“Si tú no cuidas una tradición, ésta se extingue cuando mueren las personas que tienen el sentir y saben desarrollarlo”, expresa la artista textil Trine Ellitsgaard, quien se ha dedicado en años recientes a rescatar el tejido en fibra de agave típico de Oaxaca.
Al buscar personas que conocen esta técnica –las hay, aunque ya muy mayores–, Ellitsgaard dio con el maestro Jorge Suárez Marces en Tlacolula. Aparte de realizar una serie de tapetes, seis de los cuales se exhiben como parte de la colección Agave en la galería Proyectos Monclova (actualmente cerrada), hizo un taller con jóvenes provenientes de San José del Pacífico que deseaban aprender a hilar.
Ellitsgaard llegó a la fibra de agave debido a que el henequén, su materia prima durante muchos años, no sólo empezó a escasear, sino a desaparecer tanto en Yucatán como en Campeche. Tampoco hay personas que hilan. Luego, el artesano con quien trabajaba envejeció y ya no la podía apoyar.
Entonces, vino el auge del mezcal en Oaxaca: “Al lugar que vayas las montañas están cubiertas con plantas de agave. Para fabricar el mezcal se cortan las pencas de la planta, que son tiradas en el suelo. Junto con mi amiga Ángela Damman vimos qué podíamos hacer; ella consiguió una máquina para sacar la fibra de las hojas. Luego, mandamos traer unos muchachos de Yucatán que nos enseñaran a hacerlo. Instalamos la máquina en el pueblo de Soledad de Salinas, donde hay un valle enorme lleno de plantas de agave para diferentes tipos de producción de mezcal”, dice Ellitsgaard a La Jornada.
La entrevistada se dio cuenta del problema que provocaban las hojas de agave tiradas en el suelo, que atraían insectos y se pudrían, en detrimento de otras plantas. Antes del auge del mezcal el deshecho de la planta se secaba y se reabsorbía en la tierra. Sin embargo, la cantidad de pencas y desecho creció de manera exponencial y empezó a ser un gran problema para las comunidades, ya que originó un desequilibrio en el ecosistema.
Ellitsgaard reconoce que tradiciones como el tejido de agave son transmitidas de padre a hijos, sin que haya algún registro escrito de por medio. “Es un sentir que debes tener en las manos. Si no cuidan estas cosas es muy difícil para una nueva generación aprender algo. Para mí es importante conservar un poco el último conocimiento que hay de esta técnica. Los campesinos hacían objetos para su propio consumo, como bolsitas y cinturones. Es un trabajo que siempre ha sido mal pagado”.
Producir los tapetes es un proceso largo: “Primero, tenemos que ir al campo y cortar las hojas de agave, luego sacar las fibras que son lavadas y secadas. Después, transportarlas a Oaxaca, hilar el material en Tlacolula. Teñirlo y tejerlo en Teotitlán del Valle”. En el proyecto están involucradas muchas manos. Además, tiene un especial enfoque en la inclusión de mujeres y adultos mayores de la comunidades indígenas zapotecas que tienen que ver en la manufactura de los tapetes.
En todo esto también hay una preocupación por el futuro del planeta. Entre los “sueños” de la artista está el de mezclar la fibra de agave con la tierra para hacer el adobe –lo usual es emplear pasto seco–, incluso, usarlo para hacer papel o cartón y utilizarlo como empaque en lugar de plástico de burbujas.
El espacio de exhibición donde se muestra la obra de Ellitsgaard en la galería Proyectos Monclova es parte de una colaboración del recinto con ADN Studio, un despacho de diseño. También se incluyen tres mesas y tres sillas, diseñadas especialmente por ADN Studio, además de dos dibujos de Eduardo Terrazas, dos esculturas de Naomi Siegmann realizadas en colaboración con Inmaculada Abarca.
La galería Proyectos Monclova, ubicada en Lamartine 415, Polanco, estará abierta con cita a partir del 23 de enero. La reservación se puede hacer por medio del correo electronico info@proyectosmonclova.com o al teléfono 55-5525-9715.