El filósofo francés Edgar Morin celebrará este 2021, el 8 de julio, sus 100 años de vida, con la lucidez de sus ideas haciendo eco en miles de lectores de varias generaciones en todo el mundo.
“Debemos aprender a vivir en la incertidumbre”, dijo en entrevista con el canal de televisión France Info a propósito de la llegada del Año Nuevo, “que avanza disfrazado”, señaló el también sociólogo en su cuenta de Twitter, seguida por más de 177 mil personas.
En la charla con el medio francés, el autor de Breve historia de la barbarie en Occidente (2007) reconoció que la pandemia de Covid-19 lo sorprendió, pero que está acostumbrado a lo inesperado.
Explicó que “la llegada de Hitler fue inesperada para todos. El pacto germano-soviético fue inesperado e increíble. La resistencia de Moscú ha sido increíble. El estallido de la guerra de Argelia fue inesperado. Sólo he vivido lo inesperado y el hábito de las crisis.
“En este sentido, estoy viviendo un nuevo trance, enorme, con todas sus características de crisis que, por un lado, ha despertado la imaginación creativa y, por otro, los miedos y regresiones mentales. Buscamos una salvación providencial, pero no sabemos cómo.”
Por eso, continuó el filósofo, “debemos aprender, porque debemos saber que en la historia sucede lo inesperado y volverá a ocurrir. Creíamos que vivíamos en falsas certezas, con estadísticas, con predicciones, con la idea de que todo era estable cuando ya todo empezaba a estar en crisis, y no nos dábamos cuenta.
“Hay que aprender a vivir en la incertidumbre; es decir, tener el coraje de afrontar, estar preparados para resistir las fuerzas negativas que puedan llegar. Ésta es la cuestión del cambio de mentalidad. Hoy, por ejemplo, hemos olvidado que la crisis de la biosfera, de la que nos dimos cuenta en la década de los 70, persiste y se agrava. Ahí también debemos esperar eventos que no imaginábamos antes.”
Edgar Morin nació en París el 8 de julio de 1921. Fue un niño enfermizo que se refugió en la lectura, aficionado a la aviación y al ciclismo. Conocer a diversos autores de la Ilustración del siglo XVIII enfocó su vocación hacia la filosofía.
Desde muy joven se vinculó al socialismo, cuando se unió a la Federación de Estudiantes Frentistas, dirigida por Gaston Bergery, y apoyó al gobierno republicano durante la Guerra Civil Española. En 1940 huyó a Toulouse al enterarse de la invasión de la Alemania nazi y se dedicó a ayudar a los refugiados, a la vez que profundizó sus estudios del socialismo marxista.
Tomó parte en la Resistencia y se unió al Partido Comunista Francés en 1941; fue perseguido por la Gestapo; participó en la liberación de París (agosto de 1944) y, al año siguiente, se casó con su primera esposa, Violette Chapellaubeau, con quien se fue a vivir a la ciudad alemana de Landau in der Pfalz, en calidad de teniente del ejército francés de Ocupación en ese país.
En 1946 regresó a la capital francesa, se dio de baja en el ejército y continuó con sus actividades como militante comunista, pero debido a su postura crítica fue expulsado del partido en 1952, luego de un ácido artículo que publicó en France Observateur. Ese mismo año fue admitido en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), donde ha desarrollado toda su carrera profesional, primero con sus investigaciones sobre el cine. Luego fundó y dirigió la revista Argumentos (1956-1962) e inició sus trabajos y expediciones por Latinoamérica.
Hacia 1977 es cuando comienza a elaborar el concepto pensamiento complejo, parte de su preocupación por encontrar un enfoque no reduccionista de los fenómenos complejos que abarcan lo humano y su entorno.
En su entrevista con France Info, el filósofo –quien lanzó el año pasado su libro Cambiemos de vía: lecciones de la pandemia– consideró que ante los acontecimientos derivados de los contagios globales por Covid-19, “una gran parte de la gente pierde la brújula y otra se vuelve más lúcida, pues la crisis favorece las fuerzas más opuestas. Espero que sean las fuerzas creativas, las fuerzas lúcidas y las fuerzas que buscan el nuevo camino las que puedan imponerse, aunque todavía estén muy dispersas y débiles. De lo contrario, nos perderemos en la ira, que puede estar justificada, pero que vuelve la mente ciega y unilateral.
“Hay una cosa que olvidamos: hace 20 años se inició un proceso en el que todo empezó a deteriorarse en el mundo. La crisis de la democracia no es sólo en América Latina, sino también en los países de Europa, y nos amenaza.
“El dominio del lucro ilimitado que controla todo no está sólo en otros países; también está aquí (en Francia). La crisis ecológica no está en otra parte, está aquí. Entonces, la mente debe enfrentar las crisis para poder dominarlas y superarlas. De lo contrario, somos víctimas.
“Vivimos como sonámbulos durante 10 años para terminar en esta terrible guerra mundial. No digo que las condiciones sean las mismas porque no es Alemania la que nos amenaza, pero estamos viendo que surgen muchos conflictos en el mundo y también vemos los elementos de un totalitarismo que si bien no tiene nada que ver con el del siglo pasado, tiene todos los medios para crear un totalitarismo de vigilancia: drones, teléfonos móviles, reconocimiento facial. Los elementos están ahí, el problema es evitar que éstos se unan para hacernos una sociedad inhabitable.”
France Info preguntó a Edgar Morin qué se le podría desear a un filósofo de casi cien años, a lo que el intelectual respondió: “deseo fuerza, coraje y lucidez. Tenemos que vivir en pequeños oasis de vida y fraternidad”.
El autor de Amor, poesía y sabiduría (1997) pasa el confinamiento en compañía de su esposa, la socióloga Sabah Abouessalam, en su parisino departamento con jardín de Montpellier, “con amables vecinos que ayudan con las compras y en comunicación constante con mis seres queridos y amigos, de vez en cuando invitado por la prensa para ofrecer mis diagnósticos del mundo a través de videollamadas”, narró en abril al diario Le Monde.