Las raíces de la historia de la música popular mexicana, entre las que se cuentan las composiciones de rock, blues y de muchas otros géneros (huapango, bolero, reggae, milonga, hip-hop, ska, entre otros), en los que se ha adentrado el compositor e intérprete José Cruz Camargo Zurita (Ciudad de México, 1955), en conjunto con el grupo Real de Catorce, son tan interesantes como poco relatadas, por lo que resulta muy importante hacer una revisión, plantea el gestor y documentalista, Leobardo Jacob Lechuga Aparicio.
“Si tú analizas a José Cruz, descontextualizado de sus géneros principales, blues y rock, en el compendio de melodías y canciones que tiene, interpretadas con otros ritmos, te encuentras a un gran compositor. Admiramos a José Alfredo, a Agustín Lara, pero también podríamos admirar a José Cruz, finalmente, la melodía es la misma, sea tocada con guitarra, con un grupo o con una orquesta, y lo digo como un gran abrevador de su obra”, prosigue el realizador del documental José Cruz a diez metros del infierno (México, 2010).
La película, que rinde homenaje a la obra y vida del cantante, guitarrista, armoniquista y poeta, cumplió una década de su realización hace unas semanas por lo que habían planeado una serie de proyecciones públicas y en la Cineteca Nacional, pero por la emergencia sanitaria se pospusieron, mas se puede ver gratis en FilminLatino.
Cantar y componer pese a la enfermedad
Una de las canciones incluidas en el filme, con video musical incluido, es La bacha –interpretado como milonga por el bandoneonista César Olguín y la Orquesta Mexicana de Tango–, que permite abordar el dramático momento en el que él fue diagnosticado con esclerosis múltiple, por el doctor Carlos Cantú, actual director de Neurología del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán, quien advierte en la película que le diagnosticó hasta siete enfermedades, incluida la más grave, la homocisteinemia, que le mantiene en silla de ruedas.
En el emotivo cierre del documental, mientras José Cruz interpreta Sostente de pie –una canción que escribió en 2000, al percibir los primeros síntomas de la esclerosis múltiple–, decide levantarse de la silla de ruedas y llora junto con su hija, la cantante María José Camargo, resistiendo la adversidad y continuando su carrera como músico y escritor hasta la fecha.
“Es el desenlace que yo quería, ver a mi ídolo, al hombre, músico y artista que he admirado toda la vida, sobreponerse y tenerse en pie”.
Una figura mítica
Desde adolescente Leobardo conoció al grupo que sería Real de Catorce en el bar El Nueve, hará unos 35 años, cuando acompañaban a Betsy Pecanins. Como los jóvenes de aquella época, compartió la fascinación por la figura de José Cruz Camargo Zurita, el intérprete que encarnaba el ideal del biopic del roquero de la época.
“Se vestía como Morrison, bluseaba como John Mayall y tocaba la guitarra eléctrica como el roquero mítico que todos idolatrábamos como una figura icónica. Y en algún momento me di cuenta de la enorme carga poética en sus letras. Ahí empezaron las preguntas y comencé a acercarme, nuestro encuentro fue ríspido pero pronto me encontré con el ser humano que fue muy generoso conmigo.”
En 1985, Balo les consiguió una presentación en el Festival Cultural de Pahuatlán, su pueblo natal, en plena sierra poblana, gracias a la intervención de Sergio García Michel, entonces director de Cultura del Issste y quien le recomendó escucharlos. Ésa sería la primera de innúmeras visitas de Real de Catorce al poblado en la Huasteca, ocurrió cuando apenas contaban con cuatro canciones propias en su repertorio –Paria’s Blues, Flores en mi ventana, Azul y Soledad y sol–, que vendían en un casete para recolectar fondos para su primer disco homónimo –aparecido con el número 1001 bajo el sello independiente Discos La Mina– y que el promotor ayudó a comercializar en su momento.
En algún momento de aquellos, entre largas conversaciones, advierte, comenzó la amistad con José Cruz, al igual que con algunos otros miembros del conjunto como los bajistas Severo Viñas y Juan Cristóbal Pérez Grobet, el baterista Fernando Ábrego Viñas y el guitarrista Pepe Iglesias, ya fallecido.
Inspiración en los jóvenes
En el documental, Sergio García Michel aclara que sólo era el administrador del Foro Tlalpan –un cine para las películas Super8 de Carlos González a iniciativa del doctor Héctor Ugarte–, el mítico espacio cultural que sirvió de escenario para Rockdrigo González, Jaime López y una pléyade, desde donde se impulsó el movimiento rupestre y sitio en que José Cruz logró armar su grupo de blues, que en 1989 ganó el premio a Mejor Disco en el Sol de Neón, por su segundo larga duración, Tiempos oscuros, ante grupos como Caifanes, Dangerous Rythm, La Maldita Vecindad y muchos otros.
Se relata además que fue el flautista Jorge Reyes, integrante del grupo de rock progresivo Chac-Mool, quienlo llevó a Paracho, Michoacán, para adquirir su primera guitarra acústica y luego a las calles del Centro Histórico para comprar su primera armónica, una piccolo.
El compositor poseía una muy especial “generosidad generacional”, porque entendía a los jóvenes que se le acercaban e incluso escribió algunas canciones basadas en sus experiencias. Temas como Malo –canción principal del documental, en arreglo del virtuoso de la flauta barroca Horacio Franco–, Extraño en la multitud o El Lobo están basadas en las historias de los jóvenes de aquella época “que éramos nosotros”. Incluso la extraordinaria melodía titulada Botellas de mar está dedicada a la banda de Los Panchitos y al barrio de Santa Fe.