Ante la difusión de información no confirmada sobre el estado de salud del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, escribió un tuit la mañana del 29 de enero, en el que mencionó a cadenas virtuales sobre la salud del mandatario, como “versiones de mala fe y desinformación con intenciones políticas de dañar la imagen del Presidente”, y llamó a que las personas y los medios sólo compartan los datos oficiales.
En efecto, el presidente López Obrador anunció el pasado 24, que había dado resultado positivo a la prueba de Covid-19, y desde un día antes ha estado en confinamiento en Palacio Nacional. El mandatario ha expresado también que a la epidemia del coronavirus en México se agrega una nueva: la de las noticias falsas o “infodemia”, término que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asignado para definir este fenómeno. AMLO sostuvo que ese “virus” produce desinformación y alarma, lo cual afecta la convivencia social.
Entre la tarde del 27 de enero y el transcurso del 28 se difundieron, vía WhatsApp, rumores en los que se aseguraba que el padecimiento que tenía el Presidente no era el de Covid-19, sino que había tenido un accidente cerebro-vascular, algún problema neurológico o una parálisis. Las reacciones ante el tuit del funcionario son, en general, de internautas que solicitaban aclaración de información precisa respecto al estado de salud de López Obrador, pues decían que si algunas personas o medios estaban difundiendo información imprecisa, era porque no existía información oficial de parte del gobierno.
Al respecto, durante el informe de Covid-19 del día 28, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, mencionó que el presidente Andrés Manuel López Obrador “estaba prácticamente asintomático y muy animado”. Y lo mismo repitió, con satisfacción, el 3 de febrero.
Durante el periodo en que el mandatario ha estado en confinamiento, Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, lo ha sustituido en las conferencias mañaneras. Antes, en la conferencia de informe sobre Covid-19 del 25 de enero, López-Gatell explicó que tanto los datos del desarrollo de la enfermedad del Presidente como los de su proceso de recuperación, no se harían públicos, por respeto a su privacidad.
La reaparición del presidente López Obrador, el domingo 31, tras cinco días de confinamiento, era más que necesaria, pues los rumores sobre su salud perturbaban a millones de mexicanos. Urgía una vacuna efectiva contra los rumores, y ésa sólo la podía inocular el propio mandatario.
Naciones Unidas ha lanzado una campaña mundial contra la infodemia con el nombre de Verified (verificado), añadiendo que en México se ha tenido que hacer un esfuerzo para la adaptación de la plataforma a escala local. Todas las personas tenemos la responsabilidad de reflexionar antes de compartir una información. Tenemos que considerarla y difundirla sólo si estamos seguros de compartirla.
Ante la pandemia, es fundamental no generar miedos sin fundamento, ni teorías de la conspiración. Ante cualquier duda sobre aquélla, tanto el público como los medios de comunicación se pueden acercar a la ONU a través de correo electrónico o por WhatsApp. Quienes difunden noticias falsas “pueden hacerlo por ignorancia”, incluyendo a periodistas. Pero hay información que no es ingenua, que es a todas luces malintencionada, y con ella se busca legitimar cosas injustificables que terminan dañando. La sobrexposición informativa que sufrimos con el virus está plagada de noticias falsas, rumores, seudociencia o descontextualización.
Desde las primeras semanas de propagación del virus, la OMS puso en marcha el programa piloto EPI-WIN, que tenía como objetivo garantizar la veracidad de la información oficial comunicada al público. Sin embargo, no hay vacuna informativa capaz de superar en estos momentos la fuerza viral de la incertidumbre en una esfera pública digital, donde las noticias falsas tienen 70 por ciento más de probabilidades de ser retuiteadas que las verdaderas.
Toda desinformación lleva implícita una intencionalidad. Pero, ¿quién y qué intereses se esconden en todas estas versiones detrás de esta manipulación? La respuesta es tan variada como la producción desinformativa que genera. Las noticias falsas están ahí porque ya existían antes de Twitter. Pero su capacidad de penetración se ha multiplicado, no sólo por la potencia amplificadora de las redes sociales, sino por la predisposición de muchos usuarios a creérselas y compartirlas.
Es necesario reforzar nuestras defensas. Recuperar la credibilidad de la información y de las fuentes que la generan. La restauración de la salud pública pasará también por recomponer la salud informativa.