Baja California. El origen del nombre fue ignorado por siglos, hasta que el historiador estadunidense Edward Everest Hale dio, en 1862, con el libro de Garci Rodríguez de Montalvo, y se llegó al consenso de que la palabra había salido de una novela de la época de la Conquista. Después vinieron muchas teorías sobre quién y cómo asoció ese nombre a esta tierra. El historiador y explorador bajacaliforniano expone una nueva tesis en un libro que inaugura la colección Arte y Patrimonio del Fondo Editorial La Rumorosa, auspiciado por el gobierno del estado.
La historia empieza en el ocaso del siglo XV y el amanecer del XVI, cuando Garci Rodríguez de Montalvo, regidor de Medina del Campo (ca. 1450-ca.1505) retomó los tres libros de Amadís de Gaula. Era una época en la que los “autores” copiaban, daban continuidad, cambiaban el final o hacían una refundición de las obras de otros. En esa saga, Rodríguez de Montalvo llegó a un quinto libro: Las sergas de Esplandián (1510).
El caballero acompañaba a su padre en combates contra los musulmanes y el rey Armato de Persia, aliados para sitiar Constantinopla. La obra fue bien acogida, reditada y traducida a diversos idiomas con gran éxito popular, refiere Jorge Ruiz Dueñas en un prólogo que remite a la reflexión sobre el origen de las palabras y los nombres.
Ruiz Dueñas explica que el regidor de Medina del Campo empleó un recurso narrativo aún hoy socorrido para justificar el origen bizantino del supuesto manuscrito donde ubicó su ficción (el siglo XIII). De ahí el uso de la palabra “sergas” (retirada del diccionario de la RAE en 1992) para narrar las hazañas de Esplandián.
En esta ficción literaria centrada en la lucha territorial y religiosa, hay un capítulo (el CLVII) que habla de “el espantoso y no pensado socorro con que la reina Calafia en favor de los turcos al puerto de Constantinopla llegó”. La versión en español actual del histórico párrafo donde se menciona la palabra California que maneja el texto de Lazcano es: “Sabed que a la diestra mano de las Indias existe una isla llamada California muy cerca de un costado del Paraíso Terrenal; y estaba poblada por mujeres negras, sin que existiera allí un hombre, pues vivían a la manera de las amazonas. Eran de bellos, robustos cuerpos, fogoso valor y gran fuerza. Su isla era la más fuerte de todo el mundo, con sus escarpados farallones y sus pétreas costas. Sus armas eran todas de oro y del mismo metal eran los arneses de las bestias salvajes que ellas acostumbraban domar para montarlas, porque en toda la isla no había otro metal que el oro”. Califia era –también en la novela– el nombre de la reina de la isla de California.
Cortés rumbo al poniente
Las novelas de caballería y los mitos entorno a ciudades de oro y reinos exóticos fueron parte del contexto de la Conquista realizada por Hernán Cortés y sus hombres sobre la gran Tenochtitlan. Una vez sometida, Cortés y la corona española se seguían preguntando qué había al poniente del imperio mexica.
Cortés organizó expediciones al entonces llamado Mar del Sur –el mar del Norte era el Atlántico–, que dieron por resultado el descubrimiento del Pacífico. En 1535 llegó a lo que hoy es bahía de La Paz (la capital de Baja California Sur), y la bautizó como Bahía y Puerto de Santa Cruz.
En su revisión minuciosa de la cartografía y las crónicas de los expedicionarios “el libro incluye mapas que nos refieren cómo se fue modificando el trazo del nuevo mundo–; Lazcano le otorga un valor fundamental a que lo que hoy conocemos como Cabo San Lucas (en Baja California Sur) fue el primer sitio que tuvo el nombre de California allá entre 1535 y 1536, por obra de los hombres de Hernán Cortés.
Así lo narra el autor: “Uno de los nombres que llamó mi atención en las exploraciones cartográficas fue el de Cabo California, primer topónimo hispano que recibió el actual Cabo San Lucas”; se registró inicialmente en un mapa de Diego Gutiérrez datado en 1562. Es “el mapa más antiguo que conocemos donde ya se denomina California a un punto geográfico. En este mapa, la península aparece sin nombre y pasarían 25 años para que el término California la identificara en la cartografía. Es decir, antes que la península, la primera California fue Cabo San Lucas”.
Fue ahí donde el nombre saltó de la novela a un punto geográfico: “Nos dice Las sergas de Esplandián: ‘Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso terrenal (…) La ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba (…) en esta isla California llamada (…) había (…) grande aspereza de la tierra’.”
Precisamente, los escarpados farallones del cabo San Lucas –apunta– algunos de los cuales, como el famoso arco de piedra, caen directamente al mar, y las pétreas costas de la región, recordaron a los soldados la isla California de la novela. Quizá, “al ver por primera vez la región, algún soldado exclamó: ‘¡Esto es como California!’ O ‘¡Se parece a California!’, refiriéndose al parecido físico de la región con la descripción que se da de la isla en la novela.
“Así, entre ellos, empezaron a llamar a este sitio el Cabo California”. Ninguno de los documentos oficiales de Cortés lo registra (sólo llegó a La Paz). Pero, aunque el nombre no fue oficial, rápidamente fue aceptado por la soldadesca, se infiere del texto más antiguo donde aparece el nombre California, el diario de Francisco Preciado –de la expedición ordenada por Cortés y comandada por Francisco de Ulloa–, ocurrida entre 1539 y 1540, donde menciona California con familiaridad.
Francisco Preciado escribió en noviembre de 1539, cuando salían rumbo al sur después de explorar la bahía de La Paz: “Aquí nos encontramos a 54 leguas de distancia (cerca de 270 kilómetros) de la California, poco más o menos, y pensamos que no puede ser que no haya ciudades grandes habitadas tierra adentro” .
Los mapas y los diarios de campaña son entrelazados por el presidente de la Sociedad Nacional de Exploradores para rebatir las tesis que afirman que el nombre California fue colocado a la región muchos años después de la incursión de Cortés por aquellos que se burlaban del fracaso del conquistador en su incursión a estas tierras.
Los diarios de Preciado, de Fray Antonio de Meno (de 1541) y las referencias de grandes textos, como los de Bernal Díaz del Castillo o de Francisco López de Gómora –éste último publicó su Historia General de las Indias en 1552– son usados para apuntalar la propuesta de que el nombre era usado comúnmente antes de tener un sitio en la cartografía y que fueron los hombres del explorador Francisco de Ulloa quienes nombraron California al punto más al sur de la península y, después, a toda “la isla”.
El primer registro cartográfico donde se da esa denominación a la península data de 1587. Aún no aparecía la actual California estadunidense con ese nombre.
El libro es también una reivindicación del nombre California para la península, frente a grupos económicos, académicos y migratorios de Estados Unidos para quienes la única California que existe es la de su país y reducen la península a la Baja –la Baja 1000, la Baja Med, la Baja Sur, la Baja Norte. La penetración es tan fuerte que ciertos sectores de Baja California “piensan que la península se llama así, y cada vez hay más negocios, actividades y productos que emplean el término ‘Baja’, ignorando la rica historia del nombre California”.