El nuevo disco de Bill Frisell es un manantial de luz. Valentine, se llama.
Es el equivalente a toda su obra y también equivale al valor de la luz como búsqueda de la belleza; es decir, de la verdad.
Escuchar los recientes cuatro discos de Bill Frisell es como ver los lienzos de Joaquín Sorolla. “La luz es la vida de todo lo que toca; así que cuanta más luz haya en la pintura, más vida, más verdad, más belleza tendrá”. Esa era la convicción del pintor.
La de Bill Frisell es la búsqueda de la verdad, y su ruta es la vibración del sonido.
La búsqueda de Joaquín Sorolla fue la verdad, y su ruta fue la vibración del color.
Decía Sorolla: “Pinto con los ojos”.
Bill Frisell pinta con los oídos.
Interviene el poeta Robert Bly: “Cuando escuchamos el oído participa, y junta a las parejas; y el ojo ya ha hecho el amor con todo lo que ve; el ojo sabe del placer, se deleita en un cuerpo femenino; el ojo escucha las palabras que hablan de todo eso.
“Cuando el escuchar toma lugar –continúa Robert Bly– las áreas de carácter cambian, pero cuando ves, escuchas y cambian las áreas internas. Cuando el oído recibe delicadeza, se convierte en un ojo. Pero si el sonido no aproxima el oído hacia el corazón, entonces nada acontece, todo es vano.”
El nuevo disco de Bill Frisell, Valentine, nos cambia el carácter: nos pone de buenas, junta a las parejas, se deleita en los cuerpos, hace que nuestros ojos escuchen mientras nuestros oídos reciben delicadeza y se convierten en un ojo. El nuevo disco de Frisell, Valentine, nos aproxima el oído hacia el corazón.
Es el equivalente a toda su obra porque reúne en un sólo disco ecos de los anteriores.
Al igual que sus mentores –Duke Ellington y Thelonious Monk y Bob Dylan–, Bill Frisell acostumbra retomar, revisitar, recorrer, revisar y rescribir las obras que más le conciernen; es decir, las que lo definen.
La favorita del Disquero de entre todas ellas se llama Paseador (Rambler) y es el espíritu que anima Valentine, la pieza que da título al álbum entero. Está citada también la pieza completa (sus versos principales) en otra pieza del disco: Keep Your Eyes Open (la referencia a la poesía de Robert Bly ya nos resulta obvia), y a lo largo del disco se asoma el tema central de Rambler, de manera semejante a como un hada se nos hace ver en medio del bosque de los sueños.
Rambler es una creación de 1985 y en todos estos años, Bill Frisell la ha rescrito y vuelto a escribir muchas veces. Rambler emblematiza el espíritu que anima la obra entera de Bill Frisell: el placer. (“El ojo sabe del placer”: Robert Bly. “Pinto con los ojos”: Joaquín Sorolla).
Cada vez que escuchamos Rambler sonreímos, nos ponemos a bailotear. Brillamos y, como si habitáramos un cuadro de Sorolla, nos transportamos en la mente hacia una playa donde hay velos blancos y cielo azul y mar cobalto y nos ponemos muy contentos.
La música de Bill Frisell es el sinónimo por antonomasia del optimismo.
Trece temas conforman la fiesta de su nuevo disco. La inicial, Baba Drame, proviene del disco The Intercontinentals, de 2003; es de la autoría del guitarrista de Mali Boubacar Traoré y la grabaron a dúo.
El track cuarto, Levees, proviene de la partitura que escribió Frisell para el documental The Great Flood (2014) de su amigo Bill Morrison, al igual que la hasta ahora inédita Electricity la escribió para él, así como el track llamado Hour Glass fue escrito para Hall Willmer cuando puso en escena el poema “Kaddish”, de Allen Gingsberg.
Poesía. Bill Frisell es un gran lector. Entendido está que un gran lector es todo aquel que convierte los dones que recibe de lo que lee en buenas acciones en su vida.
En su página web hay un capítulo bellísimo: “Los libros que le gustan a Bill Frisell”. Revivimos ahí ese placer inmenso que implica asomarse a los libreros de otro.
Su más reciente relectura es Toni Morrison. Dice Frisell: “Siempre he estado convencido de que las palabras no pueden expresar lo que la música sí. Pero, carajo, ¡Toni Morrison! Ella nos toma de la mano y nos eleva a otro reino, superior”.
Lee a Capote, a John Steinbeck. Venera a Bob Dylan y eso lo podemos constatar al escuchar su música: he ahí el espíritu que anima toda su obra: el espíritu de la poesía. Y también lo podemos constatar en YouTube, en el video titulado Red Sofa Concert, donde aparece Bill Frisell en su vida cotidiana, en su casa, y nos dice: “Hola, soy Bill Frisell, aquí detrás de esta máscara (un cubreboca anticovid) y este es mi Red Sofa Concert”.
Y durante 40 minutos lo vemos en la sala de su casa y atrás de él un poster de Bob Dylan y sus libreros: sencillos, cómodos, nada ostentosos, como son los libros de los buenos lectores.
Recomiendo mucho ese concierto en YouTube, además de que es lo más reciente que ha hecho en música Bill Frisell: lo grabó el 21 de diciembre pasado y adivinen con cuál pieza inicia su concierto: efectivamente, con Rambler.
Se suma así a los conciertos habituales que iniciaron Yo-Yo Ma y Norah Jones en las salas de sus casas, y los continuó Igor Levit, todos ellos con autoproducción. Cuenta Levit sonriendo que cuando dijo: “órale, hagamos un concierto cada noche por Twitter a las siete de la noche, desde mi casa”, y a la mañana siguiente despertó asustadísimo porque había prometido algo que no sabía hacer: transmitir un concierto por Twitter y salió despavorido a la tienda de la esquina de su casa en Berlín y regresó con cablecitos y chunchecitos suficientes como para armar los conciertos memorables cuyo capítulo central fue el maratón de noche y día enteros con Vexations, la partitura de Erik Satie que consiste solamente en 18 notas pero puede durar varios días.
El concierto que recomiendo ahora vean en YouTube con Frisell está producido profesionalmente, con micrófonos de calidad exquisita y toda la parafernalia técnica necesaria y suficiente para brindar placer.
Placer: con tan sólo ver la Gibson ES-335 y la Martin 00-21 que pulsa Bill Frisell en ese concierto casero, uno experimenta placer, que se elonga en dos sets de piezas, el primero que se inicia con Rambler y el segundo con la rescritura de obras clásicas de Thelonious Monk.
Una manera de definir el genio de Bill Frisell; es decir, que es Dios. Otra, que es la suma de los estilos e ideas de Thelonious Monk, Bob Dylan, Ludwig van Beethoven y Johann Sebastian Bach.
Ese concierto de Bill Frisell en YouTube y sus cuatro discos recientes nos hacen ver los óleos de Joaquín Sorolla, pero también nos pone en la mente la lógica de pensamiento, la fluidez de arroyo (en alemán: bach); la imponente serenidad matemática de la música de Johann Sebastian Bach está en la música de Bill Frisell: serena alegría, sonriente tranquilidad, reposado optimismo.
El sosegado optimismo de la pieza Paseador (Rambler) está en uno de los recientes cuatro discos de Bill Frisell: Music IS, tan hermoso como el anterior: Harmony, cuyo título parece un pleonasmo pero es un orgasmo calmo, calladito, interminable.
Ese disco, Harmony, lo grabó con Petra Haden, hija de otro gigante: el contrabajista Charlie Haden, el maestro de oídos de cristal. (Con Charlie Haden y Ginger Baker, Bill Frisell grabó una joya que ya reseñó el Disquero en su momento: Going Back Home, y que recomendamos nuevamente porque es bellísimo y nos pone de buenas y comienza con, adivinen cuál pieza: Rambler.) Y también grabó recientemente otro disco preñado de poesía: Epistrophy (evidente homenaje a Thelonious Monk), con su contrabajista de cabecera: Thomas Morgan.
Los recientes cuatro discos de Bill Frisell: Epistrophy, Harmony, Music IS, Valentine, todos llenos de luz, de alegría, de optimismo, son meditaciones sonriendo.
La sabiduría que ha acumulado Bill Frisell le permite proezas propias de gigantes, como Goethe (“deténte instante, eres tan bello”): captar el instante, la magia del instante: tu sonrisa, por ejemplo.