En 1969, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz asestó un duro golpe a las normales rurales al decretar el cierre de 14 de las 29 que entonces existían. Argumentó, para justificar la medida, que dichas escuelas eran “semilleros de agitadores”. Una de las que cerraron fue la de Reyes Mantecón, Oaxaca. Ahí estudiaba Aristarco Aquino y tuvo que terminar sus estudios en Chiapas. En la misma época, también en las normales urbanas se ejercía un fuerte control político para que no creciera la disidencia estudiantil; Joel Aquino estudiaba en la de Oaxaca, y al no poder terminar sus estudios allá lo hizo en la Ciudad de México. Ambos, originarios de Yalalag; ambos, profesores.
A Joel lo conocí porque éramos parte de la Liga Espartaco. Él nos planteaba la necesidad de que la izquierda mirara hacia las comunidades indígenas y llevara a cabo un trabajo que potenciara su transformación democrática, tratando de generar proyectos comunitarios. Fue así que me invitó a su comunidad para colaborar dando clases en una secundaria por cooperación, a cambio de alimentación y alojamiento. Decidí aceptar, así lo ameritaban nuestras convicciones.
Después de muchas horas de camino llegamos a la población. Me alojaría con doña Hilaria y el compañero Plutarco me indicó dónde me darían mis alimentos. Y ahí me quedé, tenía todo por aprender y mucho por hacer para contribuir con el esfuerzo de quienes integrarían más adelante un Comité Campesino, simiente de un proceso que continúa hasta nuestros días. Además de dar clases de historia, pude conocer los barrios de la población y las veredas que conducían a otras comunidades. Conocí a los maestros de la escuela primaria, al párroco, a los artesanos que producían huaraches, a los músicos de la banda municipal y a varias personas de las que hacían el famoso traje yalalteco de las mujeres. También anduve por las parcelas de siembra en las laderas y conocí el río Cajonos, cuya corriente va a dar al Papaloapan. Estuve al tanto de la migración de yalaltecos a otras partes del país: de las más antiguas en Jojutla, Ciudad de México y la capital del estado, y la más cercana, la de quienes se han ido a Estados Unidos. Estaba aprendiendo un vocabulario zapoteca básico. En esa mi inmersión total todo sucedía muy rápido. No puedo dejar de comentar que por costumbres de la izquierda post-68 me presenté con el seudónimo de Alfredo.
En 1970, año electoral, se desarrollaba la campaña de Luis Echeverría para la Presidencia de la República y hasta Yalalag llegó una comitiva de priístas para hacer proselitismo por sus candidatos. Pocas personas la recibieron y a la entrada del pueblo apareció sobre la superficie de una piedra muy grande una frase escrita con gis “fuera el PRI”. La aparente quietud política comenzaba a cambiar. Pronto surgieron los rumores de que quizá yo no sólo quería ayudar como voluntario sino que tendría el fin de desestabilizar a la comunidad. Varios meses después se presentó un grupo de agentes disfrazados de trabajadores de la CFE para capturarme y llevarme a la capital del estado. Me llevaron a la penitenciaría estatal y luego me trasladaron a la Ciudad de México. Me dijeron que no regresara a Oaxaca porque correría riesgos.
Regresé y el proyecto de autodeterminación comunitaria siguió avanzando. El Comité Campesino luchó por poner en la presidencia municipal a personas comprometidas con la comunidad y también promovió la introducción de nuevos cultivos, la reactivación de la siembra de maíz y la organización de un albergue para los estudiantes de la secundaria que venían de comunidades lejanas; por sus gestiones se logró la federalización de dicha escuela. Durante las décadas de los 70 y 80, las elecciones en los municipios indígenas eran todavía por partidos, el Comité Campesino se propuso rescatar la Presidencia en la que se imponía el grupo caciquil. La ganaron dos veces, en 1974 y 1977, pero no les reconocieron sus triunfos. Avanzaron en una estrategia regional y generaron la creación de la Asamblea de Autoridades de la Sierra Norte de Oaxaca en 1982. En todo ese trayecto jugaron un papel importante los maestros, quienes democratizaron su sección sindical en 1980 y la convirtieron en bastión principal de la CNTE, Aristarco Aquino llegó a ser su secretario general.
Un aspecto muy relevante es que se fundó la Unión de Mujeres Yalaltecas. logrando la participación de ellas en actividades antes reservadas a los hombres: el tequio y las asambleas. Otra cuestión significativa es que Yalalag se convirtió en una especie de laboratorio de la organización comunitaria, por lo que llegaron en momentos sucesivos, para solidarizarse con el proceso, campesinos jaramillistas, para ayudar en la ampliación de cultivos; antropólogos, para ser partícipes de la reorganización comunitaria; médicos y enfermeras, para hacer campañas de salud. Muy a tono con la izquierda social, con el afán de servir al pueblo y potenciar sus luchas.
La lucha tenaz de los yalaltecos y la de muchas otras comunidades de Oaxaca que se aliaron para impulsar sus exigencias comunes fructificó en la Ley de Usos y Costumbres de 1995, mejorada en 1998 y 2013, cuando se agregó el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes del estado.
Los yalaltecos saben que los maestros formados en las normales tienen una inclinación social y comunitaria. Así lo confirman las trayectorias de Aristarco, quien ya falleció, y de Joel, que sigue impulsando la organización de su comunidad en la cual no hay infectados por Covid-19.