El 2021 no será el año en que la humanidad dome a la pandemia. La declaración expresada el pasado lunes por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el sentido de que la llamada “inmunidad de rebaño” no se conseguirá durante el año que recién comenzó, derrumbó las expectativas no sólo de gobiernos, sino también las esperanzas de muchos.
“No vamos a obtener ningún nivel de inmunidad de la población en el año que acaba de empezar, pues tomará tiempo producir, trasladar y aplicar el número requerido de dosis de vacunas para frenar la propagación del coronavirus”, subrayó desde Ginebra, la directora de científicos de la OMS, Soumya Swaminathan.
Ciertamente, la tarea que refiere la directiva de la OMS es titánica. El proceso conlleva tiempos irreductibles, volúmenes gigantescos de producción y una precisión casi quirúrgica en la logística de distribución y aplicación de los biológicos. Se trata de miles de millones de dosis que deben llegar a todos los rincones del planeta.
Se estima que para amansar la pandemia, las vacunas deberán cubrir al menos a 5 mil millones de seres humanos, es decir, alrededor de 70 por ciento de la población global.
Es por esto que 2021 no podrá ser el año de la recuperación. Por el contrario, debemos estar preparados para afrontar un año tanto o más agobiante que el anterior. Nos aguardan inevitablemente días, semanas y meses de mayor sacrificio, angustia y dolor.
El año inició con un diagnóstico de una enfermedad activa y una diseminación exponencial, agravada con la mutación de las cepas. Los contagios por el Covid-19 se ensañan en diferentes regiones del mundo.
Esta perspectiva ha obligado a las naciones a reformular sobre la marcha su quehacer en todos los frentes. Desde luego en el de la salud, pero también muy señaladamente en el de sus devastadas economías. En el ámbito social, la crisis se profundiza y la brecha de la desigualdad se ensancha.
Pese a ello, el pronóstico médico de la Universidad Johns Hopkins es alentador. Poder contar con vacunas en tan poco tiempo es indudablemente una magnífica noticia y un logro sin precedente de la ciencia.
Los infectólogos no tienen duda de que la virulencia del Covid-19 pasará, aunque dan por hecho que el virus no se irá, que permanecerá entre nosotros, pero que aprenderemos a convivir con él.
Consideran que el tránsito por 2021 deberá ser un arduo proceso de aprendizaje y de preparación para que la ciencia, los gobiernos y las sociedades, estén en posibilidades de afrontar con mayor conocimiento, recursos y herramientas, enfermedades futuras.
En este sentido tendremos que superar, como una sociedad global, los desafíos que la realidad nos ha impuesto. Es previsible que algunas latitudes resulten más exitosas que otras, pero en esta emergencia la lucha es común.
Para México no será fácil. La coyuntura electoral no mueve al optimismo. La polarización política –que tiende para peor–, aunado a las trágicas condiciones económicas y al hartazgo social, dibujan un escenario todavía más complicado y delicado para este 2021.
Nos dicen que estamos justo a la mitad del río. Contamos a la fecha 135 mil fallecimientos oficiales por el Covid-19. El horizonte promisorio de 2022 se ve todavía muy lejano. En la nación hay ahora mucho que levantar y reconstruir para darnos una nueva normalidad, más amigable y mucho más generosa.
Por lo pronto, los mexicanos tenemos que lidiar con la pandemia y sus secuelas, de la mejor manera posible, y andar en 2021 con mayor empatía, disciplina y paciencia, pero sobre todo actuando con responsabilidad.