Nueva York., En una inauguración como ninguna otra –por ser realizada justo dos semanas después de una intentona golpista, en medio de una pandemia con 400 mil muertos, una de las crisis económicas más graves de la historia, una capital en estado de alerta por la amenaza de “terroristas domésticos” y la notable ausencia de un público masivo y del mandatario saliente–, Joseph Robinette Biden Jr se convirtió en el presidente 46 de Estados Unidos.
Kamala D. Harris es ahora la primera vicepresidenta (más de un siglo después del movimiento que ganó el derecho al voto de las mujeres) y la primera afroestadunidense y asiática en ocupar el puesto (hija de madre inmigrante de India y padre jamaiquino). Pronunció su juramento a la jueza de la Suprema Corte Sonia Sotomayor, la primera latina en el máximo tribunal de la nación.
Pero el día también fue definido por marcar el fin de la era de Donald Trump, cuya ausencia fue notable –primer presidente que no asiste a una inauguración de su sucesor desde 1869– y cuyo legado es un país bajo sitio por crisis de salud, económica, política y social.
La diferencia se vio, sintió y escuchó de inmediato; la retórica política, la diversidad de los asistentes, las propuestas y primeras acciones en el estreno del nuevo gobierno, el elenco de artistas, líderes religiosos, y sobre todo una joven poeta invitando a un futuro diverso, marcaron un retorno a cierto nivel de “civilidad”, así como una promesa de un futuro diferente donde el racismo, la xenofobia y la guerra contra migrantes, el medio ambiente y la ciencia dejaron de ser el eje del Poder Ejecutivo. Se verá si los cambios prometidos se cumplen, pero por lo menos se empezó la labor de lavar la mancha fascistoide de los últimos cuatro años.
La ceremonia de investidura se realizó, como siempre, en un lado exterior del Capitolio con vista a todo el parque central de Washing-ton conocido como el mall, con el protocolo tradicional, y las decoraciones patrióticas empapando el escenario junto con la música de la banda militar. Estaban presentes legisladores y los integrantes de la Suprema Corte, también los ex presidentes y primeras damas Bill y Hillary Clinton, George W. y Laura Bush y Barack y Michelle Obama (Jimmy Carter no pudo asistir) y el ahora ex vicepresidente Mike Pence (quien llegó a esta ceremonia pero no a la despedida final de su jefe ayer por la mañana).
Pero ya se notaba algo diferente en el hecho de que Lady Gaga fue invitada a cantar el himno nacional, y Jennifer López interpretó una versión de This Land is Your Land, del cantautor rebelde Woody Guthrie (aunque no cantó los versos más radicales), fusionado con America the Beautiful, aunque en medio interrumpió con un verso en español declarando “una nación para todos”.
Pero el mall, en lugar de estar lleno de gente como es usual cada cuatro años, estaba vacío, por las condiciones impuestas por la pandemia, y la zona estaba bajo control de más de 20 mil tropas de la Guardia Nacional, como resultado del asalto al Capitolio justo hace dos semanas por una turba encabezada por ultraderechistas instigados por Trump con el objetivo de evitar que se llevara a cabo justo esta ceremonia.
Ese fue el tema del discurso de Biden, en el cual declaró que “este es un día de renovación y esperanza” y convocó a la unidad para enfrentar los desafíos históricos del país, desde la pandemia, la crisis económica y el cambio climático, hasta la injusticia racial y el trato a inmigrantes, entre otros. “Hoy celebramos… el triunfo de la causa de la democracia…. la voluntad del pueblo ha sido escuchada”, afirmó, agregando en referencia al insólito asalto al Capitolio y los intentos para descarrilar el proceso democrático, “la democracia es frágil… pero la democracia ha prevalecido”.
“Aquí estamos parados hoy, sólo días después de que una turba pensó que podría usar la violencia para silenciar la voluntad del pueblo, detener el trabajo de nuestra democracia y expulsarnos de este lugar sagrado. Eso no ocurrió, no ocurrirá nunca.”
Declaró que “un grito por la justicia racial, que se ha creado a lo largo de 400 años, nos mueve” y proclamó: “se derrotarán la supremacía blanca y el terrorismo doméstico”. A la vez, indicó que “el grito de sobrevivencia proviene del planeta mismo, uno que no podría ser más desesperado o más claro”.
Reconoció: “tenemos mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que sanar”, y que para superar los retos urgentes que enfrenta el país se “requiere unidad”. Declaró: “tenemos que poner fin a esta guerra incivilizada”, e invitó a “unirse en la historia estadunidense… de decencia y dignidad… de democracia y esperanza”. Enfatizó: “este es nuestro momento histórico de crisis y desafío, y la unidad es el camino hacia adelante”.
Pero aunque un cura y un reverendo pronunciaron mensajes que buscaban inspirar, y la superestrella de música country Garth Brooks ofreció una redición de una canción tradicional gospel, fue una joven poeta afroestadunidense de 22 años, Amanda Gorman, quien brindó lo más elocuente y lírico de la ceremonia. Sus palabras sobre lo que había sucedido en los últimos días, entremezcladas con referencias a la historia de lucha contra las fuerzas más oscuras del racismo y su llamado a una “era de redención” para un país herido, para lograr “que un pueblo diverso se convierta en belleza”, fue un grito de corazón que marcó el momento.
“No nos sentimos preparados para ser los herederos / De una hora tan aterradora / Pero dentro hemos encontrado el poder / De ser autores de un nuevo capítulo / Para ofrecer esperanza y risa a nosotros mismos”, recitó. Concluyó: “Nosotros, los sucesores de un país y un tiempo / Donde una niña negra flaca / Descendiente de esclavos y criada por una madre soltera / Puede soñar con volverse presidente /Sólo para encontrarse recitando para uno.”
Luego de la ceremonia, Biden y su esposa, la doctora Jill Biden (quien continuará su trabajo como maestra en una universidad comunitaria), acudieron junto con los ex presidentes a colocar una ofrenda en la “tumba del soldado desconocido” en el cementerio militar de Arlington. De ahí se dirigieron a la Casa Blanca, caminando los últimos 200 metros para saludar a algunos periodistas y al reducido público que se permitió en la zona.
Biden, quien es tal vez el político de mayor experiencia en asumir la presidencia –y el más viejo, con 78 años, al llegar– empezó su trabajo emitiendo una serie de órdenes ejecutivas y propuestas legislativas para empezar a revertir de inmediato parte del legado de su antecesor.
La noche culminó con un concierto virtual con músicos festejando el fin de Trump y el comienzo de algo que promete ser más inclusivo y justo. Bruce Springsteen, Yo-Yo Ma, Jon Bon Jovi, Eva Longoria entre otros, una serie de mensajes de “héroes cotidianos” como trabajadores esenciales, desde jornaleros, choferes, enfermeras a maestros, el chef José Andrés, y un mensaje de optimismo del nuevo presidente, todo en un programa con Tom Hanks como maestro de ceremonias.
Tal vez la mayor diferencia de este primer día de Biden es el festejo de diversas fuerzas progresistas que fueron claves en derrotar a Trump, y que ahora se empeñan en hacer que Biden y Harris cumplan sus promesas de crear las condiciones para un país más democrático.
En varias esquinas del país, del mundo, con diversas reacciones a este día, con el cambio de inquilino en la Casa Blanca se escuchó un exhalación colectiva, por ahora.