Sin lugar a dudas, el sureste de nuestro país, conformado por Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, constituye una de las regiones con mayores riquezas naturales y culturales de México, y es al mismo tiempo una de las más atrasadas y con mayor pobreza de su población como un contrasentido que tarde o temprano habrá de ser modificado.
Por ello, el Presidente de la República, siendo originario él de esta región, ha decidido mejorar su futuro, mediante un ambicioso proyecto, al que le ha dado el nombre de Tren Maya, cuyo objetivo principal, mas no el único, es atraer al turismo para que conozca las enormes riquezas arqueológicas creadas por los mayas.
Por su parte, las comunidades de pueblos originarios de la región, al igual que el ejército zapatista, se han opuesto a este proyecto, pensando como lo señalamos en el artículo anterior, que éste terminaría dando lugar a la degradación de sus sistemas ecológicos, así como a la marginación de la población de la región, particularmente cuando el periodo de la actual administración concluya y otros gobiernos, con ideas neoliberales y propósitos diferentes, terminen enajenando la región completa, lo cual es desde luego posible, tal como sucedió con la llamada Riviera Maya o como terminó imponiéndose a la expropiación petrolera y la nacionalización de la electricidad en nuestro país.
Por ello, tiene sentido preguntarnos, qué sucedería en el futuro, en caso de que el gobierno no se hubiese planteado este proyecto, (o lo suspendiese ahora). En este sentido la historia universal nos enseña que los lugares del planeta que cuentan con riquezas naturales como oro, caucho, petróleo y piedras preciosas siempre han terminado siendo explotados por las naciones o grupos económicos más poderosos, tales han sido los casos de Latinoamérica, saqueada por los invasores castellanos y portugueses, durante los tres siglos de la Colonia, al igual que el Congo en el centro del continente africano, explotado por los belgas en el siglo XIX y la región de Arabia y Persia, sojuzgada por los ingleses y estadunidenses en el siglo XX, a partir del descubrimiento de los yacimientos petroleros existentes en esa región.
Por ello, no tendría nada de extraño que en un futuro cercano, algo similar sucediese con este territorio del sureste mexicano, en el caso de que el actual gobierno de la República no pueda desarrollar este proyecto con la participación y el acuerdo de los pueblos originarios y del ejército zapatista, con la finalidad de lograr que lejos de constituirse en un proceso mas de colonización, terminase siendo una experiencia única de colaboración entre las instituciones gubernamentales y la población de la región, experiencia que serviría de ejemplo para que proyectos similares se pudiesen desarrollar en un futuro cercano en otras regiones del territorio nacional, que requieren proyectos similares para su desarrollo.
Por otra parte, es importante mencionar que desde hace algún tiempo, la existencia de ciudades y concentraciones urbanas como Mérida, Motul, Campeche y Cancún ha alterado ya en forma negativa, las regiones circunvecinas a esas ciudades de la península de Yucatán; un ejemplo que podemos citar es el de las comunidades de los municipios circunvecinos de Mérida, donde hombres y mujeres en edad productiva se transportan de sus comunidades a esa ciudad, al inicio de cada semana, para trabajar en actividades secundarias y generalmente de bajos ingresos, dejando a los niños y niñas al cuidado de los abuelos y regresando a sus comunidades sólo durante los fines de semana. ¿Qué tanto esta nueva realidad terminará extendiéndose a otros municipios de la región? Con ello, lo que pretendemos explicar es que detener el proceso de “irrupción de la modernidad” es prácticamente imposible en el contexto actual, por lo que hacer suyo el proyecto del Tren Maya es en todos sentidos la mejor opción, si no es que la única que hoy tienen esos pueblos originarios.
A partir de estos argumentos y desde un punto de vista personal, considero que un acercamiento de los líderes del ejército zapatista y de los pueblos originarios con representantes del actual gobierno federal y con los gobiernos estatales y municipales, para tener todas las reuniones que resulten necesarias, sobre el desarrollo de este gran proyecto que, además de conformar un proceso histórico e inédito, en tanto participación conjunta de gobierno y pueblos originarios, aseguraría un incremento significativo en la calidad de vida y en el desarrollo futuro de esta gran región de nuestra nación, sirviendo a la vez como un ejemplo a seguir no sólo para otras regiones de México, sino también para los países hermanos de Centroamérica, donde la situación económica y social de la mayoría de la población es hoy lamentable.