Personalísimo y a la vez riguroso homenaje, a ochenta años de su nacimiento, a una de las figuras más importantes de la música popular estadunidense y del mundo del siglo pasado, Joan Baez (9 de enero de 1941), cantante, compositora, aguerrida e incansable activista de múltiples causas sociales, sobre todo los derechos civiles y contra la guerra, en un período de la historia y la cultura modernas en que, se afirma aquí, “éramos tan felices rehaciendo el mundo”.
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Admirada Joan Baez:
Dizque un caballero es quien se acuerda de una mujer el día de su onomástica, pero no en su cumpleaños, o cumplesantos, como lo llaman en el Perú y suena menos agresivo. En mi caso se da la circunstancia de que no soy un caballero y por ello le escribo en esta fecha tan efeméride. Dicho sea de paso, al día siguiente de nacer usted se estrenó en Broadway Arsénico y encaje antiguo. Pero como diría Rudyard Kipling, esa es otra historia.
El apellido Báez está muy vinculado a la historia de Huelva, mi ciudad natal. Una de sus plazas más lindas lleva el nombre de un gran alcalde a comienzos del siglo XX, don Juan Quintero Báez. Y cuatro generaciones de matadores de toros, tres de ellos en la cumbre del escalafón –y uno de los tres muerto de una cornada–, se apellidaron Báez, aunque se les conozca más por su apodo: Litri. (Y el apellido de casada de Mimi, su hermana menor, era Fariña, también muy nuestro, de la Huelva marinera).
Así las cosas, la primera vez que vi un disco suyo, su primer LP, Joan Baez, en 1960, mi primera reacción fue de sorpresa: era un Baez sin acento. Pero recordé que el inglés es un idioma de fonética tan caótica que los acentos se volverían paranoicos si lo habitasen, así que lo evitan con toda razón. Y sea como fuere, la verdad es que su voz, doña Joan, ese casi soprano que suena como agua de manantial, me conquistó hace sesenta años, desde entonces la sigo y mi veneración por usted ha ido siempre en aumento.
No tiene ello tanto que ver con sus canciones, discos y conciertos, aunque los admire y tenga casi todos en mi fonoteca. Pero de usted, como cantante y compositora hay gente con más uñas que las mías para tocar esa guitarra. Porque además mi veneración tiene que ver con su persona. Y no en vano, una vez dijo usted que “la justicia social es el verdadero centro de mi vida, más grande que la música”. Y es que tuvo muy buena escuela, en su propia familia.
Pacifismo, derechos civiles y otras causas
Usted es cuáquera, lo que de entrada significa embanderarse con el pacifismo y comprometerse en las causas sociales. Pero es que, amén de ello, su padre, Albert, de Puebla, coinventor del microscopio de rayos x, rechazó trabajar en el Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica y en puestos muy lucrativos de la industria armamentística. Es decir, usted creció en el seno de una familia donde la objeción de conciencia estaba a la orden del día.
Usted tenía sólo quince años cuando escuchó por primera vez a Martin Luther King, de quien con el correr de los años se haría amiga y participaría en varias de sus marchas por los derechos civiles. Y a los diecisiete años cometió su primer acto de desobediencia civil al negarse a abandonar una escuela en Palo Alto/California donde iba a organizarse un simulacro de ataque aéreo. Catorce años más tarde formaría parte de una delegación de paz que visitó Vietnam del Norte para entregar correos a prisioneros de guerra y quedó atrapada en Hanoi a causa de la Operación Linebacker 2, con sus bombardeos durante once días consecutivos.
En 1981 recorrió Chile, Brasil y Argentina, pero sin llevar a cabo ningún concierto, porque los milicos en el poder temían su dialéctica carismática al hablar de la violación de los derechos humanos. Durante todo el viaje estuvo sometida a vigilancia y recibió amenazas de muerte. En Chile se reunió con las madres de los detenidos y desaparecidos, y con otras víctimas de la dictadura del felón Pinochet. En Buenos Aires, la canalla videla llegó al extremo de colocar bombas en el hotel donde usted se alojaba.
Ocho años más tarde actuó en el festival Bratislavská lyra, de un país que entonces se llamaba Checoslovaquia, y conoció a Václav Havel, quien diría que usted fue una gran inspiradora de la Revolución de Terciopelo que acabó con la dictadura comunista. No era para menos; en aquel concierto en Bratislava, usted saludó a los miembros de la Carta 77, un grupo de disidentes proderechos humanos, y la censura le cortó abruptamente el micrófono, en vista de lo cual usted decidió cantar a cappella para un público de casi 4 mil espectadores.
Y en 1993 se convirtió en la primera artista de celebridad mundial que actuó en Sarajevo, para llamar la atención sobre el conflicto que ensangrentaba la antigua Yugoslavia en nombre de una “limpieza étnica” (a la que, por cierto, no ha seguido una necesaria “limpieza ética”), mientras que en octubre del mismo año fue también la primera artista famosa que cantó en la antigua prisión de Alcatraz, en la bahía de San Francisco, en un concierto a beneficio de Bread & Roses (Pan & Rosas), organización fundada por su hermana Mimi.
(Su hermana Margarita Mimi, cuatro años más joven, tuvo su misma escuela. Con veintidós años fue detenida junto con usted durante una protesta pacífica y enviada a la prisión de Santa Rita. Siete años después la acompañó en un concierto en la cárcel de Sing Sing, y esas dos experiencias la estimularon a hacer más por los presos. Al año siguiente, 1974, fundó Bread & Roses, institución sin ánimo de lucro para llevar música gratuita a prisiones, correccionales y hospitales, y que sigue activa en la actualidad tras la muerte de Mimi en 2001, con más de quinientos eventos anuales: sólo en 2000, Bread & Roses ofreció más de medio millar de conciertos en ochenta y dos instituciones, contando con el apoyo de gente como Pete Seeger, Odetta y Carlos Santana. Usted, Joan, le dedicó una hermosa canción a Mimi: “Sweet Sir Galahad”: “Sabes que creo que mi destino se ha retrasado/ por todas las horas que esperé/ para el día en que ya no lloraría más.”
¿Qué causa justa hay que usted no haya defendido, Joan Baez? Los primeros años de su carrera se ubican en la aparición del movimiento en pro de los derechos civiles y políticos en Estados Unidos, y aunque la versión original de “We Shall Overcome” es de Peter Seeger, la recordamos mejor en la interpretación de usted en Berkeley. Quien también se embanderó en su día por los derechos del colectivo LGBT y por la persona de Harvey Milk, funcionario público de San Francisco y abiertamente gay. Y en 2003 protestó en un gran mitin, en esa misma ciudad, contra la segunda Guerra del Golfo, como había protestado en 1991 contra la primera. And last but not least: el 23 de mayo de 2006, junto con Julia Hill, fue izada a lo alto de una secuoya en un barrio pobre del centro de Los Ángeles, permaneciendo allí toda una noche para protestar por la demolición del sitio, el mayor parque urbano de California. Como muchos de los habitantes del barrio eran centroamericanos, usted cantó para ellos varios temas de su álbum Gracias a la vida, entre los cuales “No nos moverán”. Por si acaso el nombre de Julia Hill, su compañera en esta aventura, no le dice nada a mis lectores, ella fue la mujer apodada Butterfly (Mariposa) que entre 1997 y 1999 vivió 738 días en la copa de una secuoya milenaria para evitar que la talaran.
La República del Pasado Inolvidable
¿Que cómo comenzó todo este cuento de hada madrina de la música folk? Probablemente aquel lejano día de 1954 en que su tío la llevó a un concierto de Pete Seeger y quedó impresionada por la intensidad de su mensaje. Sólo tres años más tarde, compró usted su primera guitarra acústica. Luego, en 1958, cuando su padre empezó a trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachussets y la familia se fue a vivir a Boston, poco a poco despega la carrera imparable de usted, Joan Baez, a partir de un primer concierto en el Club 47 de Cambridge para un público compuesto en total por ocho personas, entre ellas sus padres, su hermana Mimi y su novio. Dicho sea de paso, a usted se la empezó a conocer como Madonna, por su melena larga y suelta y su belleza latina: justo cuando estaba naciendo en Bay City/Michigan una criatura llamada Madonna Louise Veronica Ciccone, que andando el tiempo se convertiría en Madonna y llegaría a cantar en el balcón principal de la Casa Rosada. Y luego de aquel primer concierto para ocho espectadores, por el que cobró diez dólares, usted comenzó a cantar en aquel mismo Club, dos veces por semana, cobrando veinticinco por cada vez.
El resto es ya historia conocida. Muy pronto se puso a la vanguardia de la música folk y participó en conciertos multitudinarios, como los de Newport y Monterey, años después el mítico de Woodstock, embarazada de su hijo Gabriel. Entremedias había aparecido en la portada de la revista Time y grabado el disco Baptism, donde –entre otros– recitó poemas de García Lorca, y también había hecho el descubrimiento de un cantante muy talentoso, a quien lanzó a la fama: Bob Dylan, con quien mantuvo una relación sentimental durante un par de años.
A él le dedicó usted, Joan Baez, al menos tres canciones: “To Bobby”, incitándole a volver al activismo político (“Solamente digo que el tiempo es breve y que hay trabajo por hacer./ Y estamos marchando todavía por las calles/ con pequeñas victorias y grandes fracasos,/ pero hay alegría, y hay esperanza, y hay un lugar para ti”), la agridulce “Winds of the Old Days” (“Leyó que el príncipe había vuelto al escenario/ flotando cerca de aguas traicioneras”) y, sobre todo, “Diamonds & Rust”, un poema de amor ya de vuelta de todo: “Ahora estás sonriendo en la ventana de aquel cochambroso hotel/ de Washington Square,/ nuestro aliento extrae nubes blancas, se mezcla y flota en el aire,/ hablando estrictamente por mí, ambos podíamos haber muerto entonces y allí.// Ahora me dices que no eres nostálgico./ Entonces dame otra palabra de prueba, tú que eres tan bueno con las palabras,/ y sigue manteniendo las cosas vagas/ porque yo necesito ahora parte de esa vaguedad,/ todo se ha vuelto demasiado claro;/ sí, yo te quise profundamente/ y si tú me ofreces diamantes y herrumbre/ yo ya estoy pagada.”
En una entrevista concedida a Víctor Pereda para la revista Crisis (Buenos Aires, diciembre 1974) hay una frase suya sobre la Muerte que la retrata de cuerpo entero: “Tengo fantasías frecuentes de que me matan a tiros mientras canto en un escenario. No es del todo desagradable.”
¡Ay, qué tiempos aquellos, cuando éramos tan felices rehaciendo el mundo! Pero a usted, a la Joan Baez de ahora, se la ve muy señora, muy segura en su papel de First Lady de la República del Pasado Inolvidable. Que las diosas todas la bendigan.
Enlace con un texto mío acerca de Julia Hill: https://blogs.elespectador.com/cultura/corazon-de-pantaleon/el-mensaje-de-la-arboricola