Su ingreso al Reclusorio Norte estaba previsto desde mediados de diciembre pasado, pero entre los trucos legaloides de sus abogados, que retrasaron la extradición, y los jaloneos judiciales con la autoridad española, sólo hasta ayer la Fiscalía General de la República (FGR) logró traer de regreso y enchiquerar al mafiosi Alonso Ancira, quien no consiguió el preciado amparo –clásica jugada de los delincuentes de cuello blanco para evitar la acción de la justicia– que le permitiera seguir su proceso penal cómodamente en casa. Lo que sí intenta ahora, lágrimas de cocodrilo de por medio, es que el juez de la causa considere su edad (65 años) y el “grave riesgo de contagiarme por Covid-19” en la cárcel para que lo envíe a su domicilio, o cuando menos a una suite de lujo en un hospital privado.
El ex dueño de Altos Hornos de México solía viajar en una interminable caravana de camionetas blindadas –llenas de guaruras y achichincles– de su propiedad para presumir su “importancia”, pero ahora –las vueltas que da la historia– repite el ejercicio en vehículos de la FGR y en calidad de detenido, pues del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México lo llevaron directamente al Reclusorio Norte, donde deberá enfrentar las acusaciones en su contra y pagar las múltiples tropelías por él cometidas.
A la FGR le llevó alrededor de 21 meses traer al empresario mafiosi de regreso (fue detenido en Palma de Mallorca, España, en mayo de 2019, acusado de asociación delictuosa y operaciones con recursos de procedencia ilícita) y depositarlo en una cárcel mexicana. El empresario fue enchiquerado en aquella ciudad española, para después gozar de libertad bajo fianza y de ahí nuevamente a la cárcel. Sus abogados lograron retrasar y complicar el proceso, pero no evitar su extradición y reclusión en México (¿le habrá propuesto a Gertz Manero encender el ventilador a cambio de libertad o prisión domiciliaria, como lo hizo Emilio Lozoya?).
Sobre el caso de Ancira, en la mañanera de ayer la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, repitió lo que ha reiterado el presidente López Obrador: “que devuelva lo que no le corresponde, que devuelva lo que fue materia de corrupción y que enfrente, sí, su proceso, pero también que tengamos la posibilidad de que se devuelva al erario y a la nación lo que ilícitamente se llevaron y no les correspondía”.
Se trata de los 200 millones de dólares que Alonso Ancira ilegalmente se embolsó, en contubernio con Emilio Lozoya, en la venta de Agronitrogenados, una ex paraestatal privatizada (“por no ser estratégica”) a su favor por Carlos Salinas de Gortari, empresa que en ese momento producía cerca de 3 millones de toneladas anuales de fertilizantes. Como parte de la historia, hay que recordar que por la venta de 13 plantas de Fertimex el Estado recibió 317 millones de dólares. Más de dos décadas después, el citado empresario la vendió al gobierno –pura chatarra– en más de 400 millones de billetes verdes.
Queda la esperanza de que Alonso Ancira sólo sea el primero de una larga lista de empresarios y políticos coludidos para desfalcar a la nación. Que no sea utilizado como “advertencia” y/ o “ejemplo” para otros integrantes de la mafia de cuello blanco, tal cual procedió Salinas de Gortari en su triple golpe de 1989 ( La Quina, Eduardo Legorreta y Carlos Jonguitud) para que todo el mundo se alineara.
Y otra excelente noticia es la detención del fétido pederasta y torturador Mario Marín, ex gobernador “precioso” priísta de Puebla, acusado, entre muchísimas cosas, de cometer actos de tortura en contra de la colega Lydia Cacho y de formar parte de una red de pederastia en la que se encuentra involucrado el empresario Kamel Nacif.
¿Qué dirá ahora Emilio Gamboa Patrón? ¿Dónde andas, cabrón? ¿En la cárcel, ¡papá!?
Las rebanadas del pastel
Habrá que poner en alerta a los gastroenterólogos, porque todos aquellos odiadores y fabricantes de noticias falsas que aventaron mugre por doquier y ácido a más no poder contra la vacuna Sputnik V ahora se la tienen que tragar completita, con los severos estragos estomacales que para ellos implica.