La nueva administración de la secretaría de Economía presentó de modo general las acciones previstas para enfrentar la crisis derivada de la pandemia. Apuntó también a cuestiones de más largo plazo de su competencia.
Más allá de las referencias de rigor al Plan Nacional de Desarrollo, que no ofrece más que lineamientos muy generales, poco articulados y poco útiles, en este relevo del mando en la dependencia debe suponerse que se cuenta con un claro diagnóstico del estado de la economía. Tal estado se centra hoy en el impacto de la pandemia. Pero ese no parece ser el caso.
Vaya, se trataría de tener una especie de “paisaje de la batalla económica en tiempos de Covid-19”, parafraseando el título de la novela de Juan Goytisolo, en la que, cuando menos, la batalla había ya pasado.
El paisaje, que es literalmente la parte de un territorio que se observa desde un determinado lugar estaba muy dañado en cuanto a la economía se refiere antes de estallar la pandemia. Ahora exhibe una profunda crisis que se advierte en prácticamente todos los rubros de la actividad productiva, en la caída de la ocupación y los ingresos de la población, con las consecuencias que eso acarrea en términos materiales y del bienestar de la gente. Y claro está no puede perderse el foco de las muy graves condiciones en cuanto a la salud pública. Todo esto se documenta a diario y no se puede tapar el sol con un dedo. Tampoco con declaraciones triunfalistas o esquivando el bulto.
Para enfrentarse al paisaje de la crisis económica se necesita de un mapa y el que ofrece la secretaría del ramo no es precisamente una Guía Michelin. En la presentación del pasado 19 de enero se destacaron cuatro pilares fundamentales: 1. el mercado interno, 2. la inversión, 3. el comercio internacional y 4. regionalización y sectores; un planteamiento bastante convencional y repetitivo que marca la visión que ahí se ofrece.
Las condiciones prevalecientes exigen un tratamiento de choque, cuando menos en el corto plazo hasta ver como se desenvuelve la evolución de la pandemia, cuestión en que la incertidumbre es muy grande. Hay que insistir en este enfoque de índole temporal y de sentido de urgencia. Esa noción de urgencia no se aprecia en la presentación. Ciertamente que una dependencia como Economía debe tener un horizonte más largo en cuanto al crecimiento y sus consecuencias, pero ya en el tercer año de gobierno y con la pandemia en pleno, se esperaría una aproximación más pragmática de las cosas.
Se plantea buscar una política industrial y tecnológica, ante lo cual ha de preguntarse si no existe alguna, si cada sexenio se empieza de nuevo y sin continuidad, única base para asentar el crecimiento, el desarrollo y, sí, el bienestar. Al parecer éste es realmente el caso.
Se señalan sectores innovadores y exportadores: calzado, textiles y sector agroindustrial. Es lo mismo de lo que se habla desde hace décadas y a lo que se suma lo que ya está operando en el área industrial (química automotriz, aeroespacial y otros) asociada con el mercado global y mediante el T-MEC. ¿Será que esas actividades necesitan de la Secretaría de Economía o, más bien, de un esquema de certidumbre en las inversiones, la regulación y la promoción?
Eso podría, en efecto, apoyar otro espacio clave que es elevar el valor agregado nacional, es decir, el PIB: empleo e ingreso. Hablar de cadenas productivas y plataformas de proveedores nacionales es parte ya de la historia económica del país y sus resultados podrían ser mucho mejores. Es escasa la consideración del sector comercio que representa una parte muy relevante de la actividad económica, pero se menciona el e-commerce sin ubicarlo en el contexto.
La presentación considera, de paso, el asunto de la llamada industria 4.0 (cuarta revolución industrial, centrada en la robótica, la automatización, el uso del Internet y el “Big Data”) y al mismo tiempo centra la atención en la reactivación de las tortillerías. Es ostensible la ausencia de alguna consideración de la política energética.
Habrá que ver cómo se articularán estos diversos elementos en el quehacer de la secretaría. No hay un criterio de selección coherente de los objetivos, ni una jerarquización de lo que debe hacerse y mucho menos una posibilidad de instrumentar medidas claras para rescatar lo que se pueda de esta economía y sentar las bases para su renovación rápida y eficaz cuando sea posible y en el marco de las repercusiones adversas de la pandemia. La brújula debe orientarse inequívocamente al incremento de las inversiones productivas y la generación de empleo.
¿Cuál es el mapa para reforzar una economía que hoy está en muletas? ¿Cómo se apoyará a las familias y las mipymes por la pérdida de empleo e ingresos y la mayor informalidad? El reparto condicionado de recursos tiene un claro uso político y no es suficiente para enfrentar lo que aun está por pasar en esta economía. Los apoyos y las medidas de contención del efecto adverso de la pandemia han surgido de gobiernos locales, como es el caso de la CDMX.
Si no se salva y se supera de alguna manera el impacto de la crisis no será posible instrumentar las líneas trazadas en la presentación, aun con las grandes limitaciones que exhibe.