Insisto en el asunto de las vacunas para Covid-19 tratado en la nota de 21 de enero, ya que, desde entonces al menos, domina el diálogo global sobre la pandemia. Quizá desde mediados del siglo XX, con la vacuna Salk para la poliomielitis, ningún avance en la prevención de una dolencia universal había atraído tal grado de atención en el mundo. Con menor insistencia de la deseable, se ha hecho notar la desalentadora paradoja que encierra la actual situación: alcanzar los acuerdos diplomáticos para una distribución razonablemente equitativa de las vacunas ha resultado mucho más arduo y elusivo que conseguir la enorme hazaña científica que permitió disponer de vacunas seguras y efectivas antes de un año del reconocimiento, por la OMS, que se enfrentaba una nueva pandemia. En otras palabras, aunque en gran medida las vacunas han sido producidas gracias al financiamiento público de los esfuerzos de investigación y desarrollo de los laboratorios, no se les considera un bien público, como exigiría también la gravedad de la pandemia, sino que son objeto de apropiación privada por las trasnacionales farmacéuticas.
La pugna por la distribución global de la vacuna dista de haberse resuelto, a pesar del acuerdo de este fin de semana entre la Comisión Europea y AstraZeneca, tras el más vistoso y publicitado de los conflictos recientes. Otras cuestiones presentes en la discusión son las dificultades para producir la cantidad de vacunas ofrecida en cartas de intención o contratos, preliminares o definitivos, y para respetar los tiempos de entrega previstos; la aparente lentitud en acelerar el desarrollo de vacunas, que apenas ronda la media docena, agravada por el anuncio de por lo menos dos grandes laboratorios, del abandono de sus esfuerzos de desarrollo de vacunas propias, y las informaciones a veces contradictorias sobre su efectividad ante las variantes del virus, surgidas o identificadas en algunos países.
Fue muy comentado el desacuerdo entre AstraZeneca y la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen. La comisión entendió que la empresa favorecía las entregas al Reino Unido y relegaba las destinadas a la UE y, en un momento álgido, aludió a la posibilidad de evitar la exportación de vacunas producidas en territorio de la unión. Se acordó finalmente un nuevo calendario de entregas que supone cierto retraso en el avance de los planes nacionales de vacunación de los 27.
El ritmo de aumento de la producción de algunas de las vacunas, cuyo uso de emergencia ya ha sido autorizado por los países que lideran las campañas nacionales de vacunación, sobre todo en Norteamérica y Europa, ha resultado menor al previsto inicialmente. Los atrasos se han originado, por una parte, en el ajuste de las líneas de fabricación con el objetivo de expandirlas y, por otra, ante el aumento súbito de la demanda, en la escasez de algunos de los insumos para la producción. Se advierte tensión entre el sentido de urgencia de disponer cuanto antes de las vacunas y el tiempo que reclama la ampliación de la capacidad de producción de las ya autorizadas y la aparición de biológicos adicionales. Además, la oferta mundial está de hecho dividida en por lo menos dos segmentos: las provenientes de China y Rusia, y las fabricadas en los laboratorios trasnacionales de Occidente. Sólo el manejo multilateral, propuesto por la OMS/Covax, puede unificar la oferta global de vacunas y racionalizar su distribución en el planeta.
Es muy insuficiente lo que se sabe de los contratos de suministro de vacunas que han firmado los laboratorios trasnacionales con gobiernos nacionales, a pesar de que la Comisión Europea –como parte de su diferendo con AstraZeneca– publicó el contrato en cuestión, suprimiendo la información sensible comercialmente. Por otra parte, el contrato entre la comisión y CureVac se entregó al Parlamento Europeo a mediados de enero, con supresiones que equivalen a una cuarta parte de su texto y a dos terceras partes de sus anexos. Grupos parlamentarios habían demandado pleno acceso a los contratos, dado que “existe un evidente interés público en la divulgación de estos documentos y los representantes de los ciudadanos europeos tienen derecho a conocerlos, dado que se han invertido 2 mil 850 millones de euros provenientes de fondos públicos” (“Covid vaccine contract: nearly a quarter obscured”, Euractiv, 22/I/21, www.euractiv.com)
En una conversación con Martin Wolff, del Financial Times, la directora-gerente del FMI, Kristalina Georgieva, señaló (17/I) que es preciso ir más allá de las vacunas. “Aunque la necesidad de cooperación en materia de vacunas es evidente, las vacunas no se inyectan ellas mismas. Se requiere de sistemas de salud”, sumamente débiles en muchos países pobres. “Esta crisis no borrará en forma mágica las muchas cicatrices que ha dejado. Para conseguirlo, la cooperación global resulta esencial.” En los años de la pandemia, el segundo de los cuales se inicia, la cooperación no ha abundado.