Dos pandemias mataron a dos defensores del territorio esta semana en Oaxaca: la de los ataques armados a los defensores de la vida y la del Covid-19. Fidel Heras Cruz, opositor a proyectos hidroeléctricos y de extracción de material pétreo en Paso de la Reina y Río Verde, fue asesinado a tiros en la entrada a la comunidad La Esperanza, Jamiltepec, en la costa oaxaqueña. Y Marcelino Nolasco Martínez, coordinador del Centro de Derechos Humanos Tepeyac y defensor del territorio de los pueblos del istmo de Tehuantepec, quien murió víctima del coronavirus en el hospital de Juchitán, municipio en que ha prevalecido la desorganización sanitaria, el desabasto y la insuficiencia hospitalaria.
Fidel y Marcelino fueron muy queridos y reconocidos en las comunidades por su trabajo en la defensa del territorio. Ambos destacaron por su trabajo de a pie, en contacto directo con los pueblos indígenas agraviados dentro de un estado en el que prevalece la impunidad y el olvido.
Fidel formó parte del Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde (Copudever) y se opuso hasta el final a la extracción de materiales pétreos (arena y grava) que llevan a cabo caciques y empresas con la complicidad de los gobiernos en turno. A todos los denunció en su papel de comisariado ejidal, hasta que las balas le arrebataron la vida el pasado 23 de enero.
El 25 de enero falleció Marcelino, defensor de derechos humanos y del territorio, víctima de la pandemia que contabiliza en México más de 150 mil historias de vida terminadas. Inició su trabajo en la pastoral juvenil y las comunidades eclesiales de base de la diócesis de Tehuantepec y se involucró, como lo describe Educa Oaxaca, en trabajos educativos en San Mateo del Mar; en la Asamblea de Pueblos del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio, y en la Red de Defensoras y Defensores Comunitarios (Redecom), entre muchas otras tareas a las que dedicó su vida.
A ellos se suma también esta semana la partida de otra imprescindible, Concepción Hernández Méndez, “la abogada del pueblo”, mujer querida y admirada por cientos de comunidades de Puebla y Veracruz. No son números. Son luchas, vidas, historias.