mudanzas para lombrices”, replica Viviane.
Afp