El gobierno federal en masa: el Presidente, ocho secretarios, el fiscal general y un director, ha expedido “Lineamientos que regulan la relación de servidores públicos con agentes extranjeros” ( DOF 14/1/21). La cargada no guarda equilibrio con la materia y sí incurre en numerosos descuidos.
Toda participación en materia de inteligencia para la seguridades delicada por esencia. En el mundo de la cooperación internacional cada miembro de un sistema busca en primer lugar el beneficio de su país y sólo en segundo lugar el interés ajeno.
En ciertas materias de cooperación la relación puede ser apacible, en otras se convierte en un erizo. La información es poder y el poder es el combustible de la política interna o exterior.
En esta delicada correlación es esencial el profesionalismo de sus actores, los servidores públicos que la operan directamente y la burocracia que la recibe, ambos deben ser calificados. Nadie debe tener acceso ella si no está previamente certificado.
Puede suponerse que exista buena disposición de los agentes extranjeros para cooperar, pero también debe suponerse la existencia de fines y métodos aviesos. Es una relación de argucias en un eterno juego de estira y afloja, de dame y te daré, de gentilezas y perversidades.
En el campo de las operaciones consecuentes la iniciativa propia es un valor insustituible, un promovente central es la confianza que su autoridad otorgue al representante mexicano. Por ello las prácticas que son propias de la relación bilateral no suelen fijar reglas específicas de conducta.
Suele no haber tiempo ni espacio para ello, urge la iniciativa, la libertad, se busca efectividad. No se conduce a los colaboradores de manera estrecha, se confía en sus méritos. No se dictan pautas que por minuciosas simplemente podrían no ser observadas.
La solución es otra: fomentar el profesionalismo. La defensa del interés nacional en esa especie radica en ser operada por funcionarios versados. Esa es la espina dorsal auténtica defensora de nuestro empeño ante el foráneo.
La expedición de “Lineamientos” que buscan normar las conductas de agentes mexicanos de inteligencia en su relación con extranjeros acusa simulación o peligrosa ignorancia. De no ser así, no se explica tal desacierto.
Peligrosamente abre la puerta a que haya tan delicada relación con el extranjero de parte de representantes federales, estatales, municipales y de organismos autónomos. Con ello revienta el principio de control de la confidencialidad en el manejo de la información de valor. De cada paso debe informarse a las secretarías de Relaciones Exteriores y de Seguridad Pública por escrito vía e-mail.
Debe solicitarse permiso para todo e informarse de todo antes de tres días, aun el contenido de llamadas telefónicas. Con ese absurdo se propicia el rompimiento de reglas que no aceptarían ni los mismos agentes extranjeros pues pueden romper sus propios estatutos. Se crea un caos en el control.
Se destruye el principio de exclusividad de la información, del fijar quién puede tener acceso a qué, lo que es una determinación altamente delicada. ¡¡Ordena que nada sea en lo oscurito en materia confidencial!!
El fondo de los “Lineamientos” revela ignorancia, inseguridad y además desconfianza en sus servicios de contrainteligencia, si es que existen, quienes deberían vigilar y certificar la conducta de nuestros servidores públicos.
Uno de los retos que se enfrenta en la cooperación en materia es la identificación de metas comunes y divergencias de intereses. Los primeros reclaman solidaridad, los segundos exigen mantenernos alertas. De siempre ha sido un juego de sonrisas y perversión.
Todo propósito de cooperación supone coincidencias básicas. Ello obliga a diseñar programas y tareas compartidas y controladas, pero tal relación debiera basarse en la confianza en nuestros funcionarios, la que “Lineamientos” revela que no existe.
La disposición de remitir información a las secretarías como si fuera entregar el periódico del día, pone en agudo peligro a la información en tránsito, así como a los actores mexicanos y aun a los extranjeros involucrados.
Los funcionarios que reciban informes, que serán centenas, deberían haber aprobado el examen de control de confianza y ser suficientemente adoctrinados sobre la delicadeza de su gestión. Nada de eso se prescribe.
Los funcionarios de Relaciones Exteriores, o Seguridad Pública, profesionales en su materia, no necesariamente tienen la sensibilidad exigida para manejar información clasificada. Lo previsto vulnera la secrecía obligada y los pone en peligro a ellos mismos.
Todo manejo de información clasificada se sostiene en una cultura y un lenguaje específico. Es un saber que es totalmente ajeno al que conocen a los integrantes de las cancillerías y aun en lo general de la Secretaría de Seguridad Pública. No muchos aceptarán los requisitos.
Los “Lineamientos” no operarán por absurdos, pero de hacerlo estarían vulnerando altos intereses nacionales. Son un tiro errado. ¿Quién fue el aprendiz de brujo?