El asalto a la sede del Congreso de Estados Unidos el pasado 6 de enero por seguidores de Donald Trump forma parte ya de la historia más negra de ese país. La jornada dejó para el recuerdo muchas imágenes lamentables. En una se ve a Richard Barnett en el despacho de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. Barnett sonríe con un pie puesto sobre el escritorio. Dejó allí un mensaje: “No nos rendiremos”.
Otras muestran a los líderes de la manifestación: el grupo de extrema derecha los Proud Boys (Chicos Orgullosos), relacionado con supremacistas blancos y neofascistas, que se autodefine “guardián de los valores de Occidente y azote de la corrección política de la izquierda”.
Lo fundó el empresario Gavin McInnesen cuando Trump llegó a la Casa Blanca. Lo integran sólo hombres. En 2019, McInnesen cedió el liderazgo a Enrique Tarrio, de origen cubano, y detenido dos días antes del asalto al Capitolio por quemar una pancarta con el lema Black Lives Matter. Fue liberado pocas horas después.
Prensa silenciada
Otras imágenes muestran a Jacob Anthony Chansley, apodado Jake Angeli y Shaman. Aparece vestido con cuernos, un tocado de piel de oso, la cara pintada de rojo, blanco y azul, sin camisa y portando una lanza de la que pende la bandera estadunidense. Chansley se autodefine como “soldado digital” de QAnon, grupo de extrema derecha que enarbola teorías conspirativas y asegura que Trump libra una guerra secreta contra un culto liberal global de pedófilos adoradores de Satanás.
Como los medios no previeron el asalto al Capitolio, colocaron casi todos sus equipos de filmación fuera de éste. Varios manifestantes los inutilizaron.
Así, las imágenes más impactantes de este vergonzoso día las tomaron los invasores con celulares y pequeñas cámaras de video, así como el personal que se encontraba en el Capitolio.
Muchas de esas imágenes han servido para identificar a los asaltantes. Faltan las de quienes, desde los sotanos del poder, alentaron lo ocurrido.