Contra viento, marea, pandemia, desplome económico, racismo, xenofobia y demás desgracias, la puntual aportación de los paisanos se mantiene como uno de los más sólidos pilares de la economía mexicana, pues año tras año incrementan sus envíos de remesas que no sólo benefician directamente a sus familias, sino que representan un enorme tanque de oxígeno para las alicaídas finanzas nacionales.
Paradójicamente, los expulsados de su tierra por falta de oportunidades, condiciones infrahumanasy salarios miserables (una de tantas “frutas podridas” –AMLO dixit– del neoliberalismo) se han convertido en uno de los más robustos sostenes de la misma economía que los echó de su propio país, producto de esa suerte de apartheid económico que caracterizó al modelo imperante a lo largo de cuatro décadas.
El reporte más reciente documenta que en 2020 –año catastrófico a escala mundial, en lo económico, social y sanitario– los paisanos inyectaron a la economía mexicana (y a la de sus respectivas familias, desde luego) más de 40 mil 500 millones de dólares (algo así como 810 mil millones de pesos), un monto casi tres veces mayor al que México obtuvo, en igual año, por exportación petrolera.
Dados los desastrosos resultados económicos y sociales del periodo neoliberal (para los mexicanos, no para los barones), nuestro país está catalogado entre los principales “exportadores” de mano de obra del mundo, algo que no es precisamente un halago. De hecho, la Cepal ha documentado que más de 40 por ciento de la creciente emigración latinoamericana –principalmente a Estados Unidos– corresponde a nuestros paisanos.
Cómo olvidar que sólo en el sexenio de Vicente Fox (quien cínicamente presumía la “exportación de jardineros” y celebraba que los trabajadores mexicanos indocumentados en Estados Unidos “hacen los trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”), alrededor de 3.5 millones de paisanos fueron expulsados de su tierra y cruzar la frontera norte fue la única alternativa que tuvieron frente al permanente deterioro de sus condiciones de vida (en promedio, más de uno de ellos salió del país cada minuto que el mariguanero permaneció en Los Pinos).
En lo que va del presente siglo, los paisanos acumulan remesas por alrededor de 470 mil millones de dólares (cerca de 10 billones de pesos), un monto representativo de casi 50 por ciento del producto interno bruto mexicano a precios actuales, y nada detiene el envío de divisas a sus familias, con el impacto que ello significa en sus niveles de bienestar.
Por concepto de remesas, sólo en los primeros dos años de la presente administración gubernamental México ha captado más de 77 mil millones de dólares, un monto que duplica el ingreso obtenido por exportación petrolera en el mismo periodo.
En días pasados el presidente López Obrador se encargó de documentarlo: “2020 fue un año excepcional en cuanto a envíos de recursos de nuestros paisanos migrantes a sus familiares en México; fue un récord, lo que nunca había sucedido y en los momentos más difíciles. Los paisanos migrantes actuaron como héroes, como heroínas, el equivalente a los médicos y las enfermeras que están salvando vidas; ellos, en el terreno de lo económico.De acuerdo con los datos, hasta noviembre –pero la estimación que tenemos para diciembre, lo mismo– vamos a rebasar 40 mil millones de dólares de remesas. Es un incremento de un año a otro, de un año normal a un año con pandemia, de 11 por ciento. Es una derrama importantísima, por eso no se nos cayó el consumo a pesar de la pandemia y de la crisis económica”.
El mandatario detalló que, más allá del impacto positivo en la economía nacional, 10 millones de familias resultan directamente beneficiadas. “Esto es lo que reactiva la economía abajo, la gente tiene capacidad de compra, se beneficia al comercio en los pueblos y hay circulante, hay ingresos y hay bienestar. Por eso nuestro reconocimiento a los paisanos. Muchas gracias por no olvidarse de su patria”.
Las rebanadas del pastel
Y mientras los paisanos no dejan de inyectar recursos a la economía mexicana, los barones –que han recibido todo– no dejan de depositarlos en otros países.