Cuando personas en América Latina, donde Estados Unidos ha apoyado múltiples golpes de Estado, se preguntan porqué no hay golpes en el país del norte, la respuesta suele ser la misma, es que en Washington no hay una embajada estadunidense. La toma del Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021 por partidarios de Donald Trump en momentos en que los miembros del Congreso y el Senado se reunían para formalmente certificar lo que ya era un hecho, la elección de Joe Biden como presidente, conmocionó al país y al mundo entero. ¿Sería posible que se intentaba un golpe de Estado en EU?
En la mañana del 6 de enero, Trump animó a una multitud de sus partidarios a marchar hacia el Congreso y “salvar a Estados Unidos”. Los más de 60 casos legales que Trump había iniciado ante los tribunales, aun con jueces nombrados por su administración, habían sido rechazados. No obstante, ante sus seguidores Trump se presentaba como víctima del “fraude electoral más grande en la historia del país”. Como en cualquier culto de personalidad, Trum intentaba asociar su figura con la supuesta salvación de la nación.
Ante este panorama no debe sorprender que sus seguidores participaran en una acción como ésta. Ya el grupo armado neofascista los Proud Boys y otros habían convocado a sus miembros a una mega marcha en Washington. Animados por Trump y proclamando “USA, USA”, los manifestantes derechistas asaltaron el Capitolio, escalando paredes, rompiendo puertas y ventanas y eventualmente tomando las oficinas del Senado y el Congreso. La policía del Capitolio huía ante los derechistas, aun cuando antes hubo quienes se tomaron selfies con los manifestantes. Después de unas horas, cuatro personas habían muerto y 53 habían sido detenidas. Las acciones en el Capitolio obligaron a muchos en EU a cuestionar el estado de su país y a escala mundial su imagen quedó severamente manchada. ¿Con qué moral podrá EU cuestionar la democracia en cualquier nación del mundo?
Las reacciones a la invasión y a las palabras de Trump no se hicieron esperar. Por parte del establishment, la “insurrección”, como muchos optaron por llamar a los actos, por no decir golpe de Estado, fue severamente condenada. James Mattis, ex secretario de Defensa, aseveró que Trump “merecía ser un hombre sin país”. Algunos políticos liberales y editores de periódicos pidieron la destitución inmediata de Trump, otros insistían que se activara la enmienda 25, donde el vicepresidente y el gabinete pueden declarar que el presidente es incapaz de cumplir sus funciones. Faltando menos de dos semanas para que concluya su presidencia es dudoso que esto se formalice.
Ante la situación que existe en EU, no deberían sorprender los actos que ocurrieron en el Capitolio. La derecha y sus fuerzas de choque, los grupos armados supremacistas, han atacado a los congresos de los estados e incluso al gobierno federal por años. En Michigan, por ejemplo, grupos derechistas fuertemente armados tomaron por asalto el Congreso del estado en mayo y poco tiempo después trataron de secuestrar a la gobernadora con el propósito de enjuiciarla y en diciembre milicias armadas trataron de invadir el Congreso de Oregon. Los grupos derechistas armados han matado a más personas en EU que cualquier otro grupo terrorista desde 2001. El FBI ha advertido que el terrorismo de la derecha es la mayor amenaza para la paz interna del país. Trump se niega a condenar las acciones violentas de la derecha y alienta a estos sectores para que tomen acciones contra el Congreso. En Charlottesville, en 2017, calificó a neonazis y miembros del KKK que protestaban en la calle como “gente buena”. Por ello, sus palabras en favor de una insurrección y la toma del Capitolio no deben de sorprender.
Los actos del 6 de enero representan un acto anunciado. Y a pesar de las múltiples advertencias, la policía del Congreso y otras fuerzas federales se mostraron incapaces de proteger el Capitolio y esta debilidad permitió que una multitud desorganizada entrara fácilmente a la sede. Trump se negó a movilizar a la Guardia Nacional y tuvo que ser el vicepresidente Pence quien aprobara el despliegue de fuerzas estatales y federales. ¿A qué se debe esta falta de preparación? Lo más probable es que la policía, al igual que los medios y sectores del establishment, no podían creer que la multitud, en gran parte gente blanca y de la derecha, representaban un peligro al orden público. Por su parte, Biden, presidente electo, condenó los actos.
La denuncia de Biden, a la cual se suma la mayoría del establishment político, representa una ceguera política, una postura en la que EU es nuevamente víctima de un proceso sobre el cual no tiene responsabilidad. Esta amnesia política oculta los crímenes del pasado, el legado de la esclavitud y la exterminación de grupos indígenas, oculta las numerosas invasiones y golpes de Estado que ha promovido y los califica como errores de juicio, que en realidad no representan al país. Esta ceguera se niega a ver la movilización de una extrema derecha que promueve la violencia contra gente de color, grupos de inmigrantes y sectores LGBTI. Éste es el proceso ideológico que permite que el nefasto legado imperial de EU coexista con los principios democráticos de la igualdad, libertad y justicia y cumplan con la imagen del país como una supuesta cuna de la democracia.
¿Qué pasará en EU si surge, no otra figura como Trump, incapaz de organizar un gobierno eficaz, sino alguien competente, pero con sus mismos principios racistas y xenofóbicos? La nación tendrá que enfrentar la forma en que políticos republicanos conservadores e incluso demócratas moderados han manipulado el resentimiento de clase y el odio racial para movilizar una coalición que incluye la extrema derecha neofascista y neonazi, a fundamentalistas cristianos, y a grupos racista y xenófobos. En ese contexto, tendrá que bregar con la forma que le ha negado derechos a su propia población. Ante esta realidad, la Casa Blanca podrá seguir siendo promotora de golpes de Estado.