La pérdida acelerada de bosques y su degradación, como la de las pasadas tres décadas en que desaparecieron 420 millones de hectáreas, es uno de los factores impulsores de enfermedades zoonóticas y otras como el Covid-19, advierte un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza.
De hecho, la pandemia de coronavirus es “otra consecuencia trágica” y un indicador de la “presión acelerada” que se está ejerciendo sobre los sistemas naturales y “la pérdida precipitada de la naturaleza” impulsada por los actuales modelos de desarrollo no sostenible.
“Cuando están sanos, los bosques son un amortiguador contra enfermedades como el Covid-19. Pero cuando los bosques son atacados, sus defensas se debilitan, ocasionando la propagación de enfermedades”, apunta el documento Frentes de deforestación. Lo anterior plantea la necesidad de impulsar acciones colectivas y adaptadas a contextos diferentes que funcionen para las personas y la naturaleza. “Este cambio debe ocurrir a lo largo de la cadena, desde los países que albergan bosques hasta los países donde los patrones de consumo y los estilos de vida contribuyen a la deforestación”, subraya el texto.
“Cada cierto tiempo, un nuevo brote de una terrible enfermedad pone en jaque a la humanidad. Sus orígenes son diversos, pero hay un factor que claramente está aumentando el riesgo de transmisión: la pérdida de bosques y el deterioro ambiental”, advierte la organización Greenpeace.