Ciudad de México. El 2020 era un año trascendental para Pamela. Después de mucho esfuerzo, esta profesora de inglés de 29 años por fin había logrado independizarse y salir de casa de sus padres. Junto con una colega, halló un lindo y amplio departamento en la colonia Cuauhtémoc, en la Ciudad de México. Todo iba genial, hasta que la pandemia apareció.
El costo de la renta era elevado, 22 mil pesos mensuales más servicios, pero “el sacrificio lo valía”. No le importaba destinar 40 por ciento de su salario al arrendamiento, la ubicación “era la mejor. En una zona céntrica, a unas calles de mi trabajo, cerca de los lugares más bonitos de la capital, con más posibilidades culturales y de recreación. ¡A sólo tres cuadras de Reforma!”
De enero a marzo vivió “una fantasía” jamás experimentada: llegar temprano y caminando a sus clases, poder regresar a casa a descansar o comer, tener más tiempo para leer y ver películas o series en servicios de streaming, salir a correr al Bosque de Chapultepec.
Despertó de golpe de ese sueño debido a la pandemia de Covid-19. Perdió su empleo y pese a que logró que varios de sus estudiantes siguieran con ella en clases en línea, sus ingresos no eran los mismos, y su roomie regresó a su natal Sinaloa.
Pamela se rehusaba a perder el departamento. Buscó entre sus conocidos alguien que quisiera compartir gastos y arrendamiento. No tuvo suerte. No podía regresar a casa de sus padres, en Ecatepec, pero sus ganancias ya no le permitieron seguir pagando aquel departamento del que se había enamorado. Ahora renta un pequeño departamento en los límites entre Azcapotzalco y Tlalnepantla.
Antes de la pandemia, la opción de miles de profesionistas –millennials“ o de la Generación X– para vivir en la “colonia de sus sueños” era compartir departamento con una o más personas o conseguir reducidos cuartos, de menos de 20 metros cuadrados, generalmente en las azoteas de edificios viejos. Preferían sacrificar el espacio, pero privilegiar la ubicación y la nueva plusvalía del barrio.
Sin embargo, los impactos del Covid-19 han hecho que gran parte de ellos regresen a casa de sus padres, a sus entidades de origen o busquen viviendas más económicas en la periferia de la ciudad.
Los montos de alquiler de departamentos, estables
En las tres principales megalópolis del país, la renta promedio al mes de un departamento supera los 16 mil pesos. A marzo de 2020 el portal Propiedades.com detallaba que el monto mensual por este concepto era de 19 mil 750 en la Ciudad de México; en Monterrey, de 16 mil 366, y en Guadalajara alcanza los 17 mil 881 pesos. Pero tratándose de zonas céntricas, pueden encontrarse alojamientos por montos superiores a los 30 mil pesos en la capital. Pese la pandemia, los precios no se han reducido, simplemente no crecieron.
Eduardo Lozano, agente inmobiliario, manifestó que el costo por vivienda en renta en las zonas más populares de la Ciudad de México “realmente no han descendido, y si es así, ha sido muy poco. La demanda de ésta continúa, hay gente que quiere rentar, que necesita un lugar confortable donde vivir, porque como ahora muchos trabajan desde casa y requieren de espacios cómodos. Aunque sí, están buscando departamentos más baratos, pero eso no quiere decir que los precios disminuyan”.
Estimaciones de especialistas apuntan que al ser un gasto fijo, una persona no debe destinar más de la tercera parte de sus ingresos a la vivienda (hipoteca o renta) para mantener finanzas sanas.
A principios de 2020, Isabel, de 28 años, compartía un amplio departamento en la colonia Del Valle con dos amigas. En plena pandemia se les venció el contrato, pero las tres jóvenes estaban seguras que seguirían juntas.
Las cosas no salieron como las planearon. Al final, sus dos compañeras regresaron a sus lugares de origen: Orizaba, Veracruz, y Metepec, estado de México, ya que querían pasar la pandemia con sus padres y desde donde realizan el trabajo a distancia.
“Por mi trabajo yo fui la única que no regresó a su ciudad, soy de Orizaba. La pasé muy mal, como un mes no tenía idea de a dónde me mudaría y ya me tenía que salir del departamento. Esto fue entre mayo y junio, en plena contingencia sanitaria. Gracias a una amiga logré contactar a mi actual roomie y la verdad ella resultó genial, al igual que nuestro espacio, en la colonia Escandón”.
Privilegian ubicación
La ubicación mejoró, dice, pues nuestra vivienda es más céntrica y le queda mucho mejor de los lugares a donde se tiene que movilizar por el trabajo, además paga mil pesos menos. Sin embargo, advierte que en su natal Orizaba, con menos de los casi 6 mil 500 pesos que paga actualmente, podría rentar una casa de cuatro habitaciones, tres pisos, dos jardines en uno de los fraccionamientos más exclusivos que tiene zonas de restaurantes, club de golf y piscinas.
Daniela, de 31 años, es oriunda de Querétaro y desde hace poco más de siete años vive en la Ciudad de México. Ha pasado de todo, “hasta vivir en un departamento que parecía una cueva, porque se trataba de un sótano, pero estaba en Coyoacán, muy bien ubicado”.
Desde hace casi dos años su hogar es un cuarto de azotea de dos por tres metros en un edificio de la colonia Santa María la Ribera. Ha renunciado a espacios amplios con tal de estar en una zona céntrica.
El lugar no es cómodo para el trabajo en casa, por lo cual decidió regresar a Querétaro, con sus padres y sus perros. Ha gozado de todas las comodidades de regresar al seno familiar en medio de la incertidumbre por el Covid-19.
Pero no ha dejado de pagar los 2 mil 800 pesos mensuales de renta por el cuarto. “Lo hago para no perderlo, al final, pretendo regresar a la capital de la República y ‘mi cuartito’ está en una zona privilegiada, todo me queda cerca, y en un departamento por ahí, se me iría más de la mitad de mi salario, pues los precios que cobran de renta por un departamento son altísimos y pese a la pandemia, nada baja”.