Comienza una campaña de miedo preparada por empresas de comunicación para tratar de que la gente se quede en casa. La podríamos sintetizar en el siguiente mensaje: “Si sales de casa matas, si sales te mueres”.
Por desgracia es una campaña para señalar culpables, como lo hacía la Santa Inquisición que condenaba al infierno a los pecadores. “Nosotros los que somos buenos y conscientes –dan a entender estos comunicadores– nos quedamos en casa; en cambio aquellos que son inconscientes y prácticamente asesinos desalmados salen a contagiar a los demás”.
La realidad es que la pandemia avanza salga o no salga la gente. Pasamos de unidades a decenas de muertos en la primera mitad de 2020, para después ascender a centenas y ahora llegamos a contabilizar un promedio de mil 500 muertos diarios.
Esta situación ha generado pánico y, queriéndolo o no, la campaña en cuestión señala a los supuestos culpables, a los malos ciudadanos que salen de sus casas, principalmente para buscar el sustento de su familia.
Algo a lo que se opuso Andrés Manuel López Obrador: “prohibido prohibir”, lo promueve ahora un grupo de asesores empresariales bien intencionados que acabarán por quebrar la economía popular. Le dicen a los que salen: “Tú eres culpable de la pandemia y de las muertes por venir”.
Este tipo de discursos en una sociedad abierta y libre resultan peligrosos para la paz social y la convivencia. En los hechos, no hay garantía alguna de que si alguien se encierra a piedra y lodo no se contagiará. Recuerdo la muerte del empresario Howard Hughes quien desarrolló un trastorno obsesivo compulsivo y se alejó de todo ser humano… Al final de cuentas se murió sólo como un perro rabioso.
La sociedad se encamina hacia la obsesión de Hughes y el miedo es mal consejero y contrario a la solidaridad. El mensaje que manda es “sálvese quien pueda”. Al final de cuentas es necesario cuidarse, pero la vida sigue y depende de las cadenas económicas y sociales.
Hay que recordar que una parte importante de la población vive al día y si se le señala como el malo, el inconsciente, como el pecador que nos llevará a la muerte, se complicará aún más su ya difícil existencia y la sociedad perderá vitalidad.