Hace 15 días mostramos que Mario Delgado Carrillo, actual presidente de Morena, parece querer perredizar nuestro partido. Buena parte de los problemas que apuntamos vienen de privilegiar lo electoral y la “eficacia” sobre la formación, la organización y la militancia. El poder por el poder (https://www.jornada.com.mx/2020/ 12/29/opinion/013a1pol).
En la coyuntura de la selección de precandidatos a gobernadores, comentamos tres casos particularmente graves: Nuevo León, Zacatecas y Guerrero. El último se ha convertido en un escándalo que llega a lo judicial (por los antecedentes del caso, era de esperarse que la decisión tomada por Delgado Carrillo desembocara en eso). Pero en todas las entidades en que habrá elección para gobernador hay descontento y protestas. En San Luis Potosí se amenaza con decisiones tan discutibles como las ya mencionadas. En Colima y Michoacán ocurrieron o se avisan escisiones significativas. En Chihuahua, un candidato natural y popular (Víctor Quintana), fue arbitrariamente eliminado de la encuesta negándosele sus derechos políticos. En Nuevo León arrecian las protestas. Particular enfado genera en muchos militantes la alianza con el partido de las cuatro mentiras (porque no es verde, ni ecologista, ni de México… ni partido). Parece, tras su vista a Chiapas, que Delgado Carrillo quiere regalarle al verdesalinista las candidaturas en ese estado.
Hay un aspecto del que nadie parece querer hablar en público, pero que para muchos es una realidad. Delgado Carrillo no viene sólo: por sí mismo no es nada ni nadie (políticamente). Carece de simpatía, de carisma, de contacto con la población y de relación con la militancia de Morena. Sólo un menú a modo como el que le armaron podía haberlo llevado a la presidencia del partido… con el respaldo de quienes sí pesan: su aliado Ricardo Monreal (de quien ya hablamos en este espacio: https://www.jornada.com.mx/2020/ 06/30/opinion/018a1pol); y su jefe, Marcelo Ebrard.
El trabajo actual de Ebrard al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores es casi irreprochable (y considero muy importante que continúe ahí); no así su gestión como secretario de Seguridad Pública del Gobierno del Distrito Federal (al que llegó tras la alianza de su primer jefe, el muy salinista Manuel Camacho, con el PRD y Andrés Manuel López Obrador); ni su desempeño como jefe de Gobierno (2006-2012), donde dio un claro giro a la derecha con respecto a la gestión de AMLO, salvo en materia de derechos sexuales y reproductivos, y derechos de las minorías, en los que continuó y profundizó lo hecho durante el gobierno de López Obrador. No hablaré aquí de las denuncias hechas contra él (y contra Delgado) porque nunca se probaron.
Es decir: Delgado Carrillo es el operador de la alianza Ebrard-Monreal con un objetivo preciso: la Presidencia de la República en 2024. Como señalamos sobre otros personajes menores en el artículo anterior, parece tratarse del poder por el poder mismo (aquí una entrevista muy ilustrativa: https://www.sinembargo.mx/18-02-2013/531336). Los antecedentes ya mencionados, así como las maneras y formas que revisten hoy los primeros pasos de este asalto a la Presidencia, revelan que si lo logran, Morena no sólo será el PRD recargado, sino incluso algo peor, y que en 2024, como en 1940 o como en la capital en 2006, se daría un giro a la derecha en materia política, económica y social).
¿Morena ya es el PRD recargado? No: se mantiene la mayoría del Consejo Nacional electo por la militancia; la mayoría de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia que, a pesar de los sabotajes, sigue siendo garante de nuestros estatutos y principios; la certeza estatutaria que antes de 2023 debe reunirse el Congreso Nacional.
También está el Instituto Nacional de Formación Política. Nadie en el partido duda de la honestidad, capacidad y compromiso de su presidente (Rafael Barajas Durán, El Fisgón) y la mayoría de sus consejeros. Ahora, sin el sabotaje y parálisis del que fue objeto desde 2018, puede convertirse en la palanca que ponga las prioridades del partido donde deben estar y no donde están ahorita, y que construya los filtros que nuestros estatutos le facultan a construir.
Y sobre todo, hay una militancia que no se rinde y que, con millones de ciudadanos apoya al actual gobierno y busca canales para hacerlo activamente. Están (como me recordó en plática virtual nuestra secretaria general, Citlalli Hernández) los comités de base y los círculos de estudio que contra viento y marea siguen reuniéndose aunque las dirigencias carezcan de rumbo.
Incluso, en esta coyuntura hay candidatos a gobernador que han construido sólidos liderazgos (como en Sonora y Campeche) y otros de larga trayectoria de izquierda (como en Chihuahua y Sinaloa). Hay también muchos jóvenes y militantes de base que levantan la mano para garantizar la mayoría legislativa que el país necesita.
Morena vive en sus bases y sus cuadros, en sus vínculos con la izquierda y en nuestro proyecto de nación.
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