En julio, agosto, septiembre y octubre de este año, una delegación del México de abajo viajará a Europa. La integran el EZLN, el Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno y el Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Morelos, Puebla y Tlaxcala. La iniciativa forma parte de una gira más amplia que recorrerá, más adelante, Asia, África, Oceanía y América.
El grupo realizará encuentros, diálogos, intercambios de ideas, experiencias, análisis y valoraciones en la lucha por la vida. Buscará conocer lo diferente. Quienes se reunirán comparten el entendimiento de que el verdugo de la humanidad es “un sistema explotador, patriarcal, piramidal, racista, ladrón y criminal: el capitalismo” (https://bit.ly/2XmkIhN).
La Declaración por la vida que acompaña la misión fue firmada por cientos de colectivos, asociaciones de lucha, personalidades y activistas en multitud de países, que forman una galaxia antineoliberal y anticapitalista, atravesada de distintas maneras por el zapatismo. Izquierda Unida Internacional saludó fraternalmente la expedición.
Se trata claramente de una iniciativa de izquierda, si se entiende por ello la definición dada por el filósofo y periodista austriaco-francés André Gorz. “Ser de izquierda –afirma– significa sentirse ligados a todos aquellos que luchan por la propia liberación, que no aceptan sin más la determinación desde arriba de metas y objetivos y luchan, juntos o solos, por la eliminación de todas las formas de dominio y por el derrocamiento de todo aparato de poder”.
La gira europea se efectuará en un momento de una enorme confusión, incertidumbre, caos e inseguridad en todo el mundo. El futuro ya no es lo que era y no está claro cómo va a ser.
El periplo rebelde se realizará en mundo sacudido, entre otras cosas, por el cruce de crisis sanitaria y económica precipitada por la pandemia del coronavirus. Por la creciente hegemonía del capitalismo digital en el proceso de recomposición global de este sistema económico. Por el surgimiento de un nuevo y tímido progresismo latinoamericano articulado alrededor del Grupo de Puebla, que parece querer prescindir de la influencia de Cuba y Venezuela en la región. Por la derrota electoral del trumpismo y de su autogolpe de Estado. Por el avance de la ultraderecha, el racismo y la xenofobia en muchos países europeos. O por el creciente acercamiento de China y Rusia.
Pero, también, por el despliegue de muchas luchas de resistencia, como la protagonizada en Grecia por incansables protestas de colectivos de base que obligó a la justicia de esa nación, a sentenciar al partido fascista Amanecer Dorado como una organización criminal y condenar a prisión a algunos de sus dirigentes. O como la irrupción en Francia del movimiento de los chalecos amarillos contra el alza en el precio de los combustibles, la injusticia fiscal y la pérdida del poder adquisitivo. O el surgimiento de redes antifascistas y antirracistas en todo el territorio de la Unión Europea que procuran la ciudadanía universal. Además de la persistencia de una potente movilización feminista.
Elaborar una visión sobre ese viejo mundo que cae estrepitosamente y el nuevo que emerge con grandes dificultades requiere que sea vivida, pensada, analizada, desde las luchas de resistencia de abajo que forman la constelación asociativa en defensa de la vida.
La expedición europea no debe sorprender. De por sí, muchos de los colectivos que resisten en Europa han acompañado a los zapatistas desde 1994. Luca Casarini, activo participante durante muchos años en los Centros Sociales italianos, decía: “tenemos un sueño. En ese sueño nacimos el primero de enero de 1994, al lado de los zapatistas. El sueño es bueno, y no es totalmente fantasioso, pero la realidad es otra”.
Ese sueño no es exclusivo de Luca. A pesar de los años transcurridos desde el levantamiento del EZLN, por toda Europa muchas fuerzas se sienten profundamente identificadas con el zapatismo. Un buen número de ellas, ha desempeñado un papel clave en el movimiento de movimientos que enfrentó la globalización neoliberal, en las protestas contra la invasión y guerra de Irak, en el el combate a la emergencia fascista, en la ocupación de plazas públicas, en la defensa de los migrantes, en la lucha contra los desahucios después de la crisis de 2008 y mil y en mil y un combates más.
Desde hace más de 26 años, miles de estos activistas han viajado regularmente en misiones solidarias a los campamentos rebeldes en Chiapas. El gobierno mexicano deportó a decenas de ellos y les prohibió regresar al país. Participaron activamente en el I Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, convocado por el EZLN en la Selva Lacandona en 1996. La izquierda institucional los bautizó (con un dejo de desprecio) como los aretudos, por la moda masculina de utilizar pequeños pendientes. Curiosamente, estos “aretudos”, protagonizaron un ciclo de luchas históricas alrededor del altermundismo y renovaron la izquierda europea desde abajo.
La decisión de zapatistas, CNI-CIG y Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Morelos, Puebla y Tlaxcala, de levar anclas y zarpar a Europa, será así, una especie de visita de vuelta para encontrarse con los viejos amigos a los que les han brindado hospitalidad a lo largo de dos décadas y media. Un acto de reciprocidad para refrendar “el compromiso de luchar en todas partes y a todas horas”, hasta su destrucción, contra el capitalismo.