El Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, salió ayer a fijar y precisar en ciertos medios su postura respecto de la inacción penal contra el general en retiro, Salvador Cienfuegos Zepeda, y en particular en cuanto al proceso llevado en Estados Unidos contra el ex secretario mexicano de la Defensa Nacional, los móviles y presuntas pifias de la agencia de control de drogas (DEA, por su denominación en inglés) y las reacciones, embrollos, celadas y campañas mediáticas que se habrían suscitado contra él y su acosada fiscalía.
Más que suavizar o atemperar a propósito de dichas entrevistas (sobre todo con Ciro Gómez Leyva y con Carmen Aristegui, en radio), Gertz Manero añadió hervores e incluso ciertos desfallecimientos emocionales, retóricos y de conceptualización jurídica y política. Afirmó que hay quienes desean darle “en la madre” a su cargo y a la institución que representa, sin precisar inequívocamente nombres de conspiradores o agresores. Se negó, “por ahora” a coincidir con la propuesta de etiquetar como “pendejos” a los miembros de la DEA que forjaron el expediente contra Cienfuegos.
Pero, a criterio de este tecleador, tres son los puntos clave de la excursión mediática de Gertz:
1: El intento de encajar en el debate público la versión de que la responsabilidad de extender en México una virtual exoneración a Cienfuegos se fundó en el mal trabajo procesal de la parte estadunidense (con la DEA como patanería operativa) y que ante ello México es víctima y no culpable (los gringos se rajaron de sentenciar a su propio acusado y nos aventaron acá la bolita, es la síntesis gertziana rústica).
2: La consecuente pretensión de que la virtual impunidad del jefe militar durante el peñismo proviene de una decisión judicial autónoma de Estados Unidos y de la factura defectuosa (con cargo a los palurdos de la DEA) de acusaciones, y no a las gestiones de altísimo nivel ordenadas por el presidente de México, ejecutadas por su canciller y aprobadas por quien ocupaba entonces la fiscalía estadunidense de justicia, en la amistosa administración Trump, obviamente.
Y 3: El tendido de hipótesis o especulaciones politizadas que hoy pueden parecer extrañas y más adelante ser acomodables a las circunstancias que se den en torno a permanencia o no de Gertz en el cargo; de entrada, el fiscal manda público mensaje de que lo hasta ahora sucedido en su ámbito “autónomo” no ha sido de su responsabilidad suficiente o plena, dejando la sensación de que Palacio Nacional y la FGR han caminado sobre rieles que no han sido paralelos o que ni siquiera deberían ser dos sino solo uno, el del Gertz ayer aplicadamente decidido a practicar la defensiva y la ofensiva en momentos críticos.
Hay otros dos párrafos sugerentes. Uno, cuando Aristegui le dice a Gertz que Estados Unidos cedió a Cienfuegos por gestiones del gobierno mexicano y no por haber pretendido originalmente exonerar al militar: “Bueno pues que se los pida quien quiera, eso no es asunto que a mí me importe. ¿Por qué? Porque ahora resulta que tengo que dar cuentas por lo que hace el gobierno, y luego me dicen que no tengo que dar cuentas por lo que hace el gobierno, pero que si soy autónomo, pero que no soy autónomo. ¿El chiste es darme en la madre?, ¿en serio?, no hombre yo no me voy a dejar, no voy a dejar que a la fiscalía la atropellen, la descalifiquen” (https://bit.ly/2XXcDjW ).
Y otro, en el que Gertz asume que Cienfuegos fue devuelto mediante algo parecido a la extradición: “si ellos (EU) iban a entregar a una persona que consideraban que era absoluta y totalmente culpable, tendrían que haber dicho lo que nosotros decimos todos los días cuando hay extradiciones. Pero no retirar los cargos, no considerarlo ya como una persona libre de cargos, porque en el momento en que el expediente tuyo, del cual está sustentándose el caso, tú mismo estás considerando que te acabas desistir de él, yo no lo voy a poder llevar a juicio en México. Por favor, no: o los señores no saben derecho o alguien está diciendo mentiras”. ¡Hasta mañana!
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