Fue el Estado. Lo dicen los mismos informes del Estado y lo corroboran testigos presenciales. A las 7 horas del día 14 de agosto de 1983, el sector especial del Departamento de Investigación e Información Foránea de la Dirección Federal de Seguridad, que operaba en Juchitán, informaba lo siguiente: “El profesor Víctor Pineda Henestrosa fue detenido por elementos del undécimo batallón de Infantería con base en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, en el parque Revolución de esta localidad, desconociéndose hasta la fecha su paradero”. El informe no habla de las circunstancias de la detención-desaparición porque no se ocupa solo de este suceso, sino de las actividades de la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (Cocei), de donde el profesor era dirigente campesino y que, en esos tiempos, según el Plan de Seguridad Oaxaca, representaba un gran riesgo por su “línea dura”.
Pero lo que no dice el informe policial lo denunciaron muchos testigos de la detención-desaparición y quedó asentado en varios documentos. Uno de ellos es la averiguación previa 388/979 que el 11 de agosto de 1979 levantó ante el agente del Ministerio Público de Juchitán su esposa, la profesora Cándida Santiago Jiménez. En ella se asienta que a las 10 horas del 11 de julio de 1978, sobre la calle Allende, en el municipio de Juchitán, una camioneta Combi naranja se atravesó al Volkswagen del profesor Víctor Pineda Henestrosa y de ella descendieron seis personas armadas, cuatro portando traje militar y dos vestidas de civil, que de inmediato sacaron al profesor de su automóvil y lo subieron a la Combi partiendo con rumbo desconocido. Entre quienes se llevaron al profesor los testigos identificaron al sargento segundo Gabriel Espinoza Peral, porque era originario de Juchitán. Nadie investigó.
El secuestro y desaparición del profesor Víctor Pineda Henestrosa –Víctor Yodo, como es conocido entre la población, por el apodo de su tatarabuelo Isidoro López que fue pasando de generación en generación– causó conmoción y desde entonces, paradójicamente, se encuentra más presente que nunca entre sus paisanos. Hijo del señor Adolfo Pineda López y la señora Lucinda Henestrosa, nació el 29 de julio de 1943. Era muy niño cuando sus padres se separaron y él se quedó con su madre, teniendo que trabajar para sortear los problemas de la vida. Como había estudiado la secundaria entre 1962 y 1964 el municipio lo contrató como profesor en la escuela municipal; después emigró al Distrito Federal, donde vivió la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. Regresó a Oaxaca y trabajó en el hotel Virreyes, después ingresó al Centro Único de Capacitación del Magisterio a prepararse como profesor.
En 1975 regresó al Istmo y estuvo trabajando en la escuela primaria “Patria”, del municipio de Tehuantepec. Más tardó en instalarse que los campesinos en ir a buscarlo para que los orientara en la defensa de las tierras comunales que estaban siendo acaparadas por los caciques y pequeños propietarios, porque la presa Benito Juárez, construida en Jalapa de Márquez, las iba a irrigar y por lo mismo aumentaba su valor. Tal vez pensando en controlarlo, el gobierno lo nombró jefe de la Promotoría Agraria de Juchitán, donde inició una investigación del usufructo parcelario. En 1977 dejó la Promotoría Agraria y se integró abiertamente al movimiento campesino, como líder de la Cocei, que tantas batallas encabezó en aquellos años en defensa de las tierras comunales, el derecho de los jóvenes a la educación y la democratización del poder municipal.
Su secuestro y desaparición aconteció faltando unos días para el cambio de comisario de bienes comunales, por lo que se piensa que lo hicieron para evitar que incidiera en el proceso o incluso lo nombraran para ocupar el cargo. Desde entonces sus familiares y amigos no han cesado de exigir su presentación, convencidos de que se trata de un crimen de Estado del cual el Ejército no es ajeno. Después de 42 años de los sucesos, la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación ha aceptado que la fiscalía federal abra una investigación. Los familiares y amigos del profesor Víctor Pineda Henestrosa –Víctor Yodo–, por su parte, exigen que la investigación incluya al Ejército federal y se abran los expedientes de esta institución para saber quién o quiénes ordenaron su detención-desaparición, se castigue a los responsables y se repare el daño causado.
En Juchitán mucha gente se encuentra a la expectativa de lo que suceda. A pesar de los años siguen esperando su regreso. En 2001, cuando los zapatistas pasaron por el Istmo durante la Marcha del color de la tierra, muchos de los que acudieron a recibirlos lo hicieron pensando que el subcomandante Marcos podría ser él, perdieron la esperanza cuando lo escucharon hablar en español, no en zapoteco. Pero no pierden la esperanza de volverlo a ver. En cada reclamo político que sus paisanos formulan, una consigna de hace décadas se sigue escuchando: ¡Y eso no es todo … Falta Víctor Yodo!