La pandemia de Covid-19 interrumpió no sólo la vida académica de casi 5 millones de jóvenes que cursan su bachillerato en México, quienes desde marzo pasado suspendieron sus actividades educativas presenciales, también “perdimos a los amigos y hasta lo que nos gustaba hacer. De los más de 50 chavos con los que siempre me veía en la prepa, ahora sólo me pongo en contacto con tres o cinco”, afirma Érick, alumno del Colegio de Bachilleres (Colbach).
En entrevista con La Jornada señala que, si bien la emergencia sanitaria “no afectó el proyecto de vida que tenía planeado, sí me perjudicó en que no he podido entender muchas cosas de las asignaturas de la misma forma que lo hago cuando estoy en el salón de clases, creo que cuando íbamos de forma presencial los maestros trataban de explicar mejor”.
Agrega que de las diez materias que debe cursar en el tercer grado de bachillerato, “sólo cinco de mis profesores dan clases virtuales, el resto sólo encarga trabajos, e incluso hay maestros que ni siquiera se meten en las plataformas como Classroom. Tengo un profesor que sólo nos ha dejado un trabajo para calificarnos todo el semestre”.
Como Érick, muchos estudiantes de educación media superior han sufrido el impacto del aislamiento social, pero también han detectado el deterioro de su aprendizaje. Martha cursa el último año del bachillerato en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) y considera que “no estamos aprendiendo nada, y quienes vamos por un lugar en la universidad estamos angustiados”.
En mi experiencia, afirma, “el sistema de clases a distancia es deficiente, porque si en clase ya era difícil seguir el ritmo de todas tus materias, ahora que estamos a distancia es peor. En casa no siempre tengo acceso a la única computadora que tenemos, y además siempre está la familia haciendo ruido, pidiendo cosas o te falla el Internet, que por lo general es lento”.
Sin embargo, reconoce que la peor parte ha sido no ver a sus amigas ni salir con ellas como cuando podía ir a su plantel. “Éramos siete amigas inseparables, ahora sólo hago zoom con dos, las demás tuvieron muchos problemas para seguir estudiando desde casa. Queríamos entrar a la universidad juntas, pero ahora nada es seguro”.
Incluso para los jóvenes que ya habían decidido no continuar con una formación universitaria, como Érick, la opción de buscar un empleo “se ha puesto mucho más difícil y la estoy sufriendo, porque aunque siempre he sido buen alumno y no tengo calificaciones menores a nueve, ha sido imposible encontrar un trabajo”.
Aspira a ser un bartender, un profesional de la barra y la coctelería, pero “precisamente ese giro es el más castigado por la pandemia, y aunque no me desanimo, nunca pensé que me iba tocar vivir una experiencia como ha sido la pandemia, llegó de la nada y está afectando el futuro de todos, en particular de los que somos chavos”.