La candidatura de María Eugenia Campos Galván al gobierno del estado de Chihuahua por el Partido Acción Nacional (PAN) puede convertirse en la punta de lanza de la extrema derecha para arremeter no sólo contra la Cuarta Transformación a escala nacional, sino contra toda una serie de avances en materia de derechos humanos, perspectiva de género e inclusión de las minorías, entre otras cuestiones. Para arrancar desde Chihuahua una revolución, pero no como la de 1910, sino una involución conservadora.
No importa que la ahora precandidata, quien venció claramente a Gustavo Madero en las elecciones internas del PAN el domingo pasado, tenga sobre sí acusaciones y procesos legales por haber recibido de manera ilícita recursos del ex gobernador César Duarte, a punto de ser extraditado de Estados Unidos. Para la dirigencia blanquiazul y buena parte del empresariado chihuahuense dichas acusaciones son peccata minuta con tal de contar con una abanderada popular para enfrentarse a la amenaza comunista-populista.
No hablamos de memoria ni a partir de fantasmas. Van tres hechos de los últimos dos días que así lo revelan:
El domingo 24 por la tarde, luego de que Marko Cortés la proclamó vencedora de la contienda interna, Maru Campos agradeció a su equipo y militantes de su partido y declaró que “juntos lucharán contra el daño que ha ocasionado la llamada Cuarta Transformación”. Añadió que necesita el apoyo de todos para “combatir el comunismo.”
El martes 25 en un desplegado suscrito por 37 empresarios de los más poderosos del estado, éstos llaman a la conciliación y al diálogo, señalando que “los chihuahuenses somos distintos”. Manifiestan: “No caigamos en la tentación de respuestas fáciles… Ahí están la corrupción, la ineficiencia y el populismo. [...] Señalemos la corrupción, pero no destruyamos nuestras instituciones. [...] Recordemos el pasado, pero sólo para construir nuevos horizontes. [...] Condenemos a quienes dañan nuestra comunidad, pero busquemos trabajar con quienes desean aportar”.
El miércoles 27, en otro desplegado suscrito por más de un centenar de empresarios de todo el estado, felicitan a María Eugenia por su elección a la candidatura al gobierno del estado y llaman a cerrar filas en torno a ella y piden a los partidos políticos que el próximo proceso electoral se conduzcan “sin descalificativos en el terreno personal”.
Ambos desplegados hay que leerlos en el contexto y la coyuntura actuales de Chihuahua. Cuando el martes mismo se difirió la audiencia de formulación de cargos a María Eugenia Galván, cuando, extemporáneo o no, manejado con oportunismo político o no, hay serios fundamentos para pensar que ella recibió recursos públicos de manera indebida de parte de César Duarte, los llamados empresariales no pueden leerse sino como un borrón y cuenta nueva en favor de quien ellos piensan que puede ser la única candidata que derrote a la Cuarta Transformación en el estado.
Muchos de los que suscriben dichos desplegados han sido beneficiados por la administración de Campos en la presidencia municipal de Chihuahua y muchos también fueron favorecidos por la gestión de César Duarte. Contra él, por cierto, nunca enderezaron manifestaciones públicas como las que hoy realizan en favor de la señalada candidata blanquiazul.
Entonces la realpolitik no es sólo cuestión de los partidos. Aquí es manejada en todo su esplendor por buen número de empresarios: si me favorece, aunque tenga acusaciones y procesos legales por corrupción en curso, hay que apoyarla. Si ella me puede defender de las políticas de la 4T, hay que apoyarla “aunque sea poquito corrupta”.
Hay un proceso legal en curso contra la precandidata. Ojalá que ni la coyuntura electoral, ni los eventuales errores de tiempo o de forma de la parte denunciante, ni los desplegados pesen sobre el Poder Judicial. El estado de derecho debe prevalecer sobre todas las consideraciones. En estos tiempos líquidos, si algo debe permanecer sólido es la justicia. De lo contrario, iniciaremos una desbarrancada histórica.
No es el pasado, sino el presente el que nos lo muestra: popularidad más apoyo empresarial, más posturas conservadoras, más corrupción, más más manejo sectario de la ley ( legal warfare), más torpeza de los adversarios: esa fue la fórmula que encumbró a Bolsonaro, la que encumbró a Trump.
Cuidado.