Tras el incendio del puesto central de control 1, el pasado 9 de enero, la operación de las principales líneas del más importante medio de transporte de la CDMX sigue afectada. Es cierto que se ha reanudado parcialmente el servicio en la línea 1 y 3, pero la 2 sigue suspendida. Una interrupción de tal relevancia no ha llevado a que el gobierno de la ciudad reconozca los innegables errores que se han cometido en esta gestión de la empresa y, por supuesto, los errores de quienes han tenido a su cargo al gobierno y a esta empresa y que hoy ocupan puestos relevantes en el gobierno federal y en el de la propia Ciudad de México.
La actual directora ha reconocido explícitamente, en una entrevista publicada en Reforma (Ciudad, 26/1/21, p. 3), que el Metro tiene “una obsolescencia de fondo, porque no ha tenido un mantenimiento continuo”. Este reconocimiento implica a las últimas administraciones del Metro y, por supuesto, a los respectivos jefes de Gobierno. No puede soslayarse que desde 1998 gobierna en la ciudad la izquierda. No el PRD, sino una izquierda encabezada por Cárdenas, López Obrador, Ebrard y Sheinbaum y también Mancera, quien fue el candidato de Ebrard y por eso llegó a la jefatura de Gobierno.
23 años de gestión de esta izquierda partidaria debieron haber evitado esa “obsolescencia de fondo” y no sólo no lo hicieron, sino que condujeron al Metro, según dijo F. Serranía, con una “visión tremendamente equivocada”. Como he mencionado, los gobiernos perredistas sólo construyeron una línea del Metro, la 12 que, como sabemos, constituye una marca infame para las administraciones de la empresa y también para los gobiernos de la ciudad. Decidida, construida e inaugurada en el gobierno de Ebrard, con una falla fundamental de origen: la incongruencia entre las vías y los trenes, la línea cerró poco después de ser inaugurada, afectando a cientos de miles de usuarios diarios.
Así que sin haber hecho crecer la red, salvo los kilómetros de la línea 12, los gobiernos de la ciudad y los directores del Metro surgidos de la izquierda no evitaron que la operación cotidiana, en la que se transportan cerca de cinco millones de personas, estuviera en permanente riesgo de suspensión. Serranía argumenta que los problemas del Metro no se deben a falta de presupuesto, sino a una visión equivocada. Según ella, los planes maestros hablaban de construcción de nuevas líneas, pero no consideraban su modernización. Luego de 23 años, ya podían haber resuelto un plan maestro que considerara todas las acciones necesarias para que el Metro funcionara perfectamente y creciera a los tamaños que demandan los millones de viajes diarios que ocurren en esta ciudad.
Claudia Sheinbaum, en los festejos por los 50 años del Metro, señaló que esta empresa pública “es un orgullo de la ciudad, de la ingeniería mexicana y del país”. Esto fue indudablemente cierto: en su historia nuestro Metro abrió rutas que modificaron el funcionamiento de los metros del mundo, como por ejemplo la incorporación de mujeres al puesto de conductor, las técnicas para la dosificación de usuarios o las terminales con tres vías y dos andenes, que redujeron sensiblemente el tiempo de recorrido en la terminal. El STC Metro aportó a la ingeniería del transporte, pero hace mucho que dejo de hacerlo y no se debe a la falta de capacidad de creación en materia de ingeniería, sino a la gestión de la empresa.
Ahora resulta que esta administración ha descubierto que es indispensable migrar de sistemas electrónicos a digitales, hacer la reingeniería de los procesos y de la capacitación del personal y que hace falta una cultura del trabajo que involucre a los trabajadores en el cambio de paradigmas. Esto era claro hace 20 años y no se ha hecho. La irresponsabilidad de la administración de la empresa y los gobiernos de la ciudad, así como de los legislativos que han resuelto los presupuestos que los gobiernos en turno pidieron para el Metro para resolver lo que realmente era necesario para garantizar una operación eficiente.
Hace 20 años, el STC Metro se comparaba con los de Nueva York, Sao Paulo, París, Londres, Berlín, Hong Kong, Moscú y Tokio. Hoy estamos a años luz de distancia. El problema es que el gobierno de la ciudad, la dirección del Metro, los diputados electos, siguen si entender que el Metro es la única posibilidad para que el funcionamiento de la ciudad sea eficiente. Las líneas del Metrobús son paliativos que, como hemos podido constatar, no resuelven el problema, sino apenas lo aligeran.
Por supuesto que debía haberse actuado congruente y consistentemente desde hace años, lo que no hicieron incluso quienes hoy gobiernan, pero es el momento de corregir y poner en el centro de la construcción de una metrópoli sustentable y eficiente al Metro. Por el bien de todos, habría que hacerlo ya.