Río de Janeiro., Una película sobre Héctor Babenco, escogida como candidata de Brasil a los Óscar, muestra la extraordinaria convivencia del director argentino-brasileño con un cáncer al que combatió durante casi la mitad de su vida con una inagotable creatividad, hasta su muerte en 2016, a los 70 años.
El cineasta, recordado por filmes como El beso de la mujer araña (1985) o Carandiru (2003), “no quería partir, estaba siempre armando guiones para sobrevivir”, cuenta su viuda y directora del documental, Bárbara Paz.
Babenco-Alguém tem que ouvir o coração e dizer: parou (Babenco -Alguien tiene que oír el corazón y decir: paró), evoca en tono intimista los recuerdos, los sueños y las pesadillas del creador y el resultado, cuenta Paz, sorprendió incluso a las personas que más creían conocerlo.
“Héctor tenía varias capas, varios escudos, era conocido como alguien bravo, gruñón e inteligente”, pero “esta película acercó al espectador al ser humano del cual me enamoré y de quien querría que todos se enamorasen”, afirma.
Babenco se estrenó en noviembre en Brasil, con varios meses de atraso por la pandemia de coronavirus. Pero ya venía coleccionando premios desde 2019, como el del Mejor Documental en el Festival de Venecia y el Bisato d’Oro de la crítica independiente de ese año.
Para los Óscar fue presentada en dos categorías: mejor película internacional y mejor documental. Una preselección de 15 filmes se dará a conocer el 9 de febrero y la lista final se anunciará el 15 de marzo.
Sin melodrama
La filmación arranca en 2010 y se intensifica en el último año de vida del director, sin ceder nunca al dramatismo al que el tema se prestaba.
“Héctor me mataría, porque detestaba eso”, bromea Paz. “Entonces en el montaje, si se llegaba a momentos de mucho melodrama, daba un paso atrás. Porque él era así, tenía mucho humor, en cualquier circunstancia. Era alguien vital”.
Paz y Babenco se conocieron en 2007, en la Feria Literaria Internacional de Paraty en Río de Janeiro.
“Pienso que le aporté un poco de energía y él me aportó cierta calma” dice Paz, de 46 años, conocida en Brasil como actriz, que hasta ahora sólo había pasado detrás de las cámaras para realizar algunos cortometrajes.
Babenco “estaba siempre al borde de la muerte y nunca se moría. Entonces a todos les parecía que no se moriría nunca”, recuerda.
Cierta vez, hospitalizado en un estado de gran debilidad, vio a un hombre con una maleta que “no era un cura ni un médico”. Pero no había nadie y su esposa le preguntó: "¿Héctor, no habrá sido la muerte? ¿No fue un miedo, un sueño tuyo?”.
Y Babenco tuvo en ese mismo instante la idea de un personaje, la muerte con una maleta, que sería encarnada por Selton Mello en Mi amigo hindú (2015), el último filme del realizador, con Willem Defoe en el reparto.
“Un andariego”, brasileño por opción
Babenco nació en Mar del Plata (Argentina), en una familia de migrantes judíos. En los sesenta fue a vivir a Brasil y se naturalizó brasileño. También residió en Francia, Italia, España y “hasta aprendió a hacer cine como figurante en películas de Orson Welles”, cuenta Bárbara Paz.
Babenco “decía que no tenía raíz, que era un andariego, un beatnik y eso lo lastimaba un poco”, prosigue.
“Los brasileños dicen que soy argentino y los argentinos que soy brasileño”, comentaba con resignación Babenco, quien, sin embargo, “se sentía brasileño por opción”.
“Que esta película haya sido escogida [para representar a Brasil] es el mejor homenaje que podría hacérsele”.
El propio Babenco explica en la película su atracción por este país. “En Brasil, la realidad supera a la ficción en una proporción mucho mayor que en Argentina; es más rica, más contradictoria, más caótica”.
Bárbara Paz no se atreve a conjeturar lo que Babenco diría del Brasil actual, pero relata las dificultades del mundo de la cultura bajo el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
El documental, por ejemplo, fue financiado inicialmente por ella misma y luego recibió apoyo de algunos productores privados. En la promoción para el Óscar, no recibió un céntimo del gobierno.
Otra películas , como Bacurau y Vida invisível, recogieron varios premios internacionales en los pasados años, “pero nunca una felicitación” oficial.
“Los artistas nos hemos convertido en los malos (...). Pareciera que nuestro presidente teme a los artistas, porque conoce nuestra potencia”.
Pero no se deja abatir. “Es triste, pero sabemos que esto tendrá un fin. Y los artistas nunca pararon y no pararán ahora", afirma.