Ciudad de México. El gran reto del bailarín jalisciense Martí Gutiérrez Rubí (Zapopan, 2003) es lograr hacer magia en el escenario, “que se vea fácil” interpretar coreografías que requieren mucha técnica y tiempo de ensayos; sobre todo, “no quedarse estancado” en una carrera que inició a los tres años.
Así lo narra el artista, quien esta semana participará en la edición 49 del Prix de Laussane, uno de los concursos internacionales de danza de mayor prestigio en el mundo, dedicado a impulsar jóvenes talentos.
De 399 candidatos, Martí forma parte del selecto grupo de 82 participantes provenientes de 20 países; es el único mexicano seleccionado este 2021, lo cual fue una sorpresa, dice, pero de inmediato afirma: “He trabajado muy duro”.
En entrevista telefónica desde Suiza, Martí cuenta que hace un año no imaginaba que pasaría tantos meses confinado debido a la pandemia de Covid-19, “pero tuve la gran fortuna de hacerlo en un salón de ballet, con unos pocos compañeros. En mayo pudimos retomar clases, con todas las precauciones, y no tuvimos vacaciones de verano; nos la pasamos trabajando.
“Mi participación en el Prix de Laussane fue inesperada, pero vi posibilidades, además de que esta es mi última oportunidad para concursar, pues el límite es de 18 años. Hablé con mis maestros y me dijeron que lo podíamos intentar, pero que tenía que esforzarme mucho más.
“Estoy muy motivado para seguir trabajando duro, para que valga la pena. Dicen que ya tengo la técnica; ahora debo aprender cómo presentarme, que se vea disfrutable. Claro, todavía hay algunos giros y saltos en los que tengo que trabajar, pues siempre hay algo que mejorar, siempre se puede dar más, pero aquí estoy.”
El bailarín reconoce que el mundo de la cultura y la danza atraviesan por momentos muy difíciles debido a la contingencia sanitaria, “lo cual nos demuestra que no podemos hacer planes, pero ello no implica que dejemos de ser mejores. Hay que tener más ganas de trabajar para demostrar al mundo de lo que estamos hechos los artistas mexicanos, sobre todo ahora que las oportunidades serán más reducidas.
“En eso nos tenemos que enfocar: en no perder la motivación y seguir adelante. Hay que disfrutar también el proceso de formación como bailarines, gozar cada clase, incluso estar adolorido, pues, al final, pasamos más tiempo preparándonos que sobre el escenario frente al público.”
Martí Gutiérrez Rubí reconoce que el apoyo de su familia ha sido vital en su carrera. Inició a los tres años sus aprendizaje de danza en el Ballet de Cámara de Jalisco, motivado por su hermana mayor, que ahí estudiaba.
“Prácticamente me crié en los pasillos de esa compañía –continúa–; entonces, fue muy fácil querer bailar, porque era lo que veía todos los días. A mis padres les encantó la idea. A los 15 años me inscribí en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba Fernando Alonso; al regresar a México, me ofrecieron una beca luego de participar en el Festival Internacional de Danza de Orizaba, y me vine en febrero del año pasado a estudiar al Ballettschule Theater de Basilea, Suiza.”
Martí comenta que en México ha cambiado mucho la forma en la que las personas ven a los jóvenes varones que se dedican a la danza: “Hay más apertura y es mejor visto; nadie debería enfrentar prejuicios para cumplir sus sueños. Ojalá que todas las familias se pudieran acercar más al arte y a esta disciplina; sin embargo, a veces la cultura no llega a todos los hogares, como sí sucede con los deportes”.
En las casi cinco décadas que tiene de realizarse el Prix de Laussane, sólo dos mexicanos han obtenido un premio: Edwin Mota, en 1984, y Fernando Mora Carrillo, en 1993. El año pasado participó la regimontana Almudena Izquierdo.
Sin embargo, tan sólo participar en esa competencia abre a los jóvenes bailarines del mundo un abanico de posibilidades profesionales, pues las compañías más importantes fijan sus ojos en ellos para incluirlos en sus agrupaciones, darles becas o considerarlos de suplentes.
El Prix de Laussane se fundó en 1973, gestionado por el empresario suizo Philippe Braunschweig y su esposa Elvire, preocupados por la falta de apoyo financiero a los jóvenes estudiantes de danza. Solicitaron a la bailarina estadunidense Rosella Hightower y al célebre coreógrafo francés Maurice Béjart que sentaran las reglas de la competencia.
Hoy día el certamen es administrado por el gobierno suizo en colaboración con decenas de patrocinadores y tienen una sede en Tokio, debido a la gran cantidad de solicitudes de bailarines asiáticos.
Todas las etapas del concurso, que concluye el 6 de febrero, se podrán apreciar en la página: https://www.prixdelausanne.org/home/