Fundado en 1971 a iniciativa del ex rector Pablo González Casanova, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha visto pasar por sus aulas a un millón 18 mil 405 estudiantes.
Su modelo educativo basado en el principio de “aprender a aprender” tiene plena vigencia, señaló esta semana el secretario general de la universidad, Leonardo Lomelí, en una sesión solemne del Consejo Técnico del CCH organizada para conmemorar medio siglo de existencia de la institución.
El CCH fue creado, en principio, para atender una demanda creciente de ingreso a nivel medio superior en la zona metropolitana, y al mismo tiempo para resolver la desvinculación existente entre las diversas escuelas, facultades, institutos y centros de investigación de la UNAM, así como para impulsar la transformación académica de la propia casa de estudios con una nueva perspectiva curricular y nuevos métodos de enseñanza interdisciplinarios.
Desde 1953, González Casanova comenzó a escribir y reflexionar sobre un bachillerato que considerara lo esencial de las asignaturas y que desterrara el conocimiento enciclopédico y memorístico.
Sin embargo, fue hasta que llegó a ser rector cuando ese proyecto se concretó. Con la participación de universitarios como Guillermo Soberón, Rubén Bonifaz Nuño y Víctor Flores Olea, González Casanova elaboró el plan de creación de ese sistema innovador que se denominó Colegio de Ciencias y Humanidades.
Los primeros planteles fueron Azcapotzalco, Naucalpan y Vallejo, el 12 de abril de 1971; al siguiente año se abrieron Oriente y Sur.
Con motivo del 50 aniversario del CCH, su director general, Benjamín Barajas, señaló que en ese sistema educativo los estudiantes se forman en valores y principios universitarios, y adquieren una actitud crítica que les permite analizar los diversos problemas, dar una opinión y argumentarla. En tales posturas, novedosas hace medio siglo, el CCH fue innovador y sigue innovando.
La labor pedagógica del CCH está basada en tres principios: aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser. En años recientes se ha pensado que aprender a convivir debe ser otro de los principios importantes que deben formar parte del modelo educativo de esta institución, por lo que podría incluirse en su próxima actualización, añade el director.
El promedio global de aprovechamiento de la generación que concluyó el ciclo anterior en 2020 fue de 8.63, “muy respetable, si se considera que es un bachillerato universitario de exigencia”. Falta reforzar el aprendizaje para que los jóvenes salgan aún mejor preparados en las áreas de matemáticas, lengua materna y ciencias, reconoce Barajas.