Wuhan. Los programadores de música están exaltados, el sonido es atronador y los jóvenes se preparan a vivir una noche de fiesta. Una discoteca de Wuhan, ciudad china considerada la cuna de la pandemia del Covid-19, simboliza ahora la libertad recuperada mientras el resto del mundo se encierra y se confina.
Un año después de ser puesta en cuarentena, el 23 de enero de 2020, esta metrópolis, de 11 millones de habitantes, ha dejado de ser la urbe fantasmal que asombró entonces al resto del mundo. Mientras gran parte del planeta impone toques de queda, confinamientos y distancia social, en Wuhan la vida nocturna está en apogeo.
Para entrar al Super Monkey, inmensa discoteca en el centro de la ciudad, no es necesario estar en una lista VIP ni hay exigencias de indumentaria, pero la mascarilla es obligatoria y los vigilantes controlan la temperatura de los clientes: por encima de 37.3 grados no son admitidos.
“Buen manejo”
Adentro reina un ambiente ensordecedor, con rayos láser y fumígenos, mientras los jóvenes, en su mayoría de unos 20 años, sueltan su energía en la pista de baile.
Otros son meros espectadores, felices de reunirse en torno a una copa, tras la sombría cuarentena de hace un año, cuando apareció lo que entonces era un misterioso virus.
“He estado encerrado dos o tres meses. El país ha hecho frente muy bien a la epidemia, ahora puedo salir con absoluta tranquilidad”, afirma Xu, un cliente de unos 30 años.
En este ambiente, que poco tiene que ver con la austeridad por la que aboga oficialmente el gobierno, Chen Qiang, un joven de unos 20 años, se congratula de que China haya controlado prácticamente la epidemia en su territorio, pese a los focos surgidos en los últimos días.
“El gobierno es bueno, hace todo por su pueblo, y éste es supremo. Es diferente de los países extranjeros”, asegura.
Los medios chinos cubren detalladamente las dificultades de los países occidentales frente a la pandemia, lo que contrasta con la vuelta a la normalidad en China. Ven en ello la prueba inequívoca de la superioridad del modelo autoritario local.
La autoridad, sin embargo, no es respetada en todas partes.
En el Super Monkey, aunque sea obligatoria la mascarilla, no siempre es llevada por los clientes, que no dudan en encender un cigarrillo. Ninguna norma sobre distancia social ha sido prescrita.
Chen Qiang reconoce sin embargo que la pandemia ha cambiado las cosas. En las discotecas hay menos gente que antes, dice, y agrega que en términos generales la gente “sale menos y gasta menos”.
Tampoco ayuda el protocolo muy estricto aplicado en algunos locales: clientela limitada, reserva obligatoria y presentación de una aplicación con un código verde, sinónimo de buena salud, aunque no siempre sea suficiente para poder entrar.
Varios periodistas de la Afp no pudieron ingresar al club Imhan, pues su código de salud indicaba un origen de Pekín, donde un foco de contagio de la variante inglesa del Covid-19 fue descubierto en la zona sur de la capital china.
Wuhan quedó separada del mundo durante 76 días, entre enero y abril. Tras una campaña de detección en primavera, la vida normal recuperó gradualmente su curso. En verano, una megafiesta en un repleto parque acuático generó sorpresa e incomprensión en parte de los internautas del resto del mundo.