La migración mexicana a Estados Unidos ha cambiado radicalmente en la última década; lo que antes eran “trabajadores“ migrantes indocumentados, se han convertido en “residentes” migrantes indocumentados, 80 por ciento de ellos tienen más de 15 años de estancia en el vecino país.
En cualquier nación la visa de “residencia” es la mejor de la visas, pero en el caso de la migración mexicana hay unos 4 millones que se han ganado la residencia a pulso, a lo largo de años y décadas, y ésa será su principal argumento a la hora de la regularización.
Una regularización que los presidentes Bush y Obama prometieron, pero que no se pudo lograr por las trabas permanentes que ponen en el Congreso y en particular los republicanos. Nuevamente se pone en marcha la idea y la propuesta de una regularización con condiciones. Una de ellas será, precisamente, el tiempo de residencia.
La otra, tiene que ver con el “récord” de cada quien: si tuvo problemas con la policía o la justicia, si pagó impuestos, si no engañó al fisco, si tiene en su haber delitos menores o mayores. Un problema que habrá que solucionar es el delito de haber trabajado con un número de seguridad falso, que es el caso de la mayoría de migrantes indocumentados. En muchos casos se considera como suplantación de identidad usar nombres falsos.
Las probabilidades de que salga una reforma migratoria dependerán de los votos en el Senado, se requieren de 60, de los cuales 10 deberán ser de republicanos y 50 de demócratas. Esos 10 votos ya se obtuvieron en el Senado con la propuesta de reforma migratoria integral bipartidista propuesta por los senadores John McCain y Ted Kennedy, pero la propuesta nunca fue debatida en la Casa de Representantes. Fue bloqueada sistemáticamente por los republicanos.
Pero los tiempos han cambiado, los dos años siguientes los demócratas tendrán el control de ambas cámaras y podrían legislar al respecto. Varias circunstancias parecen favorecer esta propuesta.
La primera tiene que ver con la reducción sensible del flujo migratorio mexicano irregular que viene declinando desde 2007. México era el principal aportante de mano de obra barata e irregular, ahora es Centroamérica, en especial Honduras. Esta tendencia a la baja se comprueba con los índices de aprehensiones en la frontera sur de Estados Unidos, de hecho el número de indocumentados mexicanos ha disminuido en aproximadamente un millón y medio.
La segunda tiene que ver con la constatación reiterada de que es imposible deportar a 11 millones de indocumentados. Ni siquiera lo pudo hacer el presidente más antiinmigrante de la historia. Su promesa de deportar a 10 millones quedó muy deslucida. Finalmente, se dio cuenta de que la propuesta iba en contra de sus propios intereses de promover el crecimiento económico de su nación.
De hecho, la deportación ha afectado a familias, muchas de ellas de ciudadanos estadunidenses, lo cual no es, ni ha sido, una medida popular. Tampoco funcionaron las redadas masivas en fábricas, como la que se hizo en Cuatro de cada cinco, que afectó a una pequeña compañía procesadora de carnes, dejando tan campantes a las grandes empresas.
La tercera es una constatación demográfica, la población trabajadora en Estados Unidos se reduce año con año y se estima que para 2025 habrá escasez de mano de obra. A pesar de la pandemia, la economía estadunidense puede recuperarse y ese dinamismo repercute necesariamente en mayores necesidades de mano de obra. Se estima que la pandemia retiró del mercado de trabajo a cientos de miles de personas que ya estaban en edad de jubilarse. Y que no se van a reincorporar cuando la emergencia sanitaria esté controlada.
La cuarta es una constatación de historia reciente. Las últimas caravanas de migrantes han sido detenidas por la Guardia Nacional de México o por la policía y el ejército guatemaltecos. Por lo cual es muy probable que prosiga la migración clandestina, como habitualmente transcurre, incluso en tiempos de pandemia. Pero una llegada masiva de migrantes en caravana a la frontera norte de nuestro país, se vería como amenaza y sería una muy mala señal para empezar a discutir una posible reforma migratoria.
Finalmente, a pesar de la polarización del tema migratorio, la propuesta viene de la mano de un presidente blanco y no tendrá el rechazo que tuvo con Barak Obama.
Pero al fin y al cabo todo son conjeturas. El Partido Republicano se mueve cada vez más a la derecha y no piensa perder la base de más de 70 millones que votaron por Trump.
Por lo pronto, los republicanos de Texas ya están poniendo obstáculos legales a las órdenes ejecutivas de Joe Biden en el tema migratorio. El mismo juego para frenar a Donald Trump ahora funciona a la inversa. De la politización del tema migratorio hemos pasado a la judicialización.