El presidente Joseph Biden pronunció su primer discurso oficial destacando la importancia de la unidad nacional ante una audiencia físicamente distanciada y en una ciudad custodiada por miles de tropas, policías, el FBI, el servicio secreto y guardias nacionales. Cuatro tumultuosos años con Donald Trump como presidente y el asalto al Capitolio el 6 de enero, dejó en descubierto la fragilidad de la democracia en EU. Sectores liberales en los medios expresaban alivio ante el hecho de que el mandato del ex presidente ya había concluido. Aspiraban a que el país recobrara la calma sin un presidente tuitero que apelaba al nacionalismo, el racismo y la xenofobia para dominar el escenario nacional. No obstante, el llamado a la “calma” podría tener un alto costo para el mundo.
En su discurso inaugural y en sus primeros días como presidente, Biden reiteró los tradicionales conceptos asociados con el proyecto “liberal” estadunidense; la transición pacífica del poder, la igualdad de razas y de género. Prometió una lucha eficaz contra el Covid-19, tomar medidas para impulsar la economía, promover una reforma migratoria y enfrentar la supremacía blanca. Aseguró que su “alma entera” está dedicada a “unir a América, unir a su gente, unir a la nación”. Para muchos, el debut de Kamala Harris, hija de inmigrantes y primera mujer de color en la Vicepresidencia, ofreció un importante contraste al racismo que Trump promovió por cuatro años. Con Biden y Harris, parecía que el país había evitado un fascismo estadunidense y ahora podría reasumir la búsqueda de lo que la Constitución estadunidense proclama como una “unión más perfecta.”
Biden expresó una versión de lo que el historiador Jon Higham calificó como el “culto al consenso,” una visión que predominaba cuando el presidente era joven. Esta perspectiva sostiene que EU encarna una serie de valores comunes que incluyen la adhesión a una economía capitalista, el orden constitucional y la igualdad social. Esta visión plantea que tanto la izquierda radical como la derecha reaccionaria representan factores marginales dentro de la política estadunidense. Por lo tanto, nacionalistas, comunistas y radicales, al igual que supremacistas blancos y fascistas, desaparecerían ante el consenso forjado durante la guerra fría.
Otro tema que dominó el discurso de Biden fue la urgente necesidad de que EU reasuma su rol como el llamado “líder mundial”. El mandatario reconoce que las contradicciones internas, políticas y raciales, circunscriben severamente el papel que el país pueda desempeñar a escala internacional. Varias encuestas entre republicanos revelan que la mayoría considera a Biden un presidente ilegítimo, y en el Congreso, la mayoría de los integrantes de ese partido votaron por no aceptar los resultados de la elección, aun después del asalto al Capitolio. En contraste, las relaciones exteriores podrían ofrecer un camino hacia la unidad. Biden quisiera regresar al tiempo durante la guerra fría cuando se proponía que el conflicto entre demócratas y republicanos “termina a la orilla del agua”.
Vale resaltar que el consenso que Biden busca restituir surge durante la guerra fría, y coincidió con la muerte de millones de personas como resultado de intervenciones militares en Guatemala, Cuba, Vietnam, y Chile, por mencionar algunos casos. Al concluir esa guerra, ese consenso llevó a Joe Biden a aprobar el uso de fuerzas en Yugoslavia y votar a favor de las brutales guerras en Irak y Afganistán. Biden fue una figura clave en la guerra contra el narcotráfico, y en especial el Plan Colombia, que militarizó al país y creó un desastre humanitario.
Las declaraciones de Biden sobre su política exterior y su nombramiento de asesores de seguridad nacional escogidos de los principales think tanks de Washington indican que no tienen ninguna intención de repensar los aspectos fundamentales del culto de la unidad y, en especial, la relación entre el neoliberalismo y el uso de la fuerza militar.
Los símbolos militares presentes durante su inauguración nos recuerdan de nuevo que la principal expresión de EU a escala mundial es su poderío militar y económico. La identidad nacional sigue fuertemente asociada al papel de sus fuerzas armadas en continuas guerras, y su papel como representantes del imperio constituyen un fuerte elemento de la unidad nacional. Biden no abandonará los gastos masivos en pro de la “defensa” ni su confianza en soluciones militares que engendran crisis humanitarias.
Por su parte, aun cuando Trump parecía retar la tradicional ortodoxia del libre comercio impulsado por republicanos y demócratas, en la práctica sólo fingió ser antiglobalista, su proteccionismo reflejó posiciones similares a las que tomaron sus antecesores. Aunque tenga un gabinete diverso, incluyendo más gente de color y mujeres, y aun cuando se declare a favor del multilateralismo, Biden tampoco transformará la figura de EU a escala internacional.
Biden ha propuesto una postura de cooperación con América Latina, y, por ahora, su retórica ha sido menos ofensiva. Ha propuesto una reforma migratoria comprensiva con un camino a la ciudadanía para personas en el país antes del primero de enero de este año. En su primer día como presidente firmó una acción ejecutiva que protege a los “jóvenes soñadores”, ordenó el reencuentro de familias que fueron separadas por Trump, y detuvo temporalmente la construcción del muro en la frontera con México. Estos gestos, aun cuando importantes, son simbólicos. Ya los republicanos en el Senado han declarado su oposición a una reforma migratoria integral. Si el presidente no está dispuesto a invertir todo su capital político para impulsar la ley de inmigración, regresaremos al tiempo de Obama, donde se propusieron reformas, pero se deportaron a millones.
En su relación con Venezuela y Cuba, es probable que Joe Biden regrese a la política bifurcada de Obama, quien había reiniciado relaciones con Cuba y visitó la isla, aun cuando impuso sanciones contra Venezuela. Antony Blinken, el nuevo secretario de Estado, ya declaró ante el Senado que apoya las posiciones adoptadas por Donald Trump hacia Venezuela, aun cuando lamentó que hasta la fecha no “habían logrado su objetivo”.
Biden enfrenta un escenario complicado, EU ya no es la fuerza hegemónica del pasado y se ve obligado a operar en un mundo multipolar. La unidad forjada en su país como producto de la guerra fría, que le permitía ejercer su poder como potencia militar sin considerar su situación interna, se ha desmoronado. Trump puso al descubierto las contradicciones sociales, raciales y religiosas que siempre estaban presente en la sociedad estadunidense. Su postura alentó a grupos extremistas de la derecha, a supremacistas blancos y a sectores del cristianismo fundamentalista que simplemente no van a desaparecer. Con su voto contra el impeach-ment, los republicanos en el Senado han demostrado que seguirán siendo fieles a Trump, a pesar del llamado a la unidad hecho por Biden. Antes estas condiciones, a las cuales se agrega una pandemia que ha cobrado mas de 425 mil vidas, es evidente que quizás el culto a la unidad permita sostener un imperio, pero no posibilite construir una nueva sociedad.
* Departamento de Historia, Pomona College
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